Vigésima y Última Parte: El Común y
la No Propiedad
“Abre bien los ojos, hijo, y sigue al pájaro Pujuy.
Él no se equivoca. Su destino es como el nuestro: caminar para que otros no se
pierdan”.
Canek. Ermilo Abreu Gómez
En alguna ocasión pasada, hará ya algunos años, los
pueblos zapatistas se explicaban la lucha de “como mujeres que somos”
señalando, no una cuestión de mera voluntad, disposición o estudio, sino la
base material que hizo posible ese cambio: la independencia económica de las
mujeres zapatistas. Y no se referían a tener empleo y salario o a la
limosna en monedas con que los gobiernos de todo el espectro político compran
votos y adhesiones. Señalaban al trabajo colectivo como la tierra fértil
para ese cambio. Es decir, el trabajo organizado que no tenía como
destino el bienestar individual, sino el del grupo. No se trataba sólo de
juntarse para las artesanías, el comercio, la cría del ganado, o la siembra y
la cosecha de maíz, café, hortalizas. También, y, tal vez, sobre todo, a
los espacios propios de ellas, sin varones. Imaginen lo que en esos
tiempos y lugares hablaban y hablan entre ellas: sus dolores, sus rabias, sus
ideas, sus propuestas, sus sueños.
No abundaré más sobre ello -las compañeras tienen su
propia voz, historia y destino-. Sólo lo menciono porque queda por
conocer cuál es la base material sobre la que se construirá la nueva etapa que
han decidido las comunidades zapatistas. La nueva iniciativa, como la
catalogarían los de fuera.
Tengo el orgullo de señalar que, no sólo la propuesta
íntegra fue producto, desde su concepción, del colectivo de dirección
organizativa zapatista -toda ella de sangre indígena de raíz maya-.
También que mi labor se limitó a proporcionar información que mis jefas y jefes
“cruzaron” con la suya, y, después, a buscar y argumentar objeciones y
probables y futuros fracasos (la mentada “hipótesis” a la que hice referencia
en un texto anterior). Al final, cuando terminó su deliberación y concretaron
la idea central, para someterla a la consulta con todos los pueblos, a mí me
sorprendió tanto como tal vez a ustedes ahora que la van a conocer.
En este otro fragmento de la entrevista al
Subcomandante Insurgente Moisés, él nos explica cómo fue que llegaron a esta
idea de “el común”. Tal vez alguien de ustedes pueda valorar el sentido
profundamente rebelde y subversivo de esto en lo que, para no variar, nos
jugamos la existencia.
El Capitán.
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LA NO PROPIEDAD.
Bueno, pues en resumen ésta es nuestra propuesta:
establecer extensiones de la tierra recuperada como del común. Es decir,
sin propiedad. Ni privada, ni ejidal, ni comunal, ni federal, ni estatal,
ni empresarial, ni nada. Una no propiedad de la tierra. Como quien
dice: “tierra sin papeles”. Entonces, en esas tierras que se van a
definir, si preguntan de quién es ese terreno o quien es el propietario, pues
se va a responder: “de nadie”, es decir “del común”.
Si preguntan si es tierra de zapatistas, de
partidistas o de quién, pues de ninguno de ellos. O de todos, es lo
mismo. No hay comisariado o agente a quien comprar, asesinar,
desaparecer. Lo que hay son pueblos que trabajan y cuidan esas
tierras. Y las defienden.
Una parte importante es que, para que se pueda lograr
esto, tiene que haber un acuerdo entre los pobladores sin importar si son
partidistas o zapatistas. O sea que tienen que hablar entre ellos, no con
los malos gobiernos. Eso de buscar el permiso de los malos gobiernos sólo
ha traído divisiones y hasta muertes entre mismos campesinos.
Entonces, respetando las tierras que son de propiedad
personal-familiar, y las que son para trabajo de los colectivos, se crea, en
terrenos recuperados en estos años de guerra, esta no propiedad. Y se
propone que se trabaje en común por turnos, sin importar qué partido eres, o
qué religión, o qué color, o qué tamaño, o que género eres.
