Treceava Parte: Un juicio a modo.
Previously:
A raíz de la llamada “Guerra del Dulce de Calabaza. El Inicio”, la banda de
científicos y artistas se había aliado (oh, lo sé, pero es ficción pues) para
encontrar y castigar el culpable. Sin fundamento alguno, ubicaron al
Capitán como presunto responsable y lo citaron para comparecer en una asamblea
de “algunas partes del todo” y responder por la irresponsabilidad de sus
actos. Al recibir el citatorio, el apuesto Capitán negó todos los cargos
y, asesorado por un sabio e incorruptible escarabajo abogado (autodenominado
“el abogado-juez-fiscal-jurado-verdugo del paradójico, persistente, plural,
pulcro, puro, poblado y popular pueblo”, -búsquelo así en la boleta de junio-),
preparó su defensa. Artistas y científicos se autodenominaron jurado, y
el mismo escarabajo cumpliría el triple papel de fiscal, juez y abogado
defensor. Mientras tanto, el grupo de “Ciencias Aplicadas” probaba la
resistencia de varios tipos de cuerdas o lazos, de modo que soportaran la
esbelta figura de nuestro doliente Capitán. En el horizonte se recortaba
la figura de … ¡un momento!… ¿es eso un patíbulo?
-*-
Gracias a un ingenioso dron (en realidad es un avioncito de madera cuya hélice
es accionada por una liga retorcida hasta su estrés máximo, y que tiene en su
panza -del dron, se entiende- un espejito), creado por el colectivo científico
siguiendo unos planos del Capitán, fue posible tener una vista aérea de la
asamblea reunida en el antes comedor “Tacostumbras”, ahora renombrado “Juzgado
La Justicia es Ciega, por eso no ha llegado”.
Mientras el atractivo acusado llegaba, el jurado escuchaba los argumentos del
fiscal quien, con abundantes movimientos de manos y pies, enfatizaba su
alegato:
“Las preguntas que deben hacerse, damas, caballeros y otroas del jurado, son
si el futuro difunto (one more time) tenía un motivo para el crimen, si tuvo
los medios para perpetrarlo y si gozó de la oportunidad para concretarlo”.
El abogado encendió una pipa que, por extraño que parezca, se parecía a una que
el finado en ciernes denunció, unos días antes, como robada. Por entre el
humo de la pipa, que recordaba la niebla que suele poblar la Baker Street en
Londres, Inglaterra, continuó:
“Así que, estimado y nunca bien ponderado jurado (la cacofonía es
responsabilidad del abogado, nota de la redacción), procederé a exponerles,
mediante razonamientos inapelables, las respuestas a esos pendientes:”
¿A quién se le ocurriría hacer una batalla con dulce de calabaza? Había
arroz, frijoles, y hasta chayote. Arroz y frijol hubieran asegurado un
efecto como de “escopeta”, o de las bombas “racimo” que usan el ejército
estadunidense y el israelí en contra de la población civil. El chayote
bien cocido hubiera producido un efecto parecido al del dulce de
calabaza. Además, según investigaciones, habría en ese momento al menos
una docena de aguacates silvestres.
Entonces, se podría deducir una cierta hostilidad del criminal hacia esa
horrible creatura (la calabaza, se entiende). Es del conocimiento de esta
amable, loable y combustible comunidad (nota de la redacción: el jurisconsulto reitera sus pésimas
prosodia y sintaxis), que el acusado no oculta su animadversión al perverso
y detestable fruto de la curcubitácea. De hecho, en el pasado lejano y
reciente, hay numerosos escritos que documentan esto.
Pero
si eso no bastara, he tenido a bien traer, en calidad de testigo de cargo, a la
representante de un grupo, colectivo o equipo que se autodenomina “Comando
Palomitas”, formado por niñas y niños de dudosa calidad moral y reconocida
irresponsabilidad. Como ustedes saben, los infantes no dicen mentiras, a
menos que se trate de lo referente a la escuela, la tarea, los juegos, los
estropicios, las travesuras y, en fin, su vida toda. Como se trata de
menores de edad, voy a evitar el uso de palabras altisonantes, groserías y
bajezas lingüísticas. Está aquí presente la Verónica, vocera y líder del
mencionado grupo.
