Tercera Parte: Dení.
Decía
el finado SupMarcos que no se podían entender las razones del alzamiento sin
conocer antes la historia de Paticha, la niña menor de 5 años que se le
murió en brazos por falta de una pastilla para la fiebre. Yo ahora les digo que
no podrán entender lo que luego les explicará con detalle el Subcomandante
Insurgente Moisés si no conocen la historia de Dení.
Dení
es una niña indígena, de sangre y raíz maya. Es hija de una insurgenta y un
insurgente indígenas zapatistas. Cuando nació, hará hace unos 5 años, le
pusieron ese nombre para honrar la memoria de una compañera que murió hace
muchos años.
A Dení
la conoció el finado SupGaleano cuando era un Patz. O sea un tamalito, por
lo gorda que estaba. De hecho, así le decía el Sup: “Patz”. Ahora es flaquita,
porque anda de un lado para otro. Dení, cuando las insurgentas se reúnen para
hacer un trabajo, se pone, según ella, a darles clases de salud autónoma. Y
dibuja unos garabatos que, según explicó luego, son unas promotoras de salud. Ella
dice que son mejores las promotoras porque luego los hombres no entienden de
“como mujeres que somos”. Sostiene firmemente que, para ser promotora de salud,
tiene que vas a saber inyectar pero que no te duela. “Porque, ¿qué tal que
necesitas inyección y no quieres porque te duele?”
Ahora
estamos en una reunión de las jefas y jefes zapatistas. El padre y la madre de
Dení no están presentes, pero la niña llegó siguiendo al Tzotz y a la Pelusa,
que están echados a los pies del Subcomandante Insurgente Moisés y, al parecer,
están atentos a lo que se dice.
Alguien está explicando:
“Aquí
está presente Dení y ella es, digamos, la primera generación. Dentro de 20
años, Dení va a tener una cría mujer y le va a poner de nombre “Denilita”, ella
sería la segunda generación. Denilita, 20 años después, va a concebir una niña
que se va a llamar “Denilitilla”, es la tercera generación. Denilitilla,
llegada a sus 20 años, va a procrear una niña que se va a llamar
“Denilititilla”, sería la cuarta generación. Denilititilla, al cumplir los 20,
va a parir una niña y la va a llamar “Denilí”, la quinta generación. Denilí a
los 20 años de edad, va a tener una niña que se va a llamar “Dení Etcétera”,
que viene siendo la sexta generación. Dení Etcétera, 20 años después, o sea dentro
de 120 años, va a tener una niña que no alcanzamos a ver qué nombre tiene,
porque ya está retirado su nacimiento en el calendario, pero ella es la séptima
generación.”
Aquí
interviene el Subcomandante Insurgente Moisés: “Entonces nosotros tenemos que
luchar para que esa niña, que va a nacer en 120 años, sea libre y sea lo que le
dé la gana ser. Entonces no estamos luchando para que esa niña sea zapatista o
partidista o lo que sea, sino que ella pueda elegir, cuando tenga juicio, cuál
es su camino. Y no sólo que pueda decidir libremente, también y, sobre todo,
que se haga responsable de esa decisión. Es decir, que tome en cuenta que todas
las decisiones, lo que hacemos y lo que dejamos de hacer, tienen consecuencias.
Entonces se trata de que esa niña crezca con todos los elementos para tomar una
decisión y para hacerse responsable de sus consecuencias.
O sea
que no le eche la culpa al sistema, a los malos gobiernos, a sus papás y mamás,
a sus familiares, a los hombres, a su pareja (sea hombre o mujer o lo que sea),
a la escuela, a sus amistades. Porque eso es la libertad: poder hacer algo sin
presiones u obligado, pero respondiendo de lo que se hizo. O sea sabiendo las
consecuencias desde antes.”
El
SubMoy voltea a mirar al ahora difunto SupGaleano, como diciendo “te toca”. El
difunto que todavía no es difunto (pero que ya sabe que pronto lo será), prevé
que algún día habrá que platicar eso a extraños e inicia:
“¿Esa Dení a la N Potencia ya no hablará mal de los pinches hombres?