Las reglas son sencillas: tiene que ser acuerdo entre
los pobladores de una región. No cultivar drogas, no vender la tierra, no
permitir la entrada de ninguna empresa o industria. Quedan excluidos los
paramilitares. El producto del trabajo de esas tierras es de quienes la
laboren en el tiempo acordado. No hay impuestos, ni pago de
diezmos. Cada instalación que se construya queda para el siguiente
grupo. Se llevan sólo el producto de su trabajo. Pero de todo esto
ya iremos hablando más después.
Esto, así muy resumido, es lo que se presentó y se
consultó con todos los pueblos zapatistas. Y salió que la inmensa mayoría
estuvo de acuerdo. Y también que, en algunas regiones zapatistas, ya se
estaba haciendo desde hace años.
Y nosotros lo que hicimos fue, pues, proponer un
camino para poder cruzar la tormenta y llegar con bien al otro lado. Y no
hacer ese camino solos como zapatistas, sino que juntos como pueblos
originarios que somos. Claro, sobre esa propuesta saldrán más: de salud,
de educación, de justicia, de gobierno, de vida. Digamos que lo vemos
necesario eso para poder enfrentar la tormenta.
PENSAR EL CAMINO Y EL PASO.
¿Qué cómo llegó en nuestra cabeza? Bueno, pues
te platico. Vimos varias cosas. O sea que no sólo salió de una vez
esta idea. Como que se juntaron y pues como que lo fuimos viendo parte
por parte y ya luego todo junto.
Una fue, pues, la tormenta. Todo lo que se
refiere a la inconformidad de la naturaleza. Su forma de protestar, cada
vez más fuerte y cada vez más terrible. Porque decimos destrucción, pero
muchas veces lo que pasa es que como que la naturaleza recupera un lugar.
O que ataca las invasiones del sistema: las presas, por ejemplo. Lugares
turísticos, por ejemplo, que se construyen sobre la muerte de las costas.
Megaproyectos que hieren, lastiman la tierra. Entonces pues hay
respuesta. A veces rápido responde, a veces tarda. Y el ser humano,
bueno, lo que el sistema ha hecho con el ser humano es que está como
pasmado. No reacciona. Aunque ve que viene la desgracia, que hay
avisos, que hay alertas, pues sigue como si nada y, bueno, pues pasa lo que
pasa. Dicen que tal desgracia fue sorpresiva. Pero resulta que ya
lleva varios años de que se avisa que la destrucción de la naturaleza va a
pasar a cobrar. La ciencia, no nosotros, lo analiza y lo demuestra.
Nosotros, pues, como gente de la tierra lo vemos. Todo es inútil.
La desgracia no se aparece de pronto en tu casa,
no. Primero se va a acercando, va haciendo su ruido para que sepas que
ahí viene. Toca a tu puerta. Rompe todo. No sólo tu casa, tu
gente, tu vida, también tu corazón. Ya no estás tranquilo.
La otra es lo que llaman la descomposición social o
que dicen que se rompe el tejido social porque la violencia. O sea que
una comunidad de personas se relaciona con ciertas reglas o normas o acuerdos,
como decimos nosotros. A veces se hacen leyes escritas y a veces no hay
nada escrito, pero como quiera la gente sabe. En muchas comunidades se
dice “acta de acuerdo” o sea que se pone en palabras. “Esto se puede
hacer, esto no se puede hacer, esto se tiene qué hacer”, y así. Por
ejemplo, que quien trabaje pues avanza. Que el que no trabaja, pues se
queda jodido. Que está mal obligar a alguien a hacer lo que no quiere,
por ejemplo, en el caso de los hombres contra las mujeres. Que está mal
violentar a los débiles. Que está mal matar, robar, violar. ¿Pero
qué pasa si es al revés? Si se premia la maldad y se persigue y castiga
la bondad. Por ejemplo, un campesino indígena que ve que está mal la
destrucción de un bosque, se convierte entonces en su guardián. Lo
protege al bosque, pues, de quien lo destruye para sacar ganancias. Eso
de defender es un bien, porque ese hermano o hermana están cuidando la
vida. Eso es humano, no es de una religión. Pero pasa que ese
guardián es perseguido, encarcelado y, no pocas veces, asesinado. Y si se
pregunta cuál es su delito de por qué lo mataron, y se escucha que su delito
fue defender la vida, como el hermano Samir Flores Soberanes, pues ahí se ve
claro que el sistema está enfermo, que ya no tiene remedio, que hay que buscar
por otro lado.
