La Travesía por la Vida: ¿A QUÉ VAMOS?
Junio del 2021.
Una aclaración:
Muchas veces, cuando nosotros usamos el “los zapatistas” no nos estamos
refiriendo a los varones, sino a los pueblos zapatistas. Y cuando
nosotras usamos “las zapatistas”, no describimos a las mujeres, sino a las
comunidades zapatistas. Así que encontrará usted ese “salto” de género en
nuestra palabra. Cuando nos referimos al género, siempre agregamos
“otroa” para señalar la existencia y lucha de quienes no son ni hombres ni
mujeres (y que nuestra ignorancia en el tema nos impide detallar –pero ya
aprenderemos a nombrar todas las diferencias-).
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Ahora bien, lo
primero que tiene usted qué saber o entender es que los zapatistas, cuando
vamos a hacer algo, nos preparamos primero para lo peor. Se parte de un
final de fracaso, y, en sentido inverso, nos preparamos para enfrentarlo o, en
el mejor de los casos, evitarlo.
Por ejemplo,
imaginamos que nos atacan, las masacres de rigor, el genocidio vestido de civilización
moderna, el exterminio total. Y nos preparamos para esas
posibilidades. Bueno, para el Primero de Enero de 1994, no imaginamos la
derrota, la asumimos como una certeza.
En fin, que tal
vez eso le ayude a usted a entender el por qué de nuestro pasmo inicial,
nuestros titubeos y una improvisación desconcertante cuando, después de mucho
tiempo, trabajo y preparación para la ruina, nos encontramos con que… vivimos.
A partir de ese
escepticismo es que se desarrollan nuestras iniciativas. Algunas pequeñas,
otras más grandes, delirantes todas, nuestras convocatorias siempre van
dirigidas a “lo otro”, lo que está más allá de nuestro horizonte cotidiano,
pero que reconocemos como algo que es necesario en la lucha por la vida, es
decir, en la lucha por la humanidad.
En esta iniciativa
o apuesta o delirio o sinrazón, por ejemplo, en su versión marítima nos
preparamos para que el Kraken, una tormenta o una ballena blanca extraviada
hicieran naufragar la embarcación, por eso fabricamos cayucos -y viajaron con
el Escuadrón 421 en La Montaña hasta llegar a Vigo, Galicia, Estado Español,
Europa-.
También nos
preparamos para no ser bienvenidos, por eso buscamos antes el consenso para la
invasión, es decir, la visita… Bueno, de eso de ser “bienvenidos” no estamos
muy seguros todavía. Para más de uno, una, unoa, nuestra presencia
es perturbadora, por decir lo menos, cuando no francamente irruptora. Y
lo entendemos, puede ser que a alguien, después de un año o más de estar en
confinamiento, le resulte al menos inoportuno que un grupo de indígenas de raíz
maya, tan poca cosa como productores y consumidores de mercancías (electorales
y no), pretenda platicar en persona. ¡En persona! (¿recuerda usted que
antes eso era parte de su cotidianeidad?). Y, además, que tenga como
misión principal el escucharle a usted, llenarlo de preguntas, compartir
pesadillas y, claro, sueños.
Nos preparamos
para que los malos gobiernos, de uno y otro lado, nos impidan u obstaculicen la
salida y la llegada, por eso algún@s zapatistas ya estábamos en Europa… Ups, no
debí escribir eso, bórrenlo. Ya sabemos que el gobierno mexicano no
pondrá obstáculos. Falta ver qué dicen y hacen los demás gobiernos
europeos –porque Portugal y el Estado Español no se opusieron-.
Nos preparamos para
que fracase la misión, es decir, que se convierta en un evento mediático y, por
lo mismo, fugaz e intrascendente. Por eso primordialmente aceptamos las
invitaciones de quienes quieren escuchar y hablar, o sea platicar. Porque
nuestro objetivo principal no son los actos masivos –aunque no los excluimos-,
sino el intercambio de historias, conocimientos, sentimientos, valoraciones,
retos, fracasos y éxitos.
