Palabras de los pueblos zapatistas.
13 de agosto del 2021.
Hermanas, hermanos, hermanoas:
Compañeros,
compañeras, compañeroas:
Por nuestras voces
hablan las comunidades zapatistas.
Primero queremos
agradecer.
Agradecer que nos
hayan invitado.
Agradecer que nos
hayan recibido.
Agradecer que nos
hayan hospedado.
Agradecer que nos
hayan alimentado.
Agradecer que nos
hayan cuidado.
Pero sobre todo
agradecerles que, a pesar de sus diferencias y contrariedades, se hayan puesto
de acuerdo para esto que hoy hacemos. Que tal vez les parecerá poco a
ustedes, pero para nosotros los pueblos zapatistas es muy grande.
-*-
Somos zapatistas
de raíz maya.
Somos de una
geografía llamada México y atravesamos el océano para decirles estas palabras,
para estar con ustedes, para escucharles, para aprender de ustedes.
Somos de México y
en ustedes y con ustedes encontramos cariño, cuidado, respeto.
El Estado Mexicano
y sus gobiernos no nos reconocen como nacionales de esa geografía. Somos
extraños, extranjeros, indeseables, inoportunos en los mismos suelos que fueron
cultivados por nuestros antecesores.
Para el Estado
Mexicano somos “extemporáneos”. Eso dice el acta de nacimiento que,
después de muchos gastos y viajes de nuestros poblados a las oficinas del mal
gobierno, logramos obtener. Y lo hicimos para poder llegar hasta ustedes.
Pero no hemos
llegado hasta acá para quejarnos. Ni siquiera para denunciar al mal
gobierno que padecemos.
Sólo les decimos
esto, porque es ese mal gobierno el que le ha exigido al Estado Español que
pida perdón por lo ocurrido hace 500 años.
Deben comprender
que, además de ser un sinvergüenza, el mal gobierno de México es también
ignorante de la historia. Y la tuerce y acomoda a su conveniencia.
Así que dejemos de
lado a los malos gobiernos que cada quien padecemos en nuestras geografías.
Ellos son sólo
capataces, empleados obedientes de un criminal mayor.
-*-
Quienes
formamos el Escuadrón Marítimo Zapatista, y que nos conocen como el Escuadrón
421, hoy estamos frente a ustedes, pero sólo somos el antecedente de un grupo
más grande. Hasta 501 delegados. Y somos 501 sólo para demostrarles
a los malos gobiernos que vamos delante de ellos. Mientras ellos simulan
un festejo falso de 500 años, nosotros, nosotras, nosotroas,
vamos ya en lo que sigue: la vida.
En el año 501
habremos de recorrer los rincones de esta tierra insumisa.
Pero no se
preocupen. No vendrán los 501 delegados y delegadas de un jalón.
Sino que por partes irán llegando.
Ahora mismo, en
las montañas del Sureste Mexicano, se está preparando la compañía zapatista
aerotransportada a la que llamamos “La Extemporánea” y que está formada por
mujeres, hombres, niños y niñas zapatistas.
Con esta compañía
aerotransportada viajará también una delegación del Congreso Nacional
Indígena-Concejo Indígena de Gobierno y del Frente de Pueblos en Defensa de la
Tierra y el Agua.
Todas, todoas,
todos han padecido para conseguir papeles y vacunas. Se han enfermado y
se han aliviado. Han tenido hambre y han estado lejos de sus familias,
sus comunidades, su tierra, su lengua, su cultura.
Pero todos, todas
y todoas están animados y entusiasmados por llegar a encontrarles.
Pero no es en actos grandes, sino que en los lugares donde ustedes resisten, se
rebelan, luchan.
Tal vez a alguien
le parezca que nos interesan los grandes actos y el impacto mediático, y así
valoren los éxitos y fracasos.
Pero nosotros hemos
aprendido que las semillas se intercambian, se siembran y crecen en lo
cotidiano, en el suelo propio, con los saberes de cada quien.
El mañana no se
gesta en la luz. Se cultiva, se cuida y se nace en las sombras
inadvertidas de la madrugada, cuando la noche empieza apenas a ceder terreno.
Los terremotos que
sacuden la historia de la humanidad empiezan con un “ya basta” aislado, casi
imperceptible. Una nota discordante a mitad del ruido. Una grieta
en el muro.