¿Qué se necesita para darse cuenta de esa enfermedad,
de esa podredumbre de la humanidad? No se necesita una religión, o
una ciencia, o una ideología. Basta mirar, escuchar, sentir.
Y luego pues vemos que los grandes Mandones, los
capitalistas, pues no les importa ya qué pasa mañana. Quieren ganar la
paga hoy. Lo más que se pueda y lo más rápido posible. No importa
que les digas “oyes, pero eso que haces destruye y la destrucción se contagia,
crece, se convierte en incontrolable y regresa a ti. Como si escupieras
para arriba o si orinaras contra el viento. Se te regresa, pues”. Y
puedes pensar que qué bueno que la desgracia se pase a llevar a un
sinvergüenza. Pero resulta que, antes de eso, se lleva a un buen tanto de
gente que ni sabe por qué. Como las crías, por ejemplo. Qué va a
saber una cría de religiones, ideologías, partidos políticos o lo que
sea. Pero el sistema hace responsables a esas crías. Las hace
pagar. Se destruye en su nombre, se mata en su nombre, se miente en su
nombre. Y se les hereda muerte y destrucción.
Entonces, pues no se ve que va a mejorar. Lo
sabemos que se va a poner peor. Y que, como quiera, tenemos que cruzar la
tormenta y llegar al otro lado. Sobrevivir.
Otra cosa es lo que vimos en la travesía por la
Vida. Lo que hay en esas partes que se supone que son más avanzadas, que
están más desarrolladas como dicen. Lo vimos que es mentira todo eso de
la “civilización occidental”, del “progreso” y esas cosas. Vimos que ahí
se estaba lo necesario para guerras y crímenes. Ahora sí que vimos dos
cosas: una es a dónde se encamina la tormenta si no hacemos nada. La otra
es lo que otras rebeldías organizadas están construyendo en esas
geografías. O sea que esas personas miran lo mismo que miramos
nosotros. O sea, la tormenta.
Gracias a estos pueblos hermanos pudimos ampliar la
mirada, hacerla más ancha. O sea, no sólo mirar más lejos, sino que
también mirar más cosas. Más mundo, pues.
Entonces nosotros, como pueblos indígenas que somos,
pues nos preguntamos que qué hacemos, que si ya valió, que si cada uno ahí lo
vea. Pero vemos a esos hermanos que hacen así de que les vale madre lo
que les pase a otros, que sólo miran por ellos, y pues igual les toca. Se
creen a salvo encerrados en sí mismos. Pero de balde.
EL CAMINO DE LA MEMORIA.
Entonces pues pensamos, recordamos en cómo era
antes. Lo hablamos a nuestros anteriores. Les preguntamos si antes
era así. Les preguntamos que nos digan si siempre hubo la oscuridad, la
muerte, la destrucción. De dónde vino pues esa idea del mundo. Cómo
es que se chingó todo. Pensamos que si sabemos cuándo y cómo se perdió la
luz, el buen pensamiento, el saber cabal qué es lo bueno y qué es lo malo, pues
entonces tal vez podemos encontrar eso y con eso luchar porque se vuelva todo
cabal, como debe de ser, respetando la vida.
Y entonces vimos cómo es que llegó eso y lo vimos que
vino con la propiedad privada. Y que no se trata de cambiarle el nombre y
decir que hay propiedad ejidal o pequeña propiedad o propiedad federal.