La Verónica está sentada en un banquito y consume, despreocupada, un dulce de
chamoy. El fiscal inicia el interrogatorio:
“Oyes
Verónica, ¿es cierto que al Capitán no le gusta “eso” ?, el abogado
hace un guiño al jurado y murmura: “y con “eso” me refiero a esa
palabra prohibida, malévola y perversa. La c-a-l-a..”.
La Verónica interrumpe: “A nadie le gusta “eso”. Tiene razón el
Capitán. Por eso lo apoyamos como Comando Palomitas que somos.
¿Acaso a ti te gusta?”
“¡Claro
que no!”, protestó el juez. Luego, recomponiéndose, el fiscal
agregó: “err, quiero decir que no es el tema. Sólo queremos
precisar que el Capitán odia “eso” ¿Es así?”
La Verónica asiente mientras ve con tristeza que buena parte del dulce de
chamoy le ha manchado la blusa y sus mamaces no van a estar
contentas.
El juez-fiscal aplaude; y el fiscal-juez, con la discreción aprendida frente a
la autoridad en cualquier situación de “monta choques”, fingiendo darle la mano
a la Verónica, le pasa un dulce de chamoy en forma de paleta.
Después de despachar a empujones a la Verónica, quien consideraba que un dulce
de chamoy no era pago suficiente por su declaración, el fiscal continuó:
“Tenemos pues el motivo, vayamos a los medios. ¿Tuvo el culpable, quiero decir,
el acusado, los medios para cometer el crimen que, lamentablemente, obligó a
nuestra querida comunidad artística y científica a empeñarse al doble en el
lavado de sus prendas de vestir? Dejemos de lado su evidente mal gusto en
sus atuendos y que sus “outfit´s” de fin del mundo dan pena ajena, ¿es justo
que estas luminarias del ya muy reducido mundo de las artes y las ciencias
hayan batallado para eliminar las manchas de calabaza, es decir, de “eso”?
Es
también evidente que, dada su cercanía con la Doña Juanita aquí presente (la
Doña Juanita enarca las cejas y blande amenazante el sartén, el fiscal-juez
traga saliva y suda copiosamente) …, de quien nadie podría siquiera
sospechar que sea cómplice del grave delito que nos ocupa, el acusado podría
saber que habría una paila o cazuela grande, cuyo contenido habría de abundar
en dulce de “eso”, es decir, de calabaza.
Hacerse de una cuchara, así sea de madera, no fue problema. Y, bueno,
estaban reunidas sus amables personitas para consumir los alimentos.
Ergo: las víctimas potenciales se encontraban “a tiro de cuchara en modo
catapulta”. Por lo que, es de concluir, el acusado contaba con los medios
necesarios para consumar el horrendo crimen.
En cuanto a la oportunidad, bueno, sabemos que ese día al nefasto Capitán le
tocaba turno en la cocina. Y que, aunque se ausentó alegando no sé qué
cosa de una bicicleta y la energía imperecedera, pudo saber el menú que habría.
Ergo: el mentado delincuente tuvo el motivo, contó con los medios y disfrutó de
la oportunidad de realizar su perverso y maquiavélico plan.
En conclusión: estarán ustedes de acuerdo conmigo en que el acusado es culpable
del delito de dulce de calabaza, con alevosía, premeditación y ventaja.