-*-
Por eso es que no
venimos a traer recetas, a imponer visiones y estrategias, a prometer futuros
luminosos e instantáneos, plazas llenas, soluciones inmediatas. Ni
venimos a convocarles a uniones maravillosas.
Venimos a
escucharles.
No será fácil,
cierto.
Somos tan
diferentes, tan distintos, tan lejanos, tan contrarios y, sobre todo, tan
contradictorios.
Nos separan muchas
cosas.
Tal vez, al
hablar, queriéndolo o no, no sólo decimos nuestra historia, también demostramos
la convicción de que lo nuestro es lo que vale, es la verdad.
Cada mirada al
pasado nos divide. Y no es de balde esa diferencia. En cada mirada
hay rabia y dolor que con legitimidad se asoman a lo anterior.
Es cierto que
al mirar la historia pasada buscamos encontrar lo que queremos. Sea
rabias, rencores, condenas o absoluciones. Aunque hay estudios serios y
profundos, podemos buscar el que nos conviene, el que nos da la razón. El
que nos justifica. Y lo hacemos “verdad”.
Así podemos juzgar
y condenar. Pero la justicia queda olvidada.
Y así podemos
encontrar muchas cosas que nos dividen y confrontan.
Tenemos broncas en
nuestra familia, en nuestro grupo, colectivo, organización. En nuestro
barrio. En nuestra comarca. En nuestra geografía.
Cada quien tiene
un dolor que le marca. Una rabia que le mueve.
Y esos dolores y
esas rabias, que no son pocas, están ahí.
Y los pueblos
zapatistas decimos que sólo una amenaza más grande, un dolor más terrible, una
rabia mayor, es la que puede hacer que nos pongamos de acuerdo en dirigir esa
rabia y ese dolor más arriba.
Pero no es que
desaparezcan esas diferencias que tenemos, como en los falsos llamados a la
“unidad” que suelen hacer los de arriba cuando los de abajo les piden cuentas.
No, de lo que
hablamos las comunidades zapatistas es de una causa, de un motivo, de una meta:
la vida.
No se trata de
abandonar convicciones y luchas. Al contrario. Pensamos que las
luchas de mujeres, de otroas, de trabajadores, de
originarios, no sólo no deben detenerse, sino que debieran ser más profundas y
radicales. Cada quien enfrenta una o varias cabezas de la Hidra.
Porque todas esas
luchas, de ustedes y de nosotros los pueblos zapatistas, son por la vida.
Pero mientras no
destruyamos al monstruo en su corazón, esas cabezas seguirán brotando y
cambiando de forma pero con mayor crueldad.
-*-
Ahora, en estos
tiempos, miramos y sufrimos una destrucción gigantesca; la de la naturaleza,
con la humanidad incluida.
Porque bajo los
escombros, las cenizas, el lodo, las aguas sucias, las pandemias, la
explotación, el desprecio, el despojo, el crimen, el racismo y la intolerancia,
hay seres humanos sin vida. Y cada vida es una historia que se convierte
en un número, una estadística, un olvido.
El futuro, la
historia por venir, es, como el presente, una pesadilla real. Y, cuando
pensamos que no puede ser peor, viene la realidad a golpearnos en el rostro.
Y entonces cada
quien ve por sí mismo y, en el mejor de los casos, por sus cercanos: su
familia, sus amistades, sus personas conocidas.
Pero, así como en
cada rincón del planeta, en cada corazón que late, hay una desgracia presente y
una por llegar, hay también una resistencia, una rebeldía, una lucha por la
vida.
Porque vivir no es
sólo no morir, no es sobrevivir. Vivir como seres humanos es vivir con
libertad. Vivir es arte, es ciencia, es alegría, es baile, es lucha.
Y claro, vivir
también es estar en desacuerdo con una u otra cosa, discutir, debatir,
confrontar.
Entonces hay
alguien o algo que nos impide vivir, que nos arrebata la libertad, que nos
engaña, que nos estafa, que nos acorrala, que nos va quitando el mundo de cada
quien a mordiscos, a tajos, a heridas.
