miércoles, 16 de octubre de 2024

El EZLN denuncia agresiones y amenazas contra sus bases de apoyo

COMUNICADO DEL COMITÉ CLANDESTINO REVOLUCIONARIO INDÍGENA-COMANDANCIA GENERAL DEL EJÉRCITO ZAPATISTA DE LIBERACIÓN NACIONAL.

MÉXICO.

16 DE OCTUBRE DEL 2024.

A LA SEXTA NACIONAL E INTERNACIONAL:

A QUIENES FIRMARON LA DECLARACIÓN POR LA VIDA:

COMPAS:

  DESDE HACE UNAS SEMANAS, POBLADORES DE PALESTINA HAN AMENAZADO A MUJERES, ANCIANOS, NIÑOS Y HOMBRES DEL POBLADO ZAPATISTA “6 DE OCTUBRE”, PARTE DEL CARACOL DE JERUSALÉN, CON DESALOJARLOS DE LAS TIERRAS QUE OCUPAN Y TRABAJAN, EN FORMA PACÍFICA, DESDE HACE MÁS DE 30 AÑOS.

  HASTA ANTES DE ESTE “CAMBIO” DE GOBIERNO, EL POBLADO “6 DE OCTUBRE” HABÍA CONVIVIDO EN PAZ Y ARMONÍA CON LAS POBLACIONES DE LOS ALREDEDORES, SIN QUE HUBIERA ROCES O PROBLEMAS.

  DESDE EL PRINCIPIO DE ESTE PROBLEMA, EL GOBIERNO AUTÓNOMO LOCAL (GAL) DE “6 DE OCTUBRE” Y LA ASAMBLEA DE COLECTIVOS DE GOBIERNOS AUTÓNOMOS ZAPATISTAS (ACEGAZ) DEL CARACOL JERUSALÉN, HAN INSISTIDO EN EL DIÁLOGO Y EL ACUERDO CON LAS AUTORIDADES COMUNALES DE PALESTINA, PERO HA SIDO EN VANO.  ESAS AUTORIDADES DE PALESTINA SEÑALAN QUE CUENTAN CON EL RESPALDO DE LAS AUTORIDADES MUNICIPALES DE OCOSINGO Y DEL GOBIERNO DEL ESTADO DE CHIAPAS (PVEM Y MORENA RESPECTIVAMENTE), Y QUE TIENEN INDICACIONES DE DICHOS MALOS GOBIERNOS PARA OTORGAR A LOS AGRESORES LOS PAPELES QUE ACREDITEN SU PROPIEDAD SOBRE LAS TIERRAS DESPOJADAS.

  MISMOS POBLADORES DE PALESTINA SEÑALAN QUE HAY PRESIONES DEL LLAMADO CRIMEN ORGANIZADO PARA QUE SEAN DESALOJADOS NUESTRAS COMPAÑERAS Y COMPAÑEROS, Y QUE HAY ACUERDO DEL CRIMEN ORGANIZADO CON LOS DISTINTOS NIVELES DE GOBIERNO PARA DAR CARÁCTER “LEGAL” A ESTE DESPOJO.

  LAS AMENAZAS HAN IDO SUBIENDO DE TONO HASTA INCLUIR LA PRESENCIA DE PERSONAS DE PALESTINA CON ARMAS LARGAS DE ALTO PODER, AMENAZAS DE VIOLACIÓN A MUJERES, QUEMA DE CASAS Y ROBO DE PERTENENCIAS, COSECHAS Y ANIMALES.

  LAS PROVOCACIONES NO CESAN.  EL CARACOL DE JERUSALÉN ERA DE UNA DE LAS SEDES CONTEMPLADAS PARA LA CELEBRACIÓN DE LOS ENCUENTROS DE RESISTENCIA Y REBELDÍA 2024-2025.

  COMO DEBEMOS ESTAR PENDIENTES DEL DETERIORO DE ESTA GRAVE SITUACIÓN, SUSPENDEREMOS TODA COMUNICACIÓN E INFORMACIÓN SOBRE DICHOS ENCUENTROS Y CONTEMPLAREMOS LA CANCELACIÓN DE ELLOS DEBIDO A QUE NO HABRÍA SEGURIDAD PARA LOS ASISTENTES EN NINGÚN LUGAR DE CHIAPAS.

  ÉSTA ES LA REALIDAD DE LA “CONTINUIDAD CON CAMBIO” EN LOS MALOS GOBIERNOS.

ES TODO.

Por el Comité Clandestino Revolucionario Indígena-Comandancia General del

Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Subcomandante Insurgente Moisés.

México, octubre del 2024.

 


Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Sexta Parte: Ciencias Aplicadas

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.

Sexta Parte: Ciencias Aplicadas.

