COMISIÓN SEXTA DEL
EZLN.
MÉXICO.
Diciembre del 2019.
Al Congreso Nacional
Indígena-Concejo Indígena de Gobierno:
A las personas, grupos,
colectivos y organizaciones de la Sexta nacional e internacional:
A las Redes de Resistencia y
Rebeldía:
A quienes son adictos al cine:
CONSIDERANDO QUE:
Primero y único:
UNA BALLENA EN LAS
MONTAÑAS DEL SURESTE MEXICANO.
(Creador@s y Creaturas).
Usted no sabe cómo es que llegó
hasta ese lugar. Sí, parece que ya se va haciendo una costumbre… “Usos y
costumbres ciudadanos”, recuerda usted que decía el finado SupMarcos, y
recuerda también la irritación que le provocaban esos comentarios sarcásticos…
bueno, no sólo eso. La tarde deja ahora su lugar a la noche. Usted se detuvo
porque vio de lejos una estrella roja de cinco puntas en lo alto de un cerro,
luego una especie de aviso monumental con tantas letras que no alcanzó a leer
de qué se trataba. Más allá, una silueta azulada de un caballo relinchando y
unas letras grandes que, con luz, sentencian lacónicas: “TULAN KAW ZAPATISTA”.
En la entrada, la niña que le guió en aquel primer cine imposible y su banda de
niñas y niños, se le acercan. Usted duda si correr, aparentar que no les conoce
o permanecer a la expectativa. Cualquier estrategia se derrumba porque la niña
le toma de la mano y le reconviene: “siempre llegando tarde”.
Cruzan por una planada, como en
una especie de feria de pueblo. En una suerte de ruta serpenteante, hay unas
como “estaciones” con diferentes ingenios de luces y sonidos, disfraces de…
monstruos, cirquer@s, trapecistas, alguien enseñando artes, por allá se escucha
música, se baila y se canta. La gente se arremolina en su “estación” favorita y
hay risas, gritos de admiración y sorpresa. Además, claro, de las “selfies”.
Como iniciando el trayecto, una gran pantalla. Usted está a punto de decir
“parece un auto cinema”, pero un letrero aclara: “Pie Cinema. Esta noche:
Cantinflas y Manuel Medel en Águila o Sol. Mañana: Piporro y Pedro Infante en
Ahí viene Martín Corona”.
La niña le conduce en esa marcha
zigzagueante: delante va un extraño ser, parecido a un gato o a un perro; a sus
costados van otras niñas y niños hablando todos al mismo tiempo.
Usted trata de entender lo que
dicen, pero entonces mira una gran manta con la imagen de ¿Boris Karloff?,
maquillado como la creatura de Frankestein, con una taza en una mano y una
pieza mordisqueada de pan en la otra. Las letras señalan una verdad ancestral:
“Nada como un cafecito y un bocadillo para volver a la vida. Más al fondo, en
otro lado, se lee “Cirugía Maxilofacial. Luzca su mejor rostro y una sonrisa
irresistible” y la imagen de las distintas versiones de la creatura de la
secuelas y precuelas de “Alien, el octavo pasajero”. Usted se revisa
instintivamente las mejillas y sí, se estremece.
Hay muchas luces de colores
centellantes, un alargado comedor (usted alcanza a leer “ZAPATISTAS” y
“BIENVENID@S”), y está por decir que hace frío y que no le vendría mal un café
caliente y, sí, tal vez comer algo, cuando ve, en una de las paredes del
comedor, otra manta con la imagen de Edward James Olmos anunciando “Sushi
pasado por agua. Cursos de Origami. Eliminación de Plagas. Corbatas de moño.
Gaff & Company”. En lo alto, como suspendida en el cielo, la imagen animada
de la geisha de Blade Runner. Usted se detiene un momento tratando de adivinar
cómo es posible ese ingenio, pero la gente que va detrás suyo le empuja.
