Votan IV.
Día Menos 7.
En el que se devela algo de lo que en otr@s admira
el corazón zapatista, se avisa que hay exent@s y se imparten consejos ociosos
que nadie habrá de seguir.
Agosto del 2013.
Bien, ya falta poco. Me refiero a los días
que faltan para iniciar la escuelita, no a lo que tenemos y queremos decir.
Si usted busca por ahí alguna escuela que le asigne
un maestro, una maestra, a cada estudiante individual, las 24 horas del día,
que sea gratuita y laica, y que le proporcione los alimentos y el hospedaje
mientras aprende-enseña, pues le deseamos buena suerte.
Como ya saben, la escolaridad de quienes asisten va
desde el maternal hasta el doctorado en el extranjero (y por “extranjero” no nos
referimos a otros países distintos al nuestro, sino al ser ajenos, extraños,
así que muchas instituciones educativas en nuestro país son extranjeras).
Y los calendarios se alargan desde los meses de vida hasta arriba de los 90
años. Todas y todos serán recibidos en el corazón colectivo que somos,
sin importar si viene a comunidad, o le toca en CIDECI, o en otra geografía por
la videoconferencia, o recibiendo los materiales de apoyo, o aguardando su
tiempo.
Tal vez usted alcance a darse cuenta del esfuerzo
organizativo que esto de la escuelita representa para los pueblos zapatistas.
Pero no se pregunte usted por qué y cómo un grupo
de comunidades indígenas decide hospedar, alimentar, convivir y compartir sus
conocimientos con un grupo de extraños, de diferentes, de otr@s. O cómo
es que el objeto de la limosna, la lástima, la pena y esos otros nombres tras
lo que se oculta el racismo, la discriminación y el desprecio, es decir, los
indígenas zapatistas, cometen la osadía de declarar que tienen algo que enseñar
y para eso erigen, como antes un barco absurdo en plena selva, una escuelita
tan grande que abarca el mundo entero.
O sí, pero también pregúntese cómo es posible que
personas de los 5 continentes, de la más variada nacionalidad (ese truco barato
de banderas, fronteras y pasaportes), de grandes o pequeños conocimientos,
decide que sí tiene algo que aprender de personas que están catalogadas en los
grandes libros y en los discursos gubernamentales como “ignorantes”,
“retrasadas”, “marginadas”, “pobres”, “analfabetas”, y los etcéteras que puede
encontrar usted en los “estudios” del INEGI, en los manuales de antropología, y
en las palabras y gestos de asco de quienes dicen gobernar el mundo.
¿Por qué gente de renombre o sin nombre, toma de su
tiempo y lo emplea en escuchar, y en la mayoría de los casos también en viajar,
para aprender de los pueblos zapatistas?
Porque lo que es a nosotras, a nosotros los
zapatistas, no nos maravilla nuestro continuo y persistente sube y baja en la
lucha por la vida, es decir, por la libertad. Lo que realmente nos
sorprende es que existan personas como usted que, pudiendo elegir destinos más
amables, cómodos y confortantes, deciden poner su corazón en las rebeldes
montañas del sureste mexicano para así, con nosotr@s, iluminar con un
relámpago, un agosto en el último rincón, en el más pequeño.
¿Por qué? ¿Será porque acaso intuyen, saben,
conocen, que la luz no viene de arriba, sino que nace y se crece desde
abajo? ¿Que no es producto de un líder, jefe, caudillo, sabio, sino del
común de la gente? ¿Será que en sus cuentas lo grande empieza pequeño y
lo que sacude al mundo cada tanto, inicia con apenas un murmullo, quedo, bajo,
casi imperceptible? O tal vez imaginan cómo es el estruendo de un mundo
cuando se desmorona. Tal vez saben que los mundos nuevos se nacen con los
más pequeños.
En fin, que lo que en verdad debe de sorprender, es
usted acá y con nosotr@s, de este lado, pues. Y creo que es claro que no
me refiero ni al calendario ni a la geografía.
-*-
L@S EXENT@S
Nosotras las zapatistas, los zapatistas, hemos
tenido la fortuna de contar con el oído, la palabra y la mano compañera de
hombres y mujeres a quienes vemos hacia arriba por su altura moral.
Algun@s de ell@s no han dicho nada directamente sobre nosotr@s, ni a favor ni
en contra. Pero sus palabras sobre el rodar del mundo, lo hacen.
Y hay personas que podrían bien estar en el otro
lado, con los de arriba, o con quienes desde distintos lados ven en nosotr@s a
un competidor, un estorbo, una molestia, un enemigo, un animal imposible de
domar y domesticar. Allá, de aquel lado, podrían tener honores y
cortejos, homenajes y salutaciones. Para obtenerlos, bastaba tomar
distancia de nuestro paso o sumar su silencio al cómplice de otras, de otros.