Ahí podemos elegir
al responsable. Buscar un culpable. Confrontarlo y hacer
justicia. Alguien o algo que pague, que responda por ese dolor que nos
deja solos, solas, soloas. Que nos arrincona en una
isla cada vez más pequeña, tan diminuta que sólo queda el yo de cada quien.
Y aún ahí, en la
pequeña isla, lejana de todo y de todos, nos obligan a ser otra cosa, a no ser
lo que somos. Nuestra historia individual que tiene su parte de historia
colectiva: una habitación, una casa, un barrio, una comunidad, una geografía,
una causa que debe ser cambiada y traicionada para ser parte de otra cosa.
Una mujer que sea
del agrado del hombre. Unoa otroa que
sea aceptada por lo hetero. Una juventud a la satisfacción de la
madurez. Una vejez tolerada por la juventud. Una niñez en disputa
por jóvenes, adultos, ancianos. Una fuerza de trabajo eficiente y dócil
para el capataz. Un capataz al gusto del Mandón.
Y esa presión para
transformarse en lo que no somos tiene el modo de la violencia.
Y es
estructural. Todo el sistema está construido para imponer el molde de la
normalidad.
Si somos mujeres,
debemos serlo según el molde de los varones.
Si somos otroas,
debemos serlo según el molde de lo heterosexual.
Por ejemplo, ya
ven que hasta hay clínicas para “corregir” la diferencia sexual.
Bueno, pues el
sistema es una gigantesca y brutal clínica que “cura” la “anormalidad”.
Una máquina que ataca, aísla y liquida lo otro, lo diferente.
Entonces pues así
nos traen, día y noche, queriéndonos domar, buscando domesticarnos.
Y nosotros, pues
resistiendo. Toda la vida y generaciones completas resistiendo,
rebelándose. Diciendo “no” a la imposición. Gritando “sí” a la
vida.
No es nuevo, es
cierto. Podríamos remontarnos 5 siglos atrás y la misma historia.
Y lo ridículo de
todo eso es que, quienes nos oprimen ahora, pretenden tomar el papel de
nuestros “libertadores”.
-*-
Sin embargo, algo
es diferente. Y es que el dolor de la tierra, de la naturaleza, también
se ha unido al nuestro.
Y aquí podemos
estar o no de acuerdo. Podemos decir que no es cierto, que las pandemias
se terminarán, que las catástrofes cesarán, que el mundo, que nuestra vida en
el mundo, volverá a ser como antes. Aún cuando ese “antes” era y es de
dolor, destrucción e injusticia.
Nosotros, los
pueblos zapatistas, pensamos que no. Que no sólo no volverá a ser como
antes. Que se va a poner peor.
Nosotras las
comunidades zapatistas nombramos al responsable de estos males y le llamamos
“capitalismo”.
Y también decimos
que sólo con la destrucción total de ese sistema será posible que cada quien,
según su modo, su calendario y su geografía, habrá de levantar otra cosa.
No perfecta, pero
sí mejor.
Y a eso que se
construya, a esas nuevas relaciones entre los seres humanos y entre la
humanidad y la naturaleza, se le pondrá el nombre que a cada quien le dé la
gana.
Y sabemos que no
será fácil. Que no lo es ya.
Y sabemos bien que
no podremos solos, cada quien en su parcela combatiendo contra la cabeza de la
hidra que le toca padecer, mientras el corazón del monstruo se rehace y crece
todavía más.
Y sobre todo
sabemos que no habremos de mirar ese mañana en el que, al fin, la bestia arda y
se consuma hasta que de ella sólo quede un mal recuerdo.
Pero también
sabemos que haremos nuestra parte, aunque sea pequeña, aunque la olviden las
generaciones venideras.
-*-
Como comunidades
zapatistas que somos, vemos señales.
Pero tal vez
estamos equivocados como pueblos que somos.
Ya ven que dicen
que somos ignorantes, retrasados, conservadores, opositores al progreso,
pre-modernos, bárbaros, incivilizados, inoportunos e inconvenientes.
Tal vez es así.
Tal vez estamos
atrasados porque como mujeres que somos o como otroas,
podemos salir a pasear sin temor de que nos ataquen, nos violen, nos
descuarticen, nos desaparezcan.
Tal vez estamos en
contra del progreso porque nos oponemos a los megaproyectos que destruyen la
naturaleza y nos destruyen como pueblos, y que heredan muerte para las
generaciones que siguen.