Casi al terminar “la ruta de las
estaciones”, hay una mesa con una maqueta grande de lo que tal vez será una
construcción, con un letrero que reza “Proyecto de Teatro”, y una caja como
alcancía con la aclaración “Donativos Anónimos”. Detrás de una tienda de
artesanías, una imagen de un “atrapacaras” anuncia bufandas y antifaces para dormir.
Luego un camino empedrado de luz
y la silueta de una gran estrella roja, y, entre escombros aparentemente
puestos a propósito, imágenes cambiantes de un escenario distópico. Bosque
adentro y montaña arriba se adivinan luces parpadeantes. Sí, como si en lugar
de un árbol, los zapatistas hubieran adornado de luces la montaña entera y los
árboles del bosque no fueran sino las ramas de ese gran pino obeso.
Usted piensa que es mejor volver,
nada tranquilizante pasa en las tierras del zapatismo… al menos no para usted.
Siempre que viene, queda con una sensación de inconformidad y escepticismo
respecto a sí mismo. Y se necesitan muchos baños de cotidianeidad citadina para
volver a la normalidad. Así que usted se retrasa un poco, buscando la
oportunidad de regresar sin que los niños le miren…
Pero entonces la ve y se detiene.
Usted se dice que lo ha visto
todo, para eso están el internet y el ancho de banda, pero eso que ahora mira
es tan ilógico que… Bueno, usted saca su celular e intenta una foto panorámica,
pero casi inmediatamente entiende que no es posible. Se necesitaría un satélite
para tomar el conjunto, porque se aprecia que todo es parte de un rompecabezas
y para armarlo hay que caminar… y cerrar los ojos.
Pero, al volverlos a abrir, ella
sigue ahí. Una gran construcción. Una especie de galerón que, desafiando las
leyes físicas, se alarga hasta perderse entre los árboles y en la piel húmeda
de la montaña. Una galera cuyo espolón de proa es una estrella roja de cinco
puntas. Usted no se sorprendería si, en el costado a su vista, se abrieran
ventanillas y salieran decenas, cientos, miles de remos… y dentro se
encontrara, “escribiendo en el mar”, el manco de Lepanto. Semeja un galeón. O
un barco ballenero… No, más bien una ballena extraviada que, empeñada en nadar
contra la corriente y loma arriba, descansa ahora entre árboles y gente. Sí,
gente, mucha. De todos los tamaños. Y de todos los colores, porque aunque
parece que la mayoría tiene el rostro oculto, sus ropas son como si un
caleidoscopio se moviera alrededor del gran cetáceo, absurdo en su reposar a
media montaña, como absurdo es todo lo que ahí transcurre.
No, no se le ocurrió que podría
tratarse del navío “Pequod”, sino de la legendaria Moby Dick, la ballena
obsesión de Ahab, de Gregory Peck y de Herman Melville.
“Festival de Cine”, recuerda
usted que leyó en varios letreros. Pero no hay ninguna referencia a la película
de John Houston ni a la novela de Melville. Entonces usted recuerda lo que
dijeron alguna vez l@s zapatistas: “nosotras, nosotros, hablamos para otro
tiempo. Nuestra palabra se entenderá en otros calendarios y geografías”. Aun
así usted está dispuesto a responder “Llamadme Ismael” si alguien le pregunta
su nombre, pero, entonces, mira con detenimiento las 3 grandes mantas que cubren
el costado y en la del medio, la del cuerpo bordado con lanzas y sogas, se lee:
Trempülkalwe
“Es idioma mapuche, o
mapudungun”, escucha usted que alguien le explica a otra persona. Un poco más
arriba, otras letras señalan: “¡MARICHEWEU! Diez, cien, mil veces venceremos”.
Y, como ratificándolo, a su alrededor pululan diez, cien, mil personas
encapuchadas, remeros de esa paradójica galera de buenaboya. Jóvenes, hombres,
mujeres y otroas zapatistas. Como diciendo que cada una de sus existencias, de
sus vidas, fuera un triunfo frente a un pasado que les prometía muerte y
olvido.