Nos prepararemos
para que falle el avión, por eso fabricamos paracaídas con bordados de muchos
colores para que, en lugar de un “Día D” en Normandía (oh, oh, ¿quiere decir
eso que el desembarco aéreo sería en Francia?… ¿eh?… ¡¿en París?!), sea un “Día
Z” para la Europa de abajo, y parecerá entonces que del cielo, llueven flores
como si Ixchel, diosa madre, diosa arcoíris, nos acompañara y, de su mano
y con su vuelo, abrir un segundo frente para la invasión. Y más seguro
porque ahora, gracias a la Galicia de abajo, el escuadrón 421 ha logrado
afianzar una cabeza de playa en las tierras de Breogán.
En suma, siempre
nos preparamos para fracasar… y para morir. Por eso la vida, para el
zapatismo, es una sorpresa que hay que celebrar todos los días, a todas
horas. Y qué más que mejor si es con bailes, música, artes.
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Durante todos
estos años hemos aprendido muchas cosas. Acaso la más importante es
darnos cuenta de lo pequeños que somos. Y no me refiero a estatura y
peso, sino al tamaño de nuestro empeño. Los contactos con personas,
grupos, colectivos, movimientos y organizaciones de diferentes partes del
planeta, nos han mostrado un mundo diverso, múltiple y complejo. Con esto
se ha reforzado nuestra convicción de que toda propuesta de hegemonía y
homogeneidad no sólo es imposible, es, sobre todo, criminal.
Porque los
intentos -no pocas veces ocultos detrás de nacionalismos de cartón piedra en
los escaparates del mall de la política electoral-, de imposición de
modos y miradas, son criminales porque pretenden el exterminio de diferencias
de todo tipo.
Lo otro es el
enemigo: la diferencia de género, racial, de identidad sexual o asexual, de
lengua, de color de piel, de cultura, de credo o descredo, de concepción
del mundo, de físico, de estereotipo de belleza, de historia. Contando
con todos los mundos que en el mundo son, prácticamente hay tantos enemigos,
actuales o potenciales, como seres humanos.
Y podríamos decir
que casi cualquier afirmación de identidad es una declaración de guerra para lo
diferente. He dicho “casi”, y a ese “casi” nos aferramos como zapatistas
que somos.
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Según nuestros
modos, nuestros calendarios y en nuestra geografía, hemos llegado a la
conclusión de que siempre es posible que la pesadilla empeore. La
pandemia del llamado “Coronavirus” no es el apocalipsis. Es sólo su
preludio. Si los medios de comunicación y las redes sociales nos querían
tranquilizar, antes, “informando” sobre la extinción de un glaciar, de un
terremoto, de un tsunami, de una guerra en una parte lejana del planeta, del
asesinato de otro indígena por paramilitares, de una nueva agresión a Palestina
o al pueblo mapuche, de la brutalidad gubernamental en Colombia y Nicaragua, de
imágenes de campos de migrantes que son de otro lugar, otro continente, otro
mundo, y así nos convencen de que eso “pasa en otro lado”; en tan sólo unas
semanas, la pandemia demostró que el mundo puede ser apenas una pequeña
parroquia egoísta, necia y vulnerable. Los distintos gobiernos nacionales
son las pandillas que pretenden controlar, con violencia “legal”, una calle o
un barrio, pero el “capo” que controla todo es el capital.
En fin, que se
vienen cosas peores. Pero eso usted ya lo sabía, ¿no? Y si no, pues
ya va siendo hora de que se entere. Porque, además de tratar de
convencerle de que las penas y las desgracias siempre serán ajenas (hasta que
dejan de serlo y se sientan con usted a la mesa, le perturban el sueño y le
dejan sin lágrimas), le dicen que la mejor forma de enfrentar esas amenazas es
individualmente.
Que el mal se
evita alejándose de él, construyendo su mundo estanco, y haciéndolo cada vez
más estrecho hasta que sólo cabe el “yo, mi, me, conmigo”. Y para eso,
pues le ofrecen “enemigos” a modo, siempre con un flanco débil y al que es
posible derrotar adquiriendo, oiga usted, este artículo que, mire qué
casualidad, por esta única ocasión, tenemos en oferta y podrá usted adquirirlo
y recibirlo en la puerta de su bunker en cuestión de horas, días… o semanas,
porque la máquina ha descubierto, oh sorpresa, que la paga depende también de
la circulación de las mercancías, y que, si ese proceso se detiene o aletarga,
la bestia sufre… así que también es negocio su distribución y reparto.