Porque en todos los casos es el mal gobierno el que da los papeles. O sea
que es el mal gobierno el que dice si algo existe y, con su maña, que deja de
existir. Como hizo con la reforma de Salinas de Gortari y con los golpes
contra la propiedad comunal, que sólo existía si estaba registrada y que, con
las mismas leyes, la hacen menos hasta desaparecerla. Y la propiedad
comunal digamos que registrada, pues también provoca divisiones y
enfrentamientos. Porque esas tierras pertenecen legalmente a unos, pero
contra otros. Los papeles de propiedad no dicen “esto es tuyo”, lo que
dicen es “esto no es de aquel, atácalo”.
Y ahí tiene a los campesinos dando vuelta y vuelta
para que les den un papel que dice que es suyo lo que es suyo porque de por sí
lo trabaja. Y campesinos haciendo la guerra contra campesinos ni siquiera
por un pedazo de tierra, no, es por un papel que dice quién es el propietario
de esa tierra. Y al que tenga más papel, pues más apoyo de paga, o sea
más engaño. Porque resulta que si tienes papel te dan programa social,
pero te pide que apoyes, por ejemplo, a un candidato porque ése sí te va a dar
el papel y te va a dar dinero. Pero resulta que ese mismo gobierno te
engaña, porque con ese papel lo vende a una empresa. Y luego resulta que
llega la empresa y te dice que te tienes que ir porque esa tierra no es tuya
porque el papel ahora lo tiene el pinche empresario. Y te vas a la buena
o a la mala. Y ahí tienen ejércitos, policías y paramilitares para
convencerte de que te vayas.
Basta que la empresa diga que quiere tales terrenos,
para que el gobierno decrete la expropiación de esas tierras y ya le dice a la
empresa que haga su negocio “por un tiempo”. Eso hacen con los
megaproyectos.
Y todo por un pinche papel. Aunque el papel sea
de los tiempos de la Nueva España, el papel no vale para el poderoso. Es
un engaño. Es para que te confíes y estés tranquilo hasta que el sistema
descubre que, debajo de tu pobreza, hay petróleo, oro, uranio, plata. O
que hay un manantial de agua pura, y ahora resulta que el agua es ya una
mercancía que se compra y que se vende.
Una mercancía como lo fueron tus padres, tus abuelos,
tus bisabuelos. Una mercancía como eres tú, y lo serán tus hijos, tus
nietos, tus bisnietos y así por generaciones.
Entonces ese papel, es como las etiquetas de las
mercancías en los mercados, es el precio de la tierra, de tu trabajo, de tus
descendientes. Y no te das cuenta, pero ya estás formado en la fila del
cajero y vas a llegar. Y resulta que no sólo vas a tener que pagar,
también vas a salir de la tienda y te vas a encontrar con que te quitaron la
mercancía, que ni siquiera tienes el papel por el que tanto luchaste tú y tus
antepasados. Y que a tus hijos tal vez le heredas un papel, y tal vez ni
eso. Los papeles del gobierno son el precio de tu vida, que tienes que
pagar ese precio con tu vida. O sea que eres una mercancía legal.
Ésa es la única diferencia con la esclavitud.
Entonces los más viejos te cuentan que el problema, la
división, las discusiones y las peleas, llegaron cuando llegaron los papeles de
propiedad. No es que antes no había problemas, es que se resolvían
haciendo acuerdo.
Y el problema es que puedes hacer muchos papeles que
parten muchas veces la tierra, pero la tierra no crece como los papeles.
Una hectárea sigue siendo una hectárea, aunque haya muchos papeles.
Entonces pasa lo que ahora con esa cosa que llaman
Cuarta Transformación y su programa de Sembrando Vida: en los ejidos hay los
derecheros -que son los ejidatarios que tienen el mentado papel de certificado
agrario-, y los solicitantes que, aunque participen en la comunidad, no tienen
papel, porque la tierra ya está repartida. Se supone que los solicitantes
son eso, solicitan un pedazo de tierra, pero en realidad están solicitando un
papel que diga que son campesinos que trabajan la tierra. Entonces no es
que el gobierno llega y les dice que tal tierra les toca. No. Les
dice que, si demuestran la propiedad de 2 hectáreas, les dan el apoyo
económico. Pero esas dos hectáreas ¿de dónde salen? Pues de los
derecheros.