Aquí, en las montañas del Sureste
Mexicano, usted se encuentra con ese grito de resistencia y rebeldía Mapuche.
¿Por qué el zapatismo saluda así a ese pueblo originario? ¿Por qué el empeño en
traer una historia ancestral de resistencia y rebeldía desde el más profundo
sur del continente y venir a sembrarla en esta montaña que, además, se llama
“Tulan Kaw” (“caballo fuerte” en tojolabal y tzeltal) y hermanar así,
irracional, anacrónicamente, dos resistencias y rebeldías con un mismo
objetivo: la defensa de la madre tierra?
Usted está tratando de descifrar
ese rompecabezas cuando la banda infantil le empuja dentro de la panza de la
ballena… ok, del auditorio. Bancas de madera, muchas, escalonadas siguiendo el
perfil de la montaña, un templete con mesas y 3 pantallas(la versión zapatista
del 3D), bocinas, cables como tripas desordenadas.
La niña le dice: “Aquí nos
esperas. Vamos por palomitas”. Usted trata de decirle que no vio ningún puesto
de palomitas, pero la banda de infantes desaparece al salir del interior del
cetáceo… ok, del auditorio. Mientras espera, usted recorre con la mirada el
interior de la construcción. En las bancas, seres de todo tipo. En el templete,
personas que, usted supone, crean cine. Y es que hablan de cine, pero como que
responden a preguntas que, al parecer, nadie les ha hecho… al menos nadie
visible. O hablan para sí mismas.
Regresan corriendo la niña y su
banda, todos con bolsas de palomitas. La niña le da una bolsa mientras le
aclara: “No le puse mucha salsa porque qué tal duele la panza luego”. La
entrada del grupo infantil es como una señal, y la gente sale en tropel. Quienes
están en el templete, suspiran con alivio. Alguien confiesa “¡Uff! ¡Ahora recordé
por qué me dediqué al cine!” Otro: “Es como una película de terror mezclada con
un thriller y ciencia ficción, y me temo que el guión no me depara nada bueno”.
Una más allá: “Pues la verdad no supe qué contestarle, ella tenía demasiadas
preguntas”. “Cierto”, dice uno más, “como estar en un tribunal pero sin abogado
defensor… y sabiendo que eres culpable”.
La niña le dice al oído: “Si
viene el SupGaleano a buscarnos, tú le dices que aquí hemos estado todo el
tiempo, que tú trajiste palomitas de la ciudad y nos compartiste. Aunque lo
veas que está bravo, tú firme, nada de que nada, resistencia y rebeldía”. En un
altavoz se escucha: “Se agradecería cualquier información sobre el paradero de
un gato-perro, se le busca por robo de material estratégico de la comandancia
general. Se supone acompañado de una banda de niñas y niños que… ok, olviden
eso de niñas y niños, pero el gato-perro es inconfundible”. El susodicho, se
esconde en el regazo de la niña y, sí, usted juraría que tiene una sonrisa
traviesa.
Usted está valorando la
conveniencia o no de mentirle a un Subcomandante, cuando las personas regresan,
todas con olorosas bolsas de palomitas, toman su lugar y, en el templete,
alguien dice: “¿Nadie va a hacer una pregunta frívola?, digo, para volver a la
normalidad y todos crean que éste es un festival de cine como los otros”.
“Vaya”, se dice usted, “un
festival de cine donde se esperan explicaciones, razones, reflexiones. Como si
en la pantalla apareciera un gran signo de interrogación y todas, todos, todoas,
esperaran que… ¿qué esperan?”. La niña le confiesa: “Estamos un poco contentas
porque ya vinieron ya esas personas que hacen cine. Es que, ¿qué tal que están
tristes, o se siente mal su corazón de no saber dónde andan sus crías? ¿Ah,
verdad? Entonces les invitamos que vienen y nos cuentan si están bien, o mal, o
depende. Y qué tal que echan baile y comen palomitas y se pone contento su
corazón”, dice la niña con la boca llena y las mejillas manchadas de salsa.