Algunas de estas personas aceptaron la invitación a
la escuelita zapatista por generosidad. En el alargado camino de su digno
andar, siempre mantuvieron los puentes al paso más pequeño, al más olvidado, al
nuestro.
¿Hubo otros, otras que también nos apoyaron
antes? Sí, muchos, muchas, y después, en la cresta de la nueva ola en
turno, nos demandaron sumisión y sujeción al nuevo ropaje que vestían nuestros
perseguidores de siempre, pero ahora de “izquierda”. Nos exigieron que,
postrados, agradeciéramos su apoyo callando frente a las injusticias de
siempre, adornadas con falsas palabras. Como el Mandón, nos exigieron
obediencia. Como al Mandón, les respondimos con rebeldía.
Pero estas otras personas compas, hombres y mujeres
de diferentes calendarios y geografías, nunca nos exigieron ni sometimiento ni
claudicación. Y aunque no pocas veces su mirada fue y es crítica con
nuestro andar, siempre fue y es compañera. Ellas, ellos son la prueba de
que apoyo no es subordinación (algo que la izquierda mundial todavía no acaba
de entender).
A todos ellos, a ellas las invitamos, sí.
Pero no como alumnos. Según nuestro entender, ellas y ellos entienden
bien lo que es la libertad según nosotros, nosotras las zapatistas. Los
invitamos para hacerlos partícipes de esta alegría de ver que nuestro paso,
aunque pausado y desconcertante, sigue y va hacia un solo destino, que también
es el de ellas y ellos.
Voy a escribir algunos nombres. No estarán
todas, no todos. Pero al nombrarlos a ellos y a ellas, nombramos a
quienes deberían aparecer a nuestro lado y, también, a quienes no están ya
porque la muerte se plantó en su camino. Pero están en nuestra memoria,
que es lo único y mejor que tenemos como arma y escudo. Nos harán falta,
por ejemplo: la actividad incansable de la compañera hermana Chapis; la firmeza
de la compa Rosa de Querétaro; la mirada-puente de Beverly Brancroft; la risa
alegre de Helena, la empecinada lucha de Martha de Los Ríos, la palabra clara
de Tomás Segovia; el sabio oído de José Saramago, los sentimientos hermanos de
Mario Benedetti, el ingenio de Manuel Vázquez Montalbán, la serena consecuencia
de Adolfo Sánchez Vázquez, el profundo conocimiento de Carlos Montemayor, entre
much@s otr@s.
Ellas y ellos, y algún@s otr@s, aunque aparecen en
la lista de invitad@s como alumn@s, no lo son. Están, para usar la jerga
escolar, exentos.
Será bueno recibirlos y darles un abrazo, aquí o en
la geografía desde la que, generosos, nos miran y escuchan. Lleguen o no
lleguen, estarán junto nuestro, como lo que son: nuestras compañeras y compañeros.
Ahora sólo pongo el nombre de poc@s. Hay
más. A todas ellas y ellos les haremos llegar, junto a nuestro abrazo,
admiración y respeto reiterados, la carta de exención que es sólo un símil
académico para hacerles saber nuestra gratitud. Así que aquí están
algún@s de quienes están exentos, con honor, del curso “La Libertad según l@s
zapatistas”:
.-
Nuestras queridas abuelas y madres, las Doñas de Chihuahua y de Sinaloa, en
el México de abajo y a la izquierda.
.- Nuestras abuelas y madres de Plaza de Mayo, en la Argentina digna. .- María Luisa Tomasini, nuestra abuela en Chiapas. .- Pablo González Casanova. .- Luis Villoro. .- Adolfo Gilly. .- Paulina Fernández C. .- Óscar Chávez. .- John Berger. .- Carlos Aguirre Rojas. .- Antonio Ramírez Chávez. .- Domi. .- Vicente Rojo. .- Immanuell Wallerstain. .- Gilberto López y Rivas. .- Noam Chomsky. .- María Luisa Capella. .- Ernesto Cardenal. .- Neus Espresate Xirau. .- Marcos Roitman. .- Gustavo Esteva Figueroa. .- Jorge Alonso Sánchez. .- Hugo Blanco Galdós. .- Miquel Amorós. .- Neil Harvey. .- John Holloway. .- Malú Huacuja del Toro. .- Armando Bartra. .- Michael Hardt. .- Greg Ruggiero. |
.- Raúl
Zibechi.