Pero, como
zapatistas que somos, hemos estudiado y analizado. Y queremos confrontar
las conclusiones a las que hemos llegado, con científicos, artistas, filósofos y
analistas críticos de todo el mundo.
Pero no sólo,
también y especialmente con quienes, en la cotidianidad de sus luchas, han
padecido y advertido las desgracias por venir. Porque, en lo que a lo
social se refiere, tenemos en alta estima el análisis y la valoración de
quien se juega el pellejo en el combate contra la máquina, y somos escépticos
de la de quien, desde la óptica externa, opina, valora, aconseja, juzga y
condena o absuelve.
Pero, ojo,
consideramos que esa mirada crítica “outsider” es necesaria y vital, porque
permite ver cosas que no se miran en el fragor de la lucha y, atención, aporta
conocimientos sobre la genealogía de la bestia, sus transformaciones y su
funcionamiento.
En fin, que
queremos hablar y, sobre todo, escuchar a quien se ponga a modo. Y no nos
importa su color, tamaño, raza, sexo, religión, militancia política o traspié
ideológico, si es que coincide en el retrato hablado de la máquina asesina.
Porque si, cuando
hablamos del criminal, alguien lo identifica con el destino fatídico, la mala
suerte, “el orden natural de las cosas”, el enfado divino, la desidia o el
desenfado, pues ahí no tenemos ningún interés en escuchar ni en hablar.
Para conocer esas explicaciones basta con ver telenovelas y acudir a las redes
sociales en busca de confirmación.
Es decir, creemos
haber establecido quién es el criminal, su modus operandi y el crimen en
sí. Estas 3 características se sintetizan en un sistema, es decir, en una
forma de relacionarse con la humanidad y con la naturaleza: el capitalismo.
Sabemos que es un
crimen en curso y que su consecución será desastrosa para el mundo
entero. Pero no es ésa la conclusión que nos interesa corroborar, no.
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Porque resulta
que, también estudiando y analizando, hemos descubierto algo que puede ser o no
importante. Depende.
Dando por sentado
que este planeta será aniquilado, al menos como hasta ahora lo percibimos,
hemos estado investigando sobre las posibles opciones.
Es decir, el barco
se hunde y allá arriba dicen que no pasa nada, que es pasajero. Sí, como
cuando el buque-tanque Prestige naufragó frente a costas europeas
(2002) – Galicia fue testigo y víctima primera-, y las autoridades empresariales
y gubernamentales decían que apenas unos chorritos de combustible se habían
derramado. El desastre no lo pagaron ni el Mandón, ni sus capataces y
mayorales. Lo pagaron, y lo siguen pagando, los poblados que viven de la
pesca en esas costas. Ellos y sus descendientes.
Y por “Barco” nos
referimos al planeta homogeneizado y hegemonizado por un sistema: el
capitalismo. Claro, podrán decir que “ése no es nuestro barco”, pero el
hundimiento en curso no es sólo de un sistema, sino del mundo entero, completo,
total, hasta el rincón más apartado y aislado, y no sólo el de sus centros de
Poder.
-*-
Entendemos que
alguien piense, y actúe en consecuencia, que es posible todavía remendar,
parchar, pintar un poco aquí y allá, remozar la embarcación. Mantenerla a
flote como sea, incluso vendiendo la fantasía de que son
posibles megaproyectos que no sólo no aniquilen poblados enteros,
también que no afecten a la naturaleza.
Que existan
personas que piensen que basta con estar muy decididos y echarle ganas al
maquillaje (al menos hasta que pasen los procesos electorales). Y que
crean que la mejor respuesta a los reclamos de “Nunca mais” -que se repiten en
todos los rincones del planeta-, sean promesas y dinero, programas políticos y
dinero, buenas intenciones y dinero, banderas y dinero, fanatismos y
dinero. Que sean fieles creyentes de que los problemas del mundo se
reducen a la falta de dinero.
Y el dinero
necesita carreteras, grandes proyectos civilizatorios, hoteles, centros
comerciales, fábricas, bancos, mano de obra, consumidores,… policías y
ejércitos.