Tal vez estamos en
contra de la modernidad porque nos oponemos a un tren, una carretera, una
presa, una termoeléctrica, un centro comercial, un aeropuerto, una mina, un
depósito de material tóxico, la destrucción de un bosque, la contaminación de
ríos y lagunas, el culto a los combustibles fósiles.
Tal vez somos
atrasados porque honramos a la tierra en lugar de al dinero.
Tal vez somos bárbaros
porque cultivamos nuestros alimentos. Porque trabajamos para vivir y no
para ganar paga.
Tal vez somos
inoportunos e inconvenientes porque nos gobernamos a nosotros mismos como
pueblos que somos. Porque consideramos el trabajo de gobierno como un
trabajo más de los comunitarios que habremos de cumplir.
Tal vez somos
rebeldes porque no nos vendemos, porque no nos rendimos, porque no claudicamos.
Tal vez somos todo
eso que dicen de nosotros.
-*-
Pero algo miramos,
algo escuchamos, algo sabemos que está pasando y que va a pasar.
Y por eso estamos
en este viaje. Porque pensamos y sabemos que no somos los únicos que
luchamos, que no somos los únicos que vemos lo que está pasando y lo que va a
pasar.
Nuestro rincón del
mundo es una pequeña geografía de lucha por la vida.
Estamos buscando
otros rincones y queremos aprender de ellos.
Por eso llegamos
hasta acá, no a traerles reproches, injurias, reclamos, cobros por deudas
impagadas.
Aunque eso esté de
moda y aunque cualquiera diría que sí, que tenemos razón en esos reclamos o que
no sabemos lo que debemos hacer y ellos, los malos gobiernos, lo harán por
nosotros.
Y que esté de moda
que esos malos gobiernos se escondan detrás de nacionalismos de cartón.
Y que, bajo la
bandera del nacionalismo, nos cubramos nosotros y se cubra también quien nos
oprime, quien nos persigue, quien nos asesina, quien nos divide y nos
confronta.
No. No venimos a
eso.
Detrás de los
nacionalismos se esconden no sólo las diferencias, también y sobre todo los
crímenes. Bajo un mismo nacionalismo se cobijan el macho violento y la
mujer agredida, la intolerancia heterosexual y la otredad perseguida, la
civilización depredadora y el pueblo originario aniquilado, el capital
explotador y los trabajadores subyugados, los ricos y los pobres.
Las banderas
nacionales ocultan más de lo que muestran, mucho más.
Porque pensamos
eso, es que nuestro empeño por la vida es mundial. No reconoce fronteras,
lenguas, colores, razas, ideologías, religiones, sexos, edades, tamaños,
banderas.
Por eso la
nuestra, es una Travesía por la Vida.
-*-
Ésta es de las
pocas veces que haremos uso de la palabra en un acto donde unos pocos hablan y
muchos escuchan.
Y lo aprovechamos
para hacerles una petición respetuosa.
Cuéntenos su
historia. No importa si es grande o pequeña.
Cuéntenos su
historia de resistencia, de rebeldía. Sus dolores, sus rabias, sus “no” y
sus “sí”.
Porque nosotras
las comunidades zapatistas hemos venido a escuchar y a aprender la historia que
hay en cada habitación, en cada casa, en cada barrio, en cada comunidad, en
cada lengua, en cada modo y en cada ni modos.
Porque, después de
tantos años, hemos aprendido que en cada disidencia, en cada rebeldía, en cada
resistencia, hay un grito por la vida.
Y, según nosotros
los pueblos zapatistas, de eso se trata todo: de la vida.
Y, cuando un día
cualquiera, alguien les pregunte “¿a que vinieron los zapatistas?”, juntos
podremos responder, sin pena para ustedes y sin vergüenza para nosotras,
“vinieron a aprender”.
500 años después,
las comunidades zapatistas vinieron a escucharnos.
Desde
Madrid, en la geografía que llaman España,
y en estos suelos y bajo estos cielos renombrados como
SLUMIL K´AJXEMK´OP, o “tierra insumisa”.
A
nombre de las comunidades zapatistas.
El
Escuadrón Marítimo Zapatista, llamado “Escuadrón 421”.
Planeta Tierra. 13 de agosto, apenas 500 años después.
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