De lejos viene
El Viejo Antonio enciende
el tabaco y la mirada. Habla como si leyera, dentro suyo, el libro que
algunos llaman historia, o lo pasado, o lo anterior, o lo de antes, o lo más
primero.
Porque hay libros que no
pueden ser mirados. Sólo escucharlos es posible, y así guardarlos.
“Antes de que nacieran
las geografías, cuando los calendarios no nacían todavía, la palabra estaba
para dar cuenta de lo que caminaba y no. No fronteras, no razas, no
banderas, no gustos, no querencias, no lenguas, no quien arriba, no quien abajo.”
Lo escuchan todas al Viejo
Antonio. Alguna le arrima una taza de café y él se arrima al fogón, no
porque haga frío, sino porque es su modo pues. Y al escucharlo, lo
leen. Sólo con miradas, toman el apunte en su corazón colectivo.
“Para mirar lo pasado
hay que aprender a mirar el mañana. Y al revés volteado. Si no, la
vista se pierde en el presente, como si nada antes, como si después nada.
El Viejo Antonio relee lo
que su corazón escuchó cuando el tiempo no era todavía:
“La memoria fue,
existió. Vieron; al instante su mirada se elevó. Todo lo vieron,
conocieron todo el mundo entero; cuando miraban, en el mismo instante su vista
miraba alrededor, lo veía todo, en la bóveda del cielo, en la superficie de la
tierra. Veían todo lo escondido sin antes moverse. Cuando miraban
el mundo veían, igualmente, todo lo que existe en él. Numerosos eran sus
conocimientos. Su pensamiento iba más allá de la madera, la piedra, los
lagos, los mares, los montes, los valles.
En verdad, hombres a los
que [se les debía] amar: Brujo del Envoltorio, Brujo Nocturno, Guarda-Botín,
Brujo Lunar.
Fueron entonces
interrogados por Los de la Construcción, Los de la Formación. “¿Qué
pensáis de vuestro ser? ¿No veis? ¿No oís? Vuestro lenguaje, vuestro
andar, ¿no son buenos? Mirad pues y ved el mundo, si no aparecen los montes,
los valles: ved para instruiros”, se les dijo.
Vieron en seguida
el mundo entero, y después dieron gracias a los Constructores, a Los
Formadores. “Verdaderamente dos veces gracias, tres veces gracias.
Nacimos, tuvimos una boca, tuvimos una cara, hablamos, oímos, meditamos,
nos movemos: bien sabemos, conocemos lejos, cerca. Vemos lo grande, lo
pequeño, en el cielo, en la tierra. ¡Gracias [damos] a vosotros! Nacimos,
oh Los de lo Construido, Los de lo Formado: existimos, oh abuela nuestra, oh
abuelo nuestro”, dijeron, dando gracias de su construcción, de su formación.
Acabaron de conocerlo
todo, de mirar a las cuatro esquinas, a los cuatro ángulos, en el cielo, en la
tierra.
Los de lo Construido.
Los de lo Formado, no escucharon esto con placer.
“No está bien lo
que dicen nuestros construidos, nuestros formados. Lo conocen todo, lo grande,
lo pequeño”, dijeron.
Por lo tanto,
celebraron consejo Los Procreadores, los Engendrados.
“¿Cómo obraremos
ahora para con ellos? ¡Que sus miradas no lleguen sino a poca distancia! ¡Que
no vean más que un poco la faz de la tierra! ¡No está bien lo que dicen! ¿No se
llaman solamente Construidos, Formados? Serán como dioses, si no engendran,
[si] no se propagan, cuando se haga la germinación, cuando exista el alba;
solos, no se multiplican. Que eso sea. Solamente deshagamos un poco lo que
quisimos que fuesen: no está bien lo que decimos, ¿Se igualarían a aquellos que
los han hecho, a aquellos cuya ciencia se extiende a lo lejos, a aquellos que
todo lo ven?”, fue dicho por los Espíritus del Cielo, Maestro Gigante
[Relámpago], Huella del Relámpago, Esplendor del Relámpago, Dominadores.
Poderosos del Cielo. Procreadores. Engendradores. Antiguo Secreto,
Antigua Ocultadora, Constructora, Formadores.
Así hablaron
cuando rehicieron el ser de su construcción, de su formación.
Entonces fueron
petrificados ojos [de los cuatro] por los Espíritus del cielo, lo que los veló
como el aliento sobre la faz de un espejo; los ojos se turbaron; no vieron más
que lo próximo, esto sólo fue claro.
Así fue perdida la
Sabiduría y toda la Ciencia de los cuatro hombres, su principio, su comienzo.
Así primeramente fueron
construidos, fueron formados, nuestros abuelos, nuestros padres, por los
Espíritus del Cielo, los Espíritus de la Tierra.”
(Popol Vuh.
El Libro del Consejo. Anónimo. Traductor: Miguel Ángel Asturias y
J. M. González de Mendoza. Editorial Losada.)
Se calla el Viejo
Antonio. Ellas guardan el apunte y la mirada guardan. Ixmucané, el
Votán con nagua, guarda y aguarda.
Una niña abre los ojos
como si una puerta abriera. La mujer más mayor repite lo que su corazón
le dicta: “Resistencia y Rebeldía. A la chingada el
pirámide”.
Arriba una luna nueva y
abajo una montaña de edad entienden y asienten. Se ve que algo saben,
porque sólo ellas sonríen.
No llueve aún y la tierra
está así nomás, como esperando…
Desde las montañas del Sureste
Mexicano.
El Capitán.
México, mayo del 2025.
(Hace 4 años, en estas fechas,
una montaña convertida en navío entraba mar adentro en el océano
Atlántico. Llevaba en su vientre el Escuadrón 421. Navegaba la
Montaña así nomás, como esperando un encuentro. ¿Un encuentro? ¿En
agosto? ¿La primera quincena?)