Las así llamadas
“comunidades rurales” son clasificadas como “carentes de desarrollo” o
“atrasadas” porque la circulación de dinero, es decir de mercancías, es
inexistente o muy reducida. No importa que, por ejemplo, su tasa de
feminicidios y de violencia de género sea menor comparada con la de las
urbes. Los logros gubernamentales se miden por la cantidad de zonas
destruidas y repobladas por productores y consumidores de mercancías, gracias a
la reconstrucción de ese territorio. Donde antes había una milpa, un
manantial, un bosque, ahora hay hoteles, centros comerciales, fábricas,
termoeléctricas,… violencia de género, persecución de la diferencia,
narcotráfico, infanticidios, tráfico de personas, explotación, racismo,
discriminación. En suma: c-i-v-i-l-i-z-a-c-i-ó-n.
Su idea es que la
población campesina se convierta en empleada de esa “urbanización”.
Seguirán viviendo, trabajando y consumiendo en su localidad, pero el dueño de
todo su entorno es un conglomerado industrial-comercial-financiero-militar cuya
sede está en el ciberespacio y para quien ese territorio conquistado es sólo un
punto en el mapa, un porcentaje de ganancias, una mercancía. Y el
resultado real será que la población originaria tendrá que migrar, porque el
capital llegará con sus propios empleados “calificados”. A la población
originaria le tocará regar jardines y limpiar estacionamientos, locales y
albercas donde antes había campos de cultivo, bosques, costas, lagunas, ríos y
manantiales.
Lo que se oculta
es que, detrás de las expansiones (“guerras de conquista”) de los Estados -sean
internas (“incorporando a más población a la modernidad”), o sean externas con
distintas coartadas (como la del gobierno de Israel en su guerra contra Palestina)-,
hay una lógica común: la conquista de un territorio por la mercancía, es decir
por el dinero, es decir por el capital.
Pero entendemos
que esa gente, para poder llegar a ser el cajero que administre los pagos y
cobros que le dan vida a la máquina, forme partidos políticos electorales,
frentes -amplios o estrechos- para disputar el acceso al gobierno, alianzas y
rupturas “estratégicas”, y todos los matices en los que se empeñan esfuerzos y
vidas que, detrás de pequeños éxitos, esconden grandes fracasos. Una
pequeña ley por ahí, una interlocución oficial aquí, una nota periodística
allá, un tuit más acá, un like acullá, y sin embargo, por
poner un ejemplo de un crimen mundial en curso, los feminicidios van en
aumento. En el entretanto sube la izquierda y baja, sube la derecha y
baja, sube el centro y baja. Como cantaba la inolvidable malagueña
Marisol, “la vida es una tómbola”: todos (arriba) ganan, todas (abajo) pierden.
Pero la
“civilización” es sólo una coartada endeble para una destrucción brutal.
El veneno sigue brotando (ya no del Prestige –o no sólo de ese
navío-), y el sistema entero parece estar dispuesto a intoxicar hasta el último
rincón del planeta, porque son más rentables la destrucción y la muerte que
detener la máquina.
Estamos seguros
que usted podrá agregar más y más ejemplos. Botones de muestra de una
pesadilla irracional y, sin embargo, actuante.
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Entonces, desde
hace varias décadas nos hemos concentrado en buscar alternativas. La
construcción de balsas, cayucos, lanchas, y aún de embarcaciones más
grandes (la 6ta como improbable arca), tienen un horizonte bien
definido. En algún lugar habrá que desembarcar.
Leímos y
leemos. Estudiamos y lo seguimos haciendo. Analizamos antes y
ahora. Abrimos el corazón y la mirada, no a ideologías actuales o pasadas
de moda, sino a las ciencias, a las artes y a nuestras historias como pueblos
originarios. Y con esos conocimientos y herramientas, nos hemos
encontrado con que hay, en este sistema solar, un planeta que podría ser
habitable: el tercero del sistema solar y que, hasta ahora, aparece en los
libros escolares y científicos con el nombre de “La Tierra”. Para más
referencia, está entre Venus y Marte. Es decir, según ciertas culturas,
está entre el amor y la guerra.