Sí lo va a hacer, como de por sí. Pero no van a ser sus argumentos que porque
se burlaron de ella, la despreciaron, la violentaron, la acosaron, la violaron,
la golpearon, la desaparecieron, la asesinaron, la descuartizaron. No, va a ser
por cosas y asuntos normales, como que el pinche hombre echa pedos en la cama y
apesta la cobija; o que no le atina a la taza del baño; o que eructa como
becerro; o que se compra la playera de su equipo favorito, se pone pantalones
cortos, calcetas y zapatos especiales de fútbol, para luego sentarse a ver los
partidos mientras se atasca de palomitas con harta salsa picante; o que pone
mucho cuidado en elegir el “outfit” que va a usar por décadas: su playera
preferida, sus pants favoritos, y sus chanclas predilectas; o porque no suelta
el control de la televisión; o que no le dice que la quiere, aunque ella sabe
que la quiere, pero no sobra un recordatorio de vez en cuando.”
Entre
quienes escuchan, las mujeres mueven afirmativamente la cabeza como diciendo
“de por sí”; y los varones sonríen con nerviosismo.
El
SubMoy sabe que es su maña del SupGaleano y que ahora va a pasar, en lo que se
llama “solidaridad de género”, a mal hablar de las mujeres, así que interrumpe
justo cuando el ahora finado está diciendo: “Pero es que las mujeres…”
“Bueno”,
dice el SubMoy, “ahora estamos hablando de una niña que va a nacer dentro de
120 años y nos vamos a concentrar en eso”. El que intuye que será finado se
sienta, lamentando no haber podido exponer su brillante tesis contra las
mujeres. El SubMoy continúa:
“Entonces tenemos que pensar en esa niña. Ver lejos, pues. Y, mirando eso que
parece muy lejano, hay que ver qué tenemos que hacer para que esa niña sea
libre.
Y esto
es importante porque ya tenemos encima la tormenta. La misma de la que
advertimos hace casi 10 años. Lo primero que vemos es que la destrucción viene
más rápido. Lo que pensamos que pasaría dentro de 10 años, ya está aquí.
Ustedes lo han explicado ya aquí. Nos han contado lo que ven en sus zonas
Tzeltal, Tzotzil, Cho´ol, Tojolabal, Mame, Zoque, Quiché. Saben ya lo que está
pasando con la madre tierra porque viven y trabajan en ella. Saben que está
cambiando el tiempo. “El clima”, como dicen los ciudadanos. Que llueve cuando
no toca, que está la seca cuando no toca. Y así. Saben que las siembras ya no
se pueden decidir como nuestros anteriores, porque el calendario viene chueco,
cambiado pues.
Pero
no sólo. También vemos que los comportamientos de los animales cambiaron,
aparecen en zonas que no es su costumbre y en temporadas que no les toca. Aquí
y en las geografías de pueblos hermanos, aumentan los que llaman “desastres
naturales” pero que son consecuencia de lo que hace y deja de hacer el sistema
dominante, o sea el capitalismo. Hay lluvias, como de por sí, pero ahora son
más fieras y en lugares y temporadas que no son las de antes. Hay sequías muy
terribles. Y ahora pasa que, en una misma geografía – por ejemplo aquí en
México-, en un lado hay inundaciones y en otro hay sequía y se quedan sin agua.
Hay fuertes vientos que es como si el viento se pusiera bravo y dijera su “ya
basta” y quiere tumbar todo. Hay temblores, volcanes, plagas como nunca antes.
Como si la madre tierra dijera que hasta aquí nomás, que ya no. Como si la
humanidad fuera una enfermedad, un virus que hay que sacar afuera vomitando
destrucción.
Pero,
además de que se ve que la madre tierra está como inconformada, como
protestando, pues está lo más peor: el monstruo, la Hidra, el capitalismo, que
está como loco robando y destruyendo. Ahora quiere robarse lo que antes no le
importaba y sigue destruyendo lo poco que queda. El capitalismo ahora produce
la miseria y a quienes huyen de ella: los migrantes.