Parece que hay un receso, así que
todos, incluyéndolo a usted, salen. Para su sorpresa, ahora hay un puesto de
palomitas rodante que, como un cometa lleno de luces, arrastra una larga fila
de niñas y niños esperando su turno. Hay otro más abajo. Y se adivina uno más
lejos. Usted se forma y, ya con su bolsa de palomitas, se queda mirando esa
absurda sala de cine y su inclinación rebelde, desafiando la lógica y la ley de
gravedad…
La mítica ballena mapuche, Mocha
Dick, navegando montaña arriba, con toda esa gente a cuestas… “y, en medio de
todos, un gran fantasma encapuchado, como un monte nevado en el aire” (Moby
Dick. Herman Melville, 1851).
Un cetáceo irreverente como parte
de un rompecabezas.
El cine como algo más, mucho más,
que una película.
Como si aquí fuera parte de un
rompecabezas más amplio: usted vio un gran cartel anunciando un festival de
Danza, otro sobre un foro en Defensa del territorio y la madre tierra, uno más
sobre un encuentro internacional de mujeres que luchan, otro de un cumpleaños;
y letreros, muchos: los que señalan baños, regaderas, internet, abarrotes, “Un
mundo donde quepan muchos mundos”, además de los de Junta de Buen Gobierno,
Municipio Autónomo Rebelde Zapatista, Comisión de Información y Vigilancia… y a
usted no le sorprendería topar a Elías Contreras, fumando y sentado afuera de
una champa sobre cuyo dintel se leería “Comisión de Investigación”.
Hay muchas piezas sueltas que
usted detecta. Porque usted mira a otras personas que sólo se diferencian de
las locales por un gafete que señala “Congreso Nacional Indígena” y, claro, por
no traer el rostro oculto; además de “ciudadanos, ciudadanas y ciudadanoas”,
que es como el zapatismo nombra a quienes viven o sobreviven en las ciudades.
Y le desespera saber que hay y
habrá otras piezas más.
Como si el zapatismo se empeñara
en retar a la humanidad con enigmas,… o con la silueta de un mundo, de otro
mundo.
Como si su vida de usted le
importara a alguien que no conoce.
Alguien por quien tal vez usted ha hecho mucho, poco o nada, pero que le
toma en cuenta.
Como si hasta entonces entendiera
que ese “Caracol de Nuestra Vida” le incluye a usted y a los suyos… diez, cien,
mil veces.
Y esta pieza del rompecabezas, el
cine, como la vida, dentro de una ballena que remonta, herida en los costados,
las montañas del sureste mexicano…
Pero eso es imposible… ¿o no?
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Con base a lo anteriormente
expuesto, la Comisión Sexta del EZLN, invita a los hombres, mujeres, otroas,
niños y ancianos de la Sexta, del CNI y de las redes de Resistencia y Rebeldía
en todo el mundo, y, bueno, a l@s cinéfil@s que puedan y quieran, al FESTIVAL
DE CINE…
“PUY TA CUXLEJALTIC”
(“Caracol de nuestra
Vida”),
Cuya segunda edición se realizará
en el Caracol zapatista de Tulan Kaw,
en las montañas del Sureste
Mexicano, del 7 al 15 de diciembre del 2019.
Las películas que se exhibirán y
las actividades en el festival se darán a conocer públicamente en breve en la
sede del Festival.
Desde las montañas
del Sureste Mexicano.
El SupGaleano.
Persiguiendo la
mutación más temible del Xenoformo: el Gato-Perro.
¿Qué? Pues es que se
robó mis palomitas. Y el cine sin palomitas es… ¿cómo le explico?… como tacos
sin salsa, como Messi sin balón, como burro sin mecate, como pingüino sin frac,
como Sherlock sin Watson, como Donald Trump sin twitter (o viceversa)…
¿eh?… ok, ése fue
otro mal ejemplo.
México, diciembre del
2019.
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