El problema es que
ese planeta es ya un montón de escombros, pesadillas reales, y horrores
tangibles. Es poco lo que queda en pie. Incluso la tramoya que
oculta la catástrofe se agrieta. Entonces, pues, ¿cómo les diré?, el
asunto no es conquistar ese mundo y disfrutar de lo placeres de quien
vence. Es más complicado y requiere, ése sí, un esfuerzo mundial: hay que
hacerlo de nuevo.
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Ahora bien, según
las grandes producciones fílmicas de Hollywood, la salida frente a la
catástrofe mundial (siempre algo externo –alienígenas, meteoros, pandemias
inexplicables, zombis parecidos a candidatos a algún puesto público-), es
producto de una unión de todos los gobiernos del mundo (encabezados por los
gringos)… o, peor, del gobierno estadunidense sintetizado en un individuo,
o individua (porque la máquina ya aprendió que la farsa debe ser
incluyente), que puede tener las características raciales y de género
políticamente correctas, pero lleva en su pecho la marca de la Hidra.
Pero, lejos de
esas ficciones, la realidad nos muestra que todo es negocio: el sistema produce
la destrucción y te vende los boletos para que huyas de ella… al espacio.
Y de seguro, en las oficinas de las grandes corporaciones, hay brillantes
proyectos de colonización interestelar… con la propiedad privada de los
medios de producción incluida. Es decir, el sistema se traslada, íntegro,
a otro planeta. El “all included” se refiere a quienes trabajan, a
quienes viven sobre de quienes trabajan y a su relación de explotación.
-*-
Pero a veces no
sólo miran al espacio. El capitalismo “verde” pugna por zonas
“protegidas” en el planeta. Burbujas ecológicas donde pueda resguardarse
la bestia mientras el planeta se cura de los mordiscos (lo cual tomaría apenas
unos cuantos millones de años).
Cuando la máquina
habla de “un nuevo mundo” o “de humanizar el planeta”, está pensando en
territorios a conquistar, despoblar y destruir, para luego repoblar y
reconstruir con la misma lógica que ahora tiene al mundo entero frente al
abismo, siempre dispuesto a dar el paso adelante que el progreso demanda.
Usted podrá pensar
que no es posible que alguien sea tan imbécil como para destruir la casa donde
vive. “La rana no bebe toda el agua del charco que habita”, dicen que
dice un proverbio del pueblo originario Sioux. Pero si usted pretende
aplicar una lógica racional al funcionamiento de la máquina, no entenderá
(bueno, tampoco la máquina). De nada sirven valoraciones morales y
éticas. La lógica de la bestia es la ganancia. Claro, ahora usted
podrá preguntarse cómo es posible que una máquina irracional, inmoral y
estúpida rija los destinos de todo un planeta. Ah, (suspiro), eso está en
su genealogía, en su esencia misma.
Pero, dejando de
lado el imposible ejercicio de dotar de racionalidad a lo irracional, llegará
usted a la conclusión de que es preciso destruir ese engendro que no, no es
diabólico. Desgraciadamente es humano.
Y, claro, usted
estudia, lee, confronta, analiza, y descubre que hay grandes propuestas para
salir adelante. Desde las que proponen afeites y maquillajes, hasta las
que recomiendan clases de moral y lógica para la bestia, pasando por nuevos o
viejos sistemas.
Sí, le entendemos,
la vida es una mierda y siempre es posible refugiarse en ese cinismo tan
sobrevalorado en las redes sociales. El finado SupMarcos decía: “lo malo
no es que la vida sea una mierda, sino que te obligan a comerla y todavía
esperan que lo agradezcas”.
Pero supongamos
que no, que usted sabe que, en efecto, la vida apesta, pero su reacción no es
la de replegarse en sí mismo (o en su “mundo”, eso depende del número de sus
“seguidores” en las redes sociales habidas y por haber). Y entonces usted
decide abrazar, con fe, esperanza y caridad, alguna de las opciones que se le
presentan. Y elige la mejor, la más grande, la de más éxito, la más
famosa, la que va ganando… o la que le queda cerca.