La
Pandemia del COVID, que todavía sigue, mostró la incapacidad de todo un sistema
para dar una explicación real y para tomar las medidas necesarias. Mientras
morían millones, unos pocos se hicieron más ricos. Ya se asoman otras pandemias
y las ciencias ceden el paso a las pseudo ciencias y las charlatanerías
convertidas en proyectos políticos de gobierno.
Vemos
también lo que llamamos el Crimen Desorganizado, que son los mismos malos
gobiernos, de todos los partidos políticos, que se esconden y se pelean por el
dinero. Este Crimen Desorganizado es el principal traficante de drogas y
personas; el que se queda con la mayor parte de los apoyos federales; el que
secuestra, asesina, desaparece; el que hace negocio con la ayuda humanitaria;
el que extorsiona, amenaza y cobra derecho de piso con impuestos que son para
que un candidato o candidata digan que ahora sí van a cambiar las cosas, que
ahora sí se van a portar bien.
Vemos
a pueblos originarios hermanos que, cansados de desprecios, burlas y mentiras,
se arman para defenderse o para atacar a los caxlanes. Y los ciudadanos
espantándose, siendo que ellos mismos, con su modo de mierda, alimentaron ese
odio que ahora sufren y que ya no tiene control. Como en la soberbia Jovel,
cosechan lo que sembraron.
Y también
vemos con tristeza que pelean mismo entre indígenas de mismas sangre y lengua.
Pelean entre sí por tener los miserables apoyos de los malos gobiernos. O por
quitarse lo poco que tienen o que llega. En lugar de defender la tierra, pelean
por limosnas.
-*-
Todo
esto se lo avisamos a los ciudadanos y a los originarios hermanos hace casi 10
años. Habrá quién hizo caso, y hay muchos que ni en cuenta. Como que vieron y
ven todavía como que todo ese horror les queda muy lejos, en tiempo y en
distancia. Como que sólo ven lo que tienen enfrente. No ven más lejos. O ven,
pero no les importa.
Como
ya sabemos, en todos estos últimos años, nos hemos estado preparando para esta
oscuridad. 10 años llevamos preparándonos para estos días de dolor y de pena
para quienes somos todos los colores que somos de la tierra. 10 años revisando
autocríticamente lo que hacemos y lo que no hacemos, lo que decimos y callamos,
lo que pensamos y miramos. Nos hemos preparado a pesar de traiciones,
calumnias, mentiras, paramilitares, cercos informativos, desprecios, rencores y
ataques de quienes nos reprochan no obedecerlos.
En
silencio lo hicimos, sin bullas, tranquilos y serenos porque miramos lejos,
como de por sí nos enseñaron nuestros anteriores. Y allá afuera gritándonos que
miremos aquí nomás, sólo un calendario y una geografía. Muy pequeñito lo que
nos quieren hacer mirar. Pero como zapatistas que somos, nuestro mirar es del
tamaño de nuestro corazón, y nuestro caminar no es de un día, un año, un
sexenio. Nuestro paso es largo y deja huella, aunque no se mire ahorita o
ignoren y desprecien nuestro camino.
La
sabemos bien que no ha sido fácil. Y ahora está más peor todo, y como quiera
debemos mirar a esa niña dentro de 120 años. O sea que tenemos que luchar por
alguien que no vamos a conocer. Ni nosotros, ni sus hijos, ni los hijos de sus
hijos, y así. Y tenemos que hacerlo porque es nuestro deber como zapatistas que
somos.
Vienen
muchas desgracias, guerras, inundaciones, sequías, enfermedades, y en medio del
colapso tenemos que mirar lejos. Si los migrantes ahora son miles, pronto serán
decenas de miles, después cientos de miles. Vienen peleas y muerte entre
hermanos, entre padres e hijos, entre vecinos, entre razas, entre religiones,
entre nacionalidades. Arderán las grandes construcciones y nadie sabrá decir
por qué, o quién, o para qué. Aunque parece que ya no, pero sí, se va a poner
peor.
Pero,
así como cuando trabajamos la tierra, desde antes de la siembra, vemos la
tortilla, los tamales, el pozol en nuestras casas, así tenemos que ver ahora a
esa niña.