.- Eduardo Galeano. .- Daniel Viglietti. .- León Gieco. .- Sylvia Marcos. .- Jean Robert. .- Juan Villoro. .- Mercedes Olivera. .- Bárbara Jacobs. .- Mayor insurgente honorario Félix Serdán. .- María Jesús de la Fuente Viuda de O’Higgins. .- Inés Segovia Camelo. .- Obispo Raúl Vera. .- Bárbara Zamora. .- El Mastuerzo. .- Rocko Pachukote. .- Francisco Segovia. .- Zach de la Rocha. .- Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de Las Casas. .- Juan Carlos Mijangos Noh. .- Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), México. .- Ignacio Del Valle. .- Confederación General de Trabajadores, Estado Español. .- Víctor Flores Olea. .- Magdalena Gómez. .- Brigada Callejera “Elisa Martínez”. .- la banda tuitera. .- la banda de medios alternativos. |
-*-
Consejos ociosos (porque yo sé bien que no me van a
hacer caso).
Sobre el ajedrez y las pesadillas.
Si, por ejemplo, a usted le toca su escuelita en la
zona del Caracol de La Realidad. Después de un día ajetreado, con
ampollas en manos y pies, pero con ese dolor alegre que sólo da el aprender,
usted se sienta en las afueras de la champa. Saca un cigarrillo y lo
enciende mientras ve cómo la luz de la tarde va cediendo a las sombras de la
noche. Ve su entorno como si todo se moviera en cámara lenta. Hay como un
silencio de lo cotidiano, lo que ahora le permite apreciar el empecinado aserrar
de los grillos, la lucecita juguetona de los cocuyos, el zumzum de los
mosquitos. Entonces usted se decide y saca su tablero portátil de
ajedrez. Está usted acomodando las piezas, cuando se acerca un niño o una
niña (usted calcula: entre 8 y 10 años) y se coloca a su lado, en
cuclillas. La niña-niño mira con curiosidad lo que usted hace y le
pregunta, con una inocencia fuera de toda sospecha: ¿y qué es eso?
Usted se siente halagado de tener la oportunidad de enseñar algo, sobre todo
después de que desde que llegó se la ha pasado recibiendo correcciones de su
Votán y de la familia con la que ahora vive. Así que le da una chupada al
cigarrillo y dice: “Ah, es un juego, se llama ajedrez”. Y aquí
viene el momento decisivo. Usted tiene la tentación de decir lo que no
debe decir. Piensa que, después de todo, es sólo un niño-niña y que será
divertido enseñarle ese juego misterioso de inteligencia, táctica y
estrategia. Entonces usted dice las palabras malditas: “¿Quieres que
te enseñe cómo se juega?”. Ya. Su suerte está echada. La
niña-niño dirá, con inocencia, “bueno, a ver si puedo”. Después:
la pesadilla. Pasando las primeras explicaciones “éste se llama peón”,
“éste alfil”, “éste caballo” y así, el niño-niña, se sentará
frente suyo y ya. Usted se pasará toda la tarde y parte de la noche
escuchando que le dicen “jaque mate” una y otra vez. Ya más tarde,
poco antes de que el sueño soñado ocupe el lugar del sueño real, usted
murmurará: “Maldito Sup, debí haberle hecho caso”. Yo, cerca y
lejos, encenderé la pipa, le daré otro bajón a mi bolsa de galletas de
animalitos y pensaré: “odio decir que se los dije, pero se los dije”.
He escuchado maldecir en decenas de idiomas diferentes, cuando los “maestros”
de ajedrez son apaleados por l@s niños de la zona de La Realidad. Después
de todo, por algo a este lugar le dicen “La Realidad”, ¿no?
Sobre el Futbol.
Si, por ejemplo, a usted le toca en la zona del
Caracol de La Garrucha. Misma situación que la anterior. Ahora es
un niño que trae un balón jugueteando en las manos. Ahora le está
diciendo-preguntando-retando a usted con un “¿Y en tu pueblo donde vienes
saben jugar futbol?”. Usted entonces siente que en las venas se le
agolpan Pelé y Garrincha, Maradona y Cruyff, Ronaldo y Messi (no en un Table Dance,
se entiende), Puskas y Di Stéfano (¿me fui muy lejos en el calendario?), o lo
que corresponda en sus geografía y calendario. Yo le aconsejo que sólo
sonría y pregunte por el clima o lo que sea, pero… usted empieza a ver todo
rojo y, bueno, siempre ha pensado que el chovinismo deportivo es bien tolerado
incluso en la izquierda más radical, así que, sin hacer caso a mi consejo, se
ajusta sus botas-botines-tenis-chanclas-dedos, y se pone de pie con un “¿Que
si sabemos jugar futbol en mi pueblo donde vengo?, ahora vas a ver. Vamos”.
