Sobre el tema: La Tormenta y el Día
Después.
Undécima
parte: ¿Otroas en el día después?
“Bueno, un obstáculo menos en el intrincado camino a la felicidad”, señaló el
capitán.
Lo sé, este inicio le puede parecer a usted desconcertante, así que permítame
ponerle “en contexto”. Estamos de nuevo en la situación hipotética del
día después en una comunidad originaria que sí vio venir la tormenta y se
preparó. Ahí, el asunto que nos ocupa empezó así:
El capitán, aplicando su método de “divide, confronta y estarás en problemas”,
había organizado escuadras de bicicletas estacionarias con sendos dinamos cada
una. Bueno, en realidad no son bicicletas estacionarias, son mecánicas
con una ingeniosa estructura de madera que permite que la rueda trasera quede
rodando en el aire. Así, la única resistencia a su rodar es la que
presenta el dinamo que genera energía, la cual es conducida por un revoltijo de
cables, conectados en paralelo, que aterrizan en un acumulador.
El capitán convocó a las compañeras y así les dijo: “Vamos a hablar como
mujeres que somos. Bien lo sabemos que los pinches hombres nos burlan que
no tenemos fuerza, que estamos muy gordas o que estamos muy flacas.
Entonces nos han lanzado un reto. Dicen que no podemos generar la
suficiente energía para recargar un acumulador de 12 voltios en una hora de
pedalear. Yo, como su autodenominado representante, recibí el reto y subí
la apuesta: podemos 2 acumuladores. Ellos rieron, como de por sí son los
malditos hombres. Entonces tenemos este problema de si vamos a dejar que
nos burlan como mujeres que somos. O si los vamos a derrotar, humillar,
golpear, zarandear, tirar y bailar la Cumbia del Sapito encima de sus
miserables cadáveres”.
Contra lo que esperaba el capitán, el flamígero discurso no produjo el
resultado incendiario esperado. Algunas bostezaron, otras siguieron
bordando. Eso sí, todas sin dejar de pedalear.
Acabado el turno femenino, el capitán se dirigió a donde los varones chismeaban
y así les dijo: “Hermanos en el infortunio de ser dominados por las
hembras. Las malditas mujeres nos han lanzado un reto con todo y
sus prensapelos. Dicen que no aguantamos ni 3 minutos y que
menos vamos a poder recargar 2 acumuladores de 12 voltios pedaleando.
Comprendo y comparto su desconcierto e indignación. Además de que nos
obligan a cocinar y lavar la ropa, las malvadas con prensapelo pretenden
cuestionar y humillar nuestra hombría. Creo, y estarán ustedes de acuerdo
conmigo, que no podemos sino hacer honor al sistema patriarcal que nos formó
con ahínco y perseverancia durante siglos, y tenemos que responder al reto con
gallardía y donaire”.
Contra lo que se pueda pensar, el discurso, pleno de testosterona, no logró
interrumpir el chismerío que dominaba a la escuadra varonil que pedaleaba con
desgano. Eso sí, siguieron bordando con habilidad y entusiasmo.
Estaba el capitán calculando que, con 4 acumuladores al tope, bien se podría,
energizar al menos 2 bocinas para una tanda de cumbias, cuando llegaron… loas
otroas.
Estoas
otroas, haciendo honor a su natural rebeldía, son contreras. O sea
que, como quien dice, llevan la contra. Por eso no se identifican como
varones y tampoco como hembras, desafiando así las leyes biológicas,
anatómicas, ideológicas, religiosas, políticas y lógicas que el sistema
heteropatriarcal ha logrado erigir durante siglos. Haciendo bulla, le
reclamaron al capitán el que fueran excluidoas de la
confrontación de géneros, y, de paso, exigían una explicación del término o
nominación de “otroas”.