  “Perro”, así se llama la bicicleta del capitán.  Cada vez da razones distintas, pero, la que más se acerca a la realidad, es la que dice que, cuando niño, un vecino tenía un perro y le puso de nombre “bicicleta” al animalito.  En el averiado sentido de la “justicia” del capitán, lo lógico era compensar, así que su bicicleta se llama “Perro”.  Como “bicicleta” es femenino, entonces era de esperar que le hubiera puesto de nombre el femenino de “Perro”.  Pero, tal vez previendo las complicaciones que le traería la traducción en inglés, o porque piensa que la disposición de géneros es como la asignación de destinos, una trampa eludible, quedó “Perro”.

  En fin, el asunto es que todo empezó con el “Perro”.  El capitán no ha querido convertir su bicicleta mecánica en una eléctrica, porque cree, ingenuo, que puede encontrar otra opción.

  Pero ésta, la del “Perro”, es sólo una parte de la ecuación, siempre en esta situación hipotética.

  La otra es un colectivo o grupo de personas que le hacen a eso de la ciencia.  La coincidencia entre el “Perro” y ese colectivo tal vez no sólo sea la natural tendencia, que está presente en algunas personas, a llevar la contraria.  Este colectivo, que de ahora en adelante llamaré de “Ciencia Aplicada”, es contreras.  O sea que, digamos, no sigue la tendencia mayoritaria en la comunidad científica.  Es decir, no es frívolo, superficial e ignorante del mundo más allá de su especialidad.  Es, pues, un colectivo minoritario.  Así que no pierda usted el tiempo buscando el nombre en los catálogos de científicos.  Además de esta grave falta a la tradición científica, este colectivo no busca publicar en revistas especializadas, ganar premios, becas, renombre, puestos gubernamentales o no-gubernamentales, encallar en la academia.  Centra, en cambio, su trabajo en buscar aplicar los conocimientos científicos a la realidad.

  La ecuación “Perro-Capitán-Ciencia Aplicada-Día Después”, tiene que ver con dos cofas de vigía de dos navíos ignorados: el pequeño del colectivo Ciencia Aplicada y el más pequeño de los zapatistas.  Aunque aparentemente en mares distintos y, no pocas veces, dispares, desde ambas embarcaciones alcanzaron a ver a lo lejos lo que se venía.  La tormenta pues.

  No se sabe si hubo un encuentro personal y formal entre ambos, o si fue una de esas coincidencias imposibles.  El caso es que, el colectivo, a partir de sus conocimientos científicos, y el zapatismo, desde sus saberes no científicos, llegaron a la misma conclusión.

  Y en uno y otro barco, el corolario no fue tirarse al vicio y la perdición (aunque el capitán qué más quisiera), ni reventarse en antros y fiestas de guardar.  Por alguna extraña razón, difícil de explicar con razón o sin ella, desde ambas cofas lograron mirar más allá de la tormenta y concluyeron que el problema, más que la tormenta misma, era… el día después.

  El jefe supremo del “sistema de correos y desvaríos del ezetaelene”, un escarabajo esquizofrénico, le confió a nuestro querido (já), admirado (já al cuadrado), bien amado (factorial de já), y nunca bien ponderado capitán, la existencia de ese colectivo rebelde, insumiso, sacrílego y, para colmo, científico.

  El capitán obvió la parte de preguntarle al escarabajo cuándo rayos obtuvo ese cargo, y pidió la dirección electrónica.  Se comunicó con ellos y, claro, ellas.  La carta del capitán detallaba lo siguiente:

  Se inspiró en lo que, en el mundo de las bicicletas eléctricas, se conoce como “freno regenerativo” (que consiste, grosso modo, en que, al frenar, la energía cinética del motor que se perdería en el frenado se dirige a la batería del vehículo para recargarla).  Como este sistema requiere un tipo de motor y dispositivo especiales, la recuperación de la energía no es al 100%, es más caro y exige mayor mantenimiento, el capitán retomó su idea original: una bicicleta de cuerda.  Sí, como los cochecitos de juguete de las infancias de antes, donde se le daba cuerda para que el auto se moviera por un “motor” -que no era sino una muelle en espiral, comprimida hasta el tope, que, al liberarse y “desenrollarse”, mediante engranes, proveía movimiento a las ruedas.  Justo como un reloj tradicional.  También se usaba en juguetes y muñecas (que fueron destripados científicamente para descubrir la “magia” que les daba movimiento).

  La idea del capitán es diseñar una bicicleta con este principio: un dispositivo que, al liberar el resorte o muelle, produzca movimiento y que dicho movimiento genere la energía necesaria para volver a comprimir el resorte o muelle, y así por siempre jamás.