Si no
miramos a esa niña que ya está con su mamá, pero dentro de 120 años, entonces
no vamos a entender lo que estamos haciendo. No lo vamos a poder explicar a
nuestros mismos compañeros. Y mucho menos lo van a entender los pueblos,
organizaciones y personas hermanas de otras geografías.
Ya
podemos sobrevivir a la tormenta como comunidades zapatistas que somos. Pero
ahora se trata no sólo de eso, sino de atravesar ésta y otras tormentas que
vienen, atravesar la noche, y llegar a esa mañana, dentro de 120 años, donde
una niña empieza a aprender que ser libre es también ser responsable de esa
libertad.
Para
eso, mirando esa niña allá a los lejos, vamos a hacer los cambios y ajustes que
hemos estado discutiendo y acordando en común en estos años, y que ya
consultamos con todos los pueblos zapatistas.
Si
alguien piensa que vamos a recibir un premio, o una estatua, o un museo, o unas
letras de oro en la historia, o paga, o agradecimiento; pues ya va siendo hora
de que busque por otro lado. Porque lo único que vamos a recibir es que, cuando
ya vamos a morir, podremos decir “hice mi parte” y saber que no es mentira.
-*-
Quedó
en silencio el Subcomandante Insurgente Moisés, como esperando que alguien
saliera. Nadie lo hizo. Siguieron discutiendo, aportando, planeando. Llegó la
hora de la comida y llegaron a preguntar que cuándo van a parar para descansar.
El
Subcomandante Insurgente Moisés respondió: “Al rato, dentro de 120 años”.
-*-
Les
voy a ser sincero, como de por sí. Yo, el capitán, puedo soñar con ese momento
en que una niña nace sin miedo, que es libre y que se hace responsable de lo
que hace y de lo que no hace. Puedo también imaginarlo. Incluso podría escribir
un cuento o una historia de eso. Pero estas mujeres y hombres que tengo
enfrente y a un lado, indígenas zapatistas todos de raíz maya, mis jefas y
jefes, no sueñan, ni imaginan a esa niña. Ellos y ellas la ven, la miran. Y
saben lo que tienen qué hacer para que esa niña nazca, camine, juegue, aprenda
y crezca en otro mundo… dentro de 120 años.
Como
cuando miran la montaña. Hay en su mirada algo, como si miraran más allá en el
tiempo y en el espacio. Miran la tortilla, los tamales y el pozol en la mesa. Y
saben que no es para ellos, sino para una niña que ni siquiera está en la
intención de quienes serán sus padres, porque no han nacido. Ni ellos, ni los
padres de ellos, ni sus abuelos, ni sus bisabuelos, ni sus tatarabuelos, y así
hasta 7 generaciones. Siete generaciones que empiezan a contar desde esta Dení,
la Dení Primera Generación.
A fe
mía que lo vamos a lograr. Sólo que vamos a tardar un poco de tiempo, pero no
mucho tampoco.
Apenas
poco más de un siglo.
Desde las
montañas del sureste mexicano.
Capitán
Insurgente Marcos.
México,
noviembre del 2023.
P.D.- Cada
bomba que cae en Gaza, cae también en las capitales y las principales ciudades
del mundo, sólo que todavía no se han dado cuenta. De los escombros nacerá el horror
de la guerra de mañana.
P.D. VARIAS
GUERRAS ANTES (la víspera, hace casi 120 años):
– “¿No
sería mejor declarar la guerra francamente?
El
profesor contestó con sencillez: -Nuestro Gobierno quiere, sin duda, que
sean los otros los que la declaren. El papel de agredido es siempre el más
grato y justifica todas las resoluciones ulteriores, por extremadas que
parezcan. Allá tenemos gentes que viven bien y no desean la guerra. Es
conveniente hacerles creer que son los enemigos los que nos la imponen, para
que sientan la necesidad de defenderse. Sólo los espíritus superiores llegan a
la convicción de que los grandes adelantos únicamente se realizan con la
espada, y que la guerra, como decía nuestro gran Treitschke, es la más alta
forma del progreso.” Los
Cuatro Jinetes del Apocalipsis (1916). de Vicente Blasco Ibáñez (España
1867-1928).
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