El capitán contempló con serenidad (que es como el capi nombra al pánico y el
terror cuando toman posesión de su hermoso y bien formado cuerpo) al
contingente, encendió su pipa con mano temblorosa, y empezó, no sin un
tartamudeo inicial, a explicar:
“Miren, les explico el origen de la palabra. El zapatismo es muy otro,
como de por sí. Y, gracias a los más primeros dioses, los que crearon el
mundo, no ha perdido su capacidad de asombro. Cuando, en los primeros
tiempos de nuestra aparición pública, contemplamos con sorpresa que el mundo
era más grande de lo que imaginábamos, y que contenía en su ser muchos
mundos. Detectamos que sintonizábamos con otras personas que, al igual
que nosotras, eran despreciadas, humilladas, perseguidas, violentadas, encarceladas,
desaparecidas y asesinadas, por razón de ser quienes eran. Además de las
mujeres en general, encontramos sintonía con las diferencias. En ese
entonces, empezamos a dirigirnos también a homosexuales y lesbianas. Pero
luego resultó que había más diferencias: transgénero, transexual, trasvesti,
intersexual, bisexual, queer, asexual, bi, poli, etcétera. Entonces a
quienes queríamos dirigirnos eran más de lo que creíamos. El mundo no
sólo estaba poblado de esas diferencias “minoritarias”, también eran atacadas
por el sistema. Y el problema no es el uso de los baños, sino la
violencia que padecen. Como si el afán hegemónico pretendiera
homogeneizar a toda la humanidad, convirtiendo la diferencia en un delito y
persiguiéndola para extinguirla. El asunto es que, como pueblos
zapatistas que somos, nos dimos cuenta de que siempre habría diferencias y que
cada quien las nombraba como se le daba la gana. Como las diferencias son
más que nuestro limitado conocimiento, decidimos usar el término “otroa” no
para designar una identidad, sino para enfatizar las diferencias (y nuestra
ignorancia para nombrarlas). Es nuestra forma de decir “etcétera”, pero
no para excluir o minimizar, sino para estar siempre abiertos a la presencia de
nuevas diferencias que, como es lógico, pueden no ser tan nuevas. En resumen: “otroas”
nombra a todas las diferencias existentes y a las que van a existir, o que ya
existen y no son nombradas”
Cuando terminó su explicación, si es que se le puede llamar así a esas
incoherencias hiladas, el capitán se dio cuenta de que nadie estaba
escuchando. Loas otroas habían tomado por asalto las
bicicletas y pedaleaban con un ritmo y velocidad tan admirables, que serían la
envidia de machos y hembras. El capitán, en lugar de amilanarse por su
fracaso como orador, hizo cuentas y concluyó que, con otroas,
habría energía para hasta 2 o 3 tandas más de cumbias, pues era de esperar
que otroas hicieran honor a su diferencia y superaran a
hombres y mujeres.
Cuando terminó su turno, el capitán preguntó, curioso, a un grupo de otroas si,
además de quererse y cariñarse, también peleaban, discutían y se regañaban
cuando se relacionaban entre sí. Respondieron que sí, que claro, que por
supuesto, que era de esperarse, pero que el capitán precisara a qué se refería.
El capitán retomó el axioma enunciado por el finado Supmarcos -que diosito lo
tenga en su santa gloria y la virgen santísima lo colme de bendiciones-, que
reza: “el origen del desamor está en quien tiene el control de la
televisión. Separaciones traumáticas, divorcios, odios sinfín y guerras
mundiales tienen su origen en la posesión de ese aparato infernal. Y
bueno, también de por dónde se aprieta el tubo de la pasta dental”. El
capitán, que tendía a ser más lapidario que el finado, lo sintetizó así: “La
historia de la humanidad, es decir, la historia no escrita, es la historia de
la lucha por el control de la televisión”
Unoa
otroa sentenció con fastidio: “ya no hay televisiones”, a lo que el
capitán respondió con la frase con la que inicia este texto.
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En el siguiente encuentro-baile (siempre en el día después), todas, todos y,
claro, todoas, inundaron de movimiento la planada enlodada con la
lluvia reciente. Mientras. las parejas más discretas buscaban alejarse a
la oscuridad porque el baile, como el amor y la amistad, suelen tener luz
propia. Los acumuladores duraron un buen de tiempo, aunque no tanto como
el día anterior a la tormenta, cuando los bailes empezaban a las 2000, hora
suroriental, y finalizaban cuando el sol terminaba por descorrer la sábana de
neblina y en el equipo de sonido se escuchaba: “Hay café caliente y marquesote
de pinole en el comedor “Uca, Uca, quien se lo encuentre se lo emboruca”.
Entrada libre”
En el campo, un grupo de contreras seguía bailando la “cumbia del común”.
Las partes del todo iluminaban la penumbra. Como si las estrellas,
aburridas de su distante lejanía, bajaran a tierra y mordisquearan el día
después.
Desde
el escuadrón de bicicletas energéticas.
El
Capitán probando a ver qué pasa si, en lugar de en paralelo, conecta los cables
en serie… oh, oh… ¡rápido, un extinguidor!
Noviembre
del 2024.