Grandes proyectos
de nuevos y viejos sistemas políticos. Retrasos imposibles del reloj de
la historia. Nacionalismos patrioteros. Futuros compartidos a
fuerza de que tal opción tome el Poder y se mantenga en él hasta que todo se
solucione. ¿Su grifo gotea?, vote por tal. ¿Mucho ruido en el
vecindario?, vote por cual. ¿Subió el costo de transporte, alimentos,
medicinas, energía, escuelas, ropa, diversión, cultura?, ¿Le teme a la
migración?, ¿Le incomodan las personas de piel oscura, las creencias distintas,
las lenguas incomprensibles, las diferentes estaturas y complexiones?, vote
por…
Incluso los hay
quienes no difieren del objetivo, sino del método. Y luego repiten arriba
lo que criticaron abajo. Con malabares asquerosos y argumentando
estrategias geopolíticas, se apoya a quien se reitera en el crimen y la
estupidez. Se demanda que los pueblos aguanten opresiones en beneficio de
la “correlación de fuerzas internacional y el ascenso de la izquierda en la
zona”. Pero Nicaragua no es Ortega-Murillo y no tardará la bestia en
entenderlo.
En todas esas
grandes ofertas de solución en el supermercado mortal del sistema, muchas veces
no se dice que se tratan de la imposición brutal de una hegemonía, y un decreto
de persecución y muerte a lo que no es homogéneo al ganador.
Los gobiernos
gobiernan para sus seguidores, nunca para quienes no lo son. Las
estrellas de las redes sociales alimentan a sus huestes, aún a costa de
sacrificar la inteligencia y la vergüenza. Y la “corrección política”
traga sapos, que habrán luego de devorar a quien aconseja resignación “para no
beneficiar al enemigo principal”.
-*-
¿Es el zapatismo
una gran respuesta, una más, a los problemas del mundo?
No. El
zapatismo es un montón de preguntas. Y la más pequeña puede ser la más
inquietante: ¿Y tú qué?
Frente a la
catástrofe capitalista, ¿el zapatismo propone un viejo-nuevo sistema social
idílico, y con él repetir las imposiciones de hegemonías y homogeneidades ahora
“buenas”?
No. Nuestro
pensamiento es pequeño como nosotros: son los esfuerzos de cada quien, en su
geografía, según su calendario y modo, que permitirán, tal vez, liquidar al
criminal, y, simultáneamente, rehacer todo. Y todo es todo.
Cada quien, según
su calendario, su geografía, su modo, habrá de construir su camino. Y, al
igual que nosotros, los pueblos zapatistas, irá tropezando y levantándose, y lo
que construya tendrá el nombre que le dé la gana tener. Y sólo será
diferente y mejor que lo que hemos padecido antes, y lo que padecemos
actualmente, si reconoce lo otro y lo respeta, si renuncia a imponer su
pensamiento sobre lo diferente, y si al fin se da cuenta de que muchos son los
mundos y que su riqueza nace y brilla en su diferencia.
¿Es posible?
No lo sabemos. Pero sí sabemos que, para averiguarlo, hay que luchar por
la Vida.
-*-
Entonces, ¿a qué
vamos en esta Travesía por la Vida si no aspiramos a dictar caminos, rutas,
destinos? ¿A qué, si no buscamos adherentes, votos, likes? ¿A
qué, si no vamos a juzgar y a condenar o absolver? ¿A qué, si no llamamos
al fanatismo por un nuevo-viejo credo? ¿A qué, si no buscamos pasar a la
Historia y ocupar un nicho en el panteón enmohecido del espectro político?
Bueno, para serles
sinceros como zapatistas que somos: no sólo vamos confrontar nuestros análisis
y conclusiones con lo otro que lucha y piensa críticamente.
Vamos a agradecer
a lo otro su existencia. A agradecer las enseñanzas que su rebeldía y su
resistencia nos han regalado. A entregar la flor prometida. A
abrazar lo otro y decirle al oído que no está sola, soloa, solo. A
susurrarle que valen la pena la resistencia, la lucha, el dolor por quienes ya
no están, la rabia de que esté impune el criminal, el sueño de un mundo no
perfecto, pero sí mejor: un mundo sin miedo.
Y también, y sobre
todo, vamos a buscar complicidades… por la vida.