O sea la tierra que el papel dice que es propiedad de
uno, se tiene que partir en pedazos para los solicitantes. Se tiene que
pedacear para pueda haber varios papeles de un mismo papel. No hay
reparto agrario, hay pedacear la propiedad. Y ¿qué pasa si el derechero
no quiere o no puede? Sus hijos quieren el apoyo económico, pero
necesitan el papel. Entonces se pelean con el padre. ¿Las hijas? Ni
en cuenta, las mujeres no cuentan en la pedaceada de papeles. Y pelean a
muerte hijos contra padres. Y ganan los hijos y con ese papel, porque la
tierra sigue siendo la misma y sigue estando donde estaba, reciben su
dinero. Con esa paga se endeudan, se compran algo, o juntan para pagar al
coyote para ir a Estados Unidos. Como no les alcanza, pues venden el
papel a otro. Se van a trabajar fuera y resulta que están ganando para
pagarle a quienes les prestaron. Sí, mandan las remesas a sus familiares,
pero sus familias usan eso para pagar la deuda. Después de un tiempo, ese
hijo regresa o lo regresan. Eso si no lo matan o lo secuestran.
Pero ya no tiene tierra, porque vendió el papel y ahora esa tierra es de quien
tiene el papel. Entonces asesinó a su padre por un papel que ya no
tiene. Y entonces tiene que buscar la paga para volver a comprar el
papel.
Crece la población, pero la tierra no crece. Hay
más papeles, pero sólo es la misma extensión de terreno. ¿Qué va a
pasar? Que ahorita se matan entre derecheros y solicitantes, pero luego
se van a matar entre solicitantes. Sus hijos se van a pelear entre ellos,
así como él peleó con sus padres.
Por ejemplo: eres derechero con 20 hectáreas y tienes
digamos que 4 hijos. Es la primera generación. Lo repartes la
tierra o más bien el papel y hay ahora un papel de 5 hectáreas para cada
uno. Luego esos 4 hijos tienen otros cuatro hijos cada uno, segunda
generación, y reparten sus 5 hectáreas y les tocan a poco más de una hectárea a
cada uno. Luego esos 4 nietos tienen otros 4 hijos cada uno, tercera
generación, y se reparten el papel y les toca como un cuarto de hectárea a cada
uno. Luego esos bisnietos tienen 4 hijos cada uno, cuarta generación, y
se reparten el papel y les toca una décima parte de hectárea cada uno. Y
ya no le sigo porque apenas en 40 años, en la segunda generación, se van a
matar entre sí. Eso es lo que están haciendo los malos gobiernos: están
sembrando muerte.
EL VIEJO NUEVO CAMINO.
¿Cómo ha sido en nuestra historia de lucha eso que
dicen de “base material”?
Pues primero fue la alimentación. Con la
recuperación de las tierras que estaban en manos de los finqueros, se mejoró la
alimentación. El hambre dejó de ser la invitada en nuestras casas.
Luego, con la autonomía y el apoyo de personas que son “buena gente”, les
decimos, siguió la salud. Aquí fue y es muy importante el apoyo de los
doctores fraternales, que así les llamamos nosotros porque son como nuestros
hermanos que nos ayudan no sólo en las enfermedades graves. También, y,
sobre todo, en la preparación o sea en los conocimientos de la salud.
Luego la educación. Luego el trabajo en la tierra. Luego lo que es
gobierno y administración de mismos pueblos zapatistas. Luego lo que es
gobierno y convivencia pacífica con los que no son zapatistas.
La base material de esto, es decir, la forma de
producción es una convivencia del trabajo individual-familiar con el trabajo
colectivo. El trabajo colectivo hizo posible el despegue de las
compañeras y su participación en la autonomía.
Digamos que los primeros 10 años de autonomía, es
decir, del alzamiento al nacimiento de las Juntas de Buen Gobiernos, en 2003,
fue de aprendizaje. Los siguientes 10 años, hasta el 2013 fueron de
aprender la importancia del relevo generacional. Del 2013 a la fecha fue
de constatar, criticar y autocriticar errores de funcionamiento, de
administración y de ética.