Por lo que pido que sea declarado culpable de todos los cargos, incluido el de
haber inducido a nuestra madre Eva para que sucumbiera a la tentación de la
belleza virtual que le sugirió la bíblica serpiente -mediante un tik-tok de
maquillaje y vestuario, que incluye una aplicación que corrige, en línea y por
una módica suscripción, “quod natura non dat, Helmantica praestat”, lo que en
castilla común quiere decir “no importa la falta de belleza y gracia físicas,
sino la falta de una aplicación digital adecuada para enmendarle la plana a la
naturaleza”. Porque, como bien se dice en los corrillos de la
jurisprudencia: “Todo lo analógico se desvanece en lo digital”, lo que se puede
traducir como “no importa el juez, sino cuánto cuesta”, o lo que es lo mismo
“with money dancing the dog, raza”. Y, bueno, nuestra madre Eva lo
sonsacó a nuestro padre Adán y el pobre no tuvo para dónde hacerse. Y, debido a
ese desafortunado incidente, aquí estamos: con un pie en la tormenta y uno en
el día después.
Establecido lo anterior, no pido para el acusado la pena de muerte por ahogo o
ahorcamiento. Aunque es cierto que sería una pena no utilizar ese
magnífico cadalso que mis colegas científicos e ingenieros, tuvieron a bien
levantar. Pero piensen que bien podría servir como parte del templete
para el próximo encuentro de Arte, al que, me informan, tendrán acceso gratuito
todas las personas científicas que así lo acrediten… y las que no,
también.
Tampoco pido que sea expulsado hacia una Nación por muy naranja que se
presente. Entre otras cosas, porque ya no hay naciones, ni constituciones
ni leyes que se violen para agradar y darle rating al extraño enemigo; tampoco
encuestas, ni nacionalismos rancios de torta y matraca con los que, ataño,
cierto partido político celebraba sus miserias y se tomaba selfies distraído
por la emoción.
Mucho menos demando que sea condenado a comer sopa de calabaza por una semana,
porque tampoco hay que exagerar.
El popular y poblado abogado del pueblo posible, hizo una pausa para generar
suspenso… y para tratar de recordar su parlamento.
“Pido pues que el acusado sea declarado culpable de todos los cargos habidos y
por haber. Pero que sea sentenciado a cubrir mis honorarios sin excusas
ni pretextos, al contado y no mediante esas fraudulentas aplicaciones
bancarias, ni en una tienda de conveniencia”.
Un murmullo recorrió el juzgado, quiero decir, la asamblea. Pero no por
el súbito giro que el populoso y apreciado abogado del pueblo público había
dado a su discurso, sino porque se corrió el rumor de que, a la Marijose y la
banda de taquería Común, les tocaba turno en la cocina y se especulaba si el
menú tendría tacos al pastor, de bistec, de suadero, de carnitas o
campechanos. En lo alto de su local se leía el lema de tan vital
sustento: “Con una buena salsa, hasta piedras, compa”.
-*-
En un cielo vacío de estrellas, la luna no duerme. Duele su panza.
No son pocos los dolores que la agobian. No pocas las lágrimas con que
las nubes la acompañan. Aunque a veces, sólo a veces, hay sonrisas que
abajo se crecen, porque hay historias anteriores y actuales:
Al pie de un viejo olivo, rejuvenecido en flores, una niña escucha atenta las
palabras de su abuela. Con cuidado las guarda en su corazón y
memoria. No es un cuento lo que escucha; lo que recibe es una bandera:
كان هناك في العصور القديمة
المقاومة والتمرد
دائم، دائما
(“Hubo, en la antigüedad del tiempo…
Resistencia y rebeldía
Siempre, siempre”)
Más acá, en un cuarto cerrado; o en una prisión sin paredes y con sólo el
miedo, la crueldad y la complicidad como celadoras; o bajo tierra junto a
otras, otros; o entre un montón de cenizas; o en una morgue del SEMEFO; hay
quien espera que alguien abra la puerta de la memoria, hay quien alimenta la
esperanza de que, quien busca, le encuentre.
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¿A quién le importan esa anciana y esa niña palestinas? ¿A quién esas
ausencias ignoradas en la geografía llamada México?
Bueno, pues al menos a nosotros, los zapatistas, los más pequeños.
Porque al buscar, nos encontramos.
(continuará…)