Ya de noche, cuando usted esté en la duermevela del buen reposo, hará el
recuento de los daños y se dirá que falló el portero, la defensa, la media, la
delantera, el árbitro, la cancha empinada, el lodo y la mierda del ganado, que
después de todo la goliza recibida no fue tan mala, que quedaron que otro día
la revancha. Pero, con el último bostezo, usted murmurará: “Maldito
Sup, debí haberle hecho caso”. Yo, cerca y lejos, encenderé la pipa y
me recostaré mientras pienso: “odio decir que se los dije, pero se los dije”.
He visto equipos multinacionales de auténticos “cracks” del balompié
sucumbir en los “campos de futbol” del Caracol de La Garrucha. En esa
zona, hasta las vacas le saben a la magia del rodar de un balón.
El Pozol Agrio.
En cualquier zona que le toque de cualquiera de los
5 caracoles. “¡Hay fiesta!” escucha que dicen. Se levanta
usted, aunque todo el cuerpo le duele como si se hubiera pasado todo el día
tratando de abordar un transporte público, en hora pico y en su
geografía. Se acerca a donde está la bulla. Entonces escucha que
gritan con júbilo “¡pozol agrio!”. Hágame caso: dé media vuelta y
regrese a la champa que le toca. Si alguien le ofrece, usted discúlpese
con un “gracias, ahora estoy muy lleno” y tóquese la panza con
satisfecho énfasis. Pero, doble contra sencillo, tal vez usted se diga a
sí mismo “Bueno, vine a compartir, así que también debo compartir la alegría
que parece provocar eso que llaman pozol agrio”, y va y pide que le den un
vaso-taza. Cuando pase usted la noche entera sentado en la letrina,
tendrá la necesidad de encender un cigarrillo, manque no fume, y a la fugaz luz
del mechero, usted pensará: “Maldito Sup, debí haberle hecho caso”.
Yo, no tan cerca y sí lejos, encenderé la pipa y, mientras murmuro “odio decir
que se los dije, pero se los dije”, me retiraré más aún, porque, créame, no hay
tabaco que cubra ese olor.
La Comida.
Si piensa que algo puede hacerle daño, o sabe que
le sienta mal, o le está cayendo mal a su panza, no lo coma. No se sienta
obligad@ a comer lo que no puede. No lo van a mirar mal, ni será
expulsado de la escuelita, ni lo criticarán, ni nada de eso. En cambio le
darán medicina para la panza y le preguntarán qué puede comer que no le siente
mal. Porque bien sabemos nosotros, nosotras, que del alimento, lo que
alegra y nutre está en la palabra que lo sazona. Y sí, puede traer usted
lo que guste de comer, siempre y cuando lo comparta.
Y no me refiero a que le dé a cada quien una
porción, sino que comparta el cómo se prepara eso, cómo se come, cuál es su
historia. Y no, compartir el dolor de estómago no es parte de la vida
comunitaria.
El Recreo.
Sí, puede traer un balón, una guitarra, una obra de
teatro, una película, una historia que contar. Sólo recuerde: todo en el
colectivo. No, no el colectivo del o con el que viene, sino su colectivo
acá: su familia y su Votán. Si escucha que alguien dice “qué
alegre está esa tonelada”, no piense que se refiere al peso del tercio de
leña o del bidón de agua. Es sólo una de esas extrañas traducciones que
acá abundan: por “tonelada” se refieren a “tonada”. De
nada.
Las consignas.
“Abandone usted toda esperanza de rima”,
debería leerse al entrar a una comunidad zapatista. Si cerca suyo alguien
está ensayando una “consigna” para la fiesta de bienvenida o de fin de curso, y
usted escucha que dice “no que no, sí que sí, somos un chingo y venceremos”.
No se le ocurra decir que no va así o que no rima, porque entonces será
acribillado con “¿por qué?, ¿acaso no somos un chingo?, ¿acaso no
venceremos?” Y al final un “pero me entendiste, ¿no?”
-*-
Vale. Y no olvide empacar tres cosas básicas:
algo para el frío, algo para la lluvia y algo en que atesorar la memoria.
Desde las montañas del Sureste Mexicano.
SupMarcos.
México, Agosto del 2013.
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De Alí
Primera, la clásica “No basta rezar” en voz de un zapatista en el pasado
Festival de la Digna Rabia, en Chiapas, México.
Grupo musical de compas zapatistas de Los Altos de Chiapas.
Bailable regional interpretado por niñas zapatistas en Chiapas, en el Festival de la Digna Rabia.
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