En lo que sigue ahora, tendremos una etapa de
aprendizaje y reajuste. O sea que tendremos muchos errores y problemas,
porque no hay manual o libro que te diga cómo hacer. Tendremos muchas
caídas, sí, pero nos levantaremos una y otra vez para seguir caminando.
Somos zapatistas, pues.
La base material o de producción de esta etapa va a
ser una combinación del trabajo individual-familiar, el colectivo y esto nuevo
que llamamos “trabajo en común” o “no propiedad”.
El trabajo individual-familiar se basa en la propiedad
pequeña y personal. Una persona y su familia trabajan su pedazo de
tierra, su tiendita, su móvil, su ganado. La ganancia o el beneficio es
para esa familia.
El trabajo colectivo se basa en el acuerdo entre
compañeras y/o compañeras para hacer un trabajo en tierra de colectivo
(asignada así desde antes de la guerra y ensanchada después de la
guerra). Se reparten los trabajos de acuerdo con el tiempo, capacidad y
disposición. La ganancia o beneficio es para el colectivo. Se suele
usar para fiestas, movilizaciones, adquisición de equipos para salud,
capacitación de promotores de salud y educación, y para los movimientos y
manutención de autoridades y comisiones autónomas.
El trabajo común empieza, ahora, en la tenencia de la
tierra. Una porción de las tierras recuperadas se declara como de
“trabajo común”. Es decir, no está parcelada y no es propiedad de nadie,
ni pequeña, ni mediana, ni gran propiedad. Esa tierra no es de nadie, no
tiene dueño. Y, de acuerdo con las comunidades cercanas, se “presta”
mutuamente esa tierra para trabajarla. No se puede vender ni
comprar. No se puede usar para producción, trasiego o consumo de narcóticos.
El trabajo se hace por “turnos” acordados con los GALs y los hermanos no
zapatistas. El beneficio o ganancia es para quienes trabajan, pero la
propiedad no es, es una no propiedad que se usa en común. No importa si
eres zapatista, partidista, católico, evangélico, presbiteriano, ateo, judío,
musulmán, negro, blanco, oscuro, amarillo, rojo, mujer, hombre, otroa.
Puedes trabajar la tierra en común, con el acuerdo de los GALs, CGAL y ACGal,
por pueblo, región o zona, que son quienes controlan que se cumpla con las
reglas de uso común. Todo lo que sirva al bien común, nada que vaya
contra el bien común.
UNA COMPARTICIÓN MUNDIAL: LA GIRA POR LA VIDA.
Unas hectáreas de esa No-Propiedad se va a proponer a
los pueblos hermanos de otras geografías del mundo. Los vamos a invitar
para que vengan y trabajen esas tierras, con sus propias manos y
conocimientos. ¿Qué pasa si no saben trabajar la tierra? Pues las
compañeras y compañeros zapatistas les enseñan cómo, y sus tiempos de la
tierra, y sus cuidados. Creemos que es importante saber trabajar la
tierra, es decir, saber respetarla. No creo que le haga daño a nadie que,
así como estudia y aprenden en laboratorios y centros de investigación, también
estudie y aprenda el trabajo del campo. Y todavía más mejor si esos
pueblos hermanos tienen conocimientos y modo de trabajar la tierra y nos traen
esos conocimientos y modos y así también aprendemos nosotros. Es como una
compartición, pero no sólo palabras, sino que en la práctica.
No necesitamos que nos vengan a explicar la
explotación, porque nosotros la vivimos desde hace siglos. Tampoco que
nos vengan a decir que hay que morirse para conseguir la libertad. Eso lo
sabemos y lo practicamos todos los días desde hace cientos de años. Lo
que sí es bienvenido es el conocimiento y la práctica para la vida.
Mira, la delegación que fue a Europa aprendió muchas
cosas, pero la más importante que la aprendimos es que hay muchas personas,
grupos, colectivos, organizaciones que están buscando la forma de luchar por la
vida. Tienen otro color, otra lengua, otra costumbre, otra cultura, otro
modo. Pero tienen lo mismo que nosotros, que es el corazón de lucha.
No están buscando quién es más mejor, o que les
den un lugar en los malos gobiernos. Están buscando curar el mundo.
Y sí, son muy diferentes entre ellos. Pero son iguales, o más bien somos
iguales. Porque queremos realmente construir otra cosa, y esa cosa es la
libertad. O sea, la vida.
Y nosotras las comunidades zapatistas decimos que son
nuestra familia todas esas personas. No importa que estén muy
lejos. Y en esa familia hay hermanas mayores, hermanos mayores,
hermanitas y hermanitos. Y no hay quién mejor. Sino misma
familia. Y como familia nos apoyamos cuando podemos, y nos enseñamos lo
que sabemos.
Y todas, todos, todoas, es gente de
abajo. ¿Por qué? Porque los de arriba predican la muerte porque eso
le da ganancias. Los de arriba quieren que cambien las cosas, pero para
su beneficio de ellos, aunque cada vez está más peor. Por eso son los de
abajo los que van a luchar y están ya luchando por la vida. Si el sistema
es de muerte, entonces la lucha por la vida es la lucha contra el sistema.
¿Qué sigue después? Bueno, cada quien va
construyendo su idea, su pensamiento, su plan de qué es mejor. Y cada
quien tal vez tiene un pensamiento diferente y un modo distinto. Y eso
hay que respetar. Porque es en la práctica organizada donde cada quien ve
qué sí resulta y que no. O sea que no hay recetas o manuales, porque lo
que sirve para uno, tal vez no sirve para otro. El “común” mundial es la
compartición de historias, de conocimientos, de luchas.
O sea que, como quien dice, sigue el viaje por la
vida. Por la lucha, pues.
Desde las
montañas del Sureste Mexicano.
Subcomandante Insurgente Moisés.
México, diciembre del 2023. 500, 40, 30, 20, 10, 3, un año, unos meses,
unas semanas, unos días, apenas hace un rato. después.
P.D.- Al terminar la entrevista y revisar él si estaba cabal
el sentido de sus explicaciones, el Subcomandante Insurgente Moisés -quien
recibió el mando y la vocería zapatista hace 10 años, en el 2013-, encendió el
enésimo cigarrillo. Yo encendí la pipa. Quedamos mirando el dintel
de la puerta de la champa. La madrugada daba paso al amanecer y las
primeras luces del día despertaban los sonidos en las montañas del sureste
mexicano. No dijimos más, pero tal vez ambos pensamos: “y falta lo que
falta”.
P.D. QUE DECLARA BAJO JURAMENTO. – En ningún momento o etapa
de la deliberación que condujo a la decisión que tomaron los pueblos
zapatistas, salieron a relucir citas o notas de pie de página o referencias,
así sea lejanas, de Marx, Engels, Lenin, Trotski, Stalin, Mao, Bakunin, el Che,
Fidel Castro, Kropotkin, Flores Magón, la Biblia, el Corán, Milton Freidman,
Milei, el progresismo (si es que tiene alguna referencia bibliográfica que no
sea la de sus caga tintas), la Teología de la Liberación, Lombardo, Revueltas,
Freud, Lacan, Foucault, Deleuze, lo que esté de moda o modo en la izquierdas, o
cualquier fuente de izquierdas, derechas, ni de los inexistentes centros.
No sólo, también me consta que no han leído ninguna de las obras fundacionales
de los ismos que alimentan sueños y derrotas de la izquierda. Por mi
parte, les doy un consejo no pedido a quienes leyeron estas líneas: cada quien
es libre de hacer el ridículo, pero les recomendaría que antes de empezar con
sus tonterías tipo “el laboratorio de la Lacandona”, “el experimento
zapatista”, y de catalogar esto en uno u otro sentido, lo pensaran un
poco. Porque, hablando de ridículos, ya vienen haciendo uno grande desde
hace casi 30 años al “explicar” el zapatismo. Tal vez ustedes no se acuerden
ahora, pero acá lo que sobra, además de dignidad y lodo, es memoria. Ni
modos.
Doy fe.
El Capitán.