  La primera respuesta del colectivo “Ciencias Aplicadas” no fue muy alentadora, aunque sí tan lacónica como un enunciado: “La tesis de energía-motor-energía-motor está bien para youtubers y similares.  Ni la teología recurre a ella.  Ni modos, mi capi, hay que pedalear”.

  Siguiendo el principio científico de “duda siempre”, la segunda respuesta fue aún más escueta pero más prometedora: “No es posible… todavía.  Bueno, en realidad no sabemos”.  La tercera contestación llovía sobre mojado: “yo uso motocicleta”.

  Como era de esperar, esto animó a nuestro intrépido (si sobraron algunos “já”, favor de agregar) capitán.  Empezó a trabajar febrilmente en su desprestigiado taller de bicicletas, esperando encontrar el santo grial de la energía infinita.  Bueno, en realidad esperaba que durara más que la producida por sus hermosas y bien torneadas piernas (já´s a discreción).

  Aun así, cuando hablaba de las bicis, el capitán solía decir: “éste es un vehículo que funciona con pozol y agua, es eco-friendly, de tan bajo costo que lo más caro son los vendajes y antisépticos para las heridas en las caídas.  Usa siempre casco de protección.  Mucho ojo: nunca, y quiero decir nunca, trates de rebasar a un camión de volteo ni a un hato de vacas”.

-*-

  Mientras, la tormenta arreciaba.

  Como es (o debería ser) característica de los conocimientos científicos, el colectivo de “Ciencias Aplicadas” miró a dónde iba todo.  Colectó datos, los comprobó, los cruzó, analizó modelos de simulación, consultó tablas, estadísticas, hechos.  Llegó a una conclusión: el destrozo causado sería el fin del mundo como lo conocían.  O sea, que todo iba a valer madre.  Bueno, no con esas palabras, sino algo más científico.

  En lugar de cortejar directores, CEO´S y jefes de departamentos, o de buscar un puesto con cargo al ya raquítico presupuesto a la ciencia, el colectivo se dio en colectar materiales básicos cuya escasez o inexistencia posterior era previsible.

  Así que fue juntando una gran cantidad de alambres, cables, diodos, transistores, resistencias (o sea, las otras resistencias), moduladores, osciladores, bobinas, dinamos, relevadores y otras cosas igual de misteriosas.  Probaron algunos modelos experimentales.  Se animaron al comprobar que podían elevar la producción energética de un dinamo en la rueda de una bicicleta hasta… ¡hacer funcionar una bocina de medio pelo!

  Claro, el reto que les puso el Subcomandante Insurgente Moisés era mucho mayor: hacer funcionar los equipos de una sala de quirófano.  Sin embargo, el colectivo se sabía en buen camino.

  Si estaban los doctores fraternales, los promotores de salud, las instalaciones y, pronto (o eso esperamos), los equipos necesarios, entonces el problema era que funcionaran incluso si se carecía de la energía eléctrica de la red, extinta en esta hipótesis.

  Cuando ya la tormenta arreciaba y prácticamente la víspera, el colectivo se trasladó, con todo y sus tiliches, a la comunidad de la que les he platicado.  Así que, cuando llegó la banda artistosa, la “ciencia aplicada” ya se encontraba instalada desde tiempo antes.  Y organizada.

  A instancias del SubMoy, habían construido sus champas en un sector al que llamaron, haciendo honor a su historia y vocación, “El Apagón”.  Se encuentra ubicada frente al sitio donde se instalaron los doctores fraternales y los promotores de salud, quienes, para no quedarse atrás, bautizaron su lugar con el sugerente nombre de “Lava tu mano y no estés jodiendo”.

  Ambos colectivos se organizaron de modo que, por turnos, mientras una parte cumplía con los trabajos necesarios para sobrevivir, la otra se dedicaba a crear toda clase de ingenios y dispositivos, en la ciencia aplicada; y, en el caso de los fraternales a la salud preventiva, así como a atender casos médicos más complicados.

  En lo que se refiere a “Ciencia Aplicada”, aunque no habían aún logrado producir energía suficiente para el quirófano, sí podía esperarse que en, el siguiente encuentro-baile, hubiera la suficiente para darle vida al micrófono, un par de bocinas y, tal vez, dios lo quiera, al teclado.

  ¿Y el capitán?  Bueno, cuando lo topan, los del colectivo le dan carrilla y se burlan diciéndole: “¡Ése mi capitán Frankestein!  ¿Cómo va la bici biónica?”.  El capitán ríe y responde: “Científicos necios que acusáis al capi sin razón, sin ver que sois vos la ocasión de lo mismo que culpáis.  Algún día”.

  El “Perro” sigue en el taller, fragmentado, rodeado de herramientas y toda clase de fierros, alambres, tablas y clavos.  Cada madrugada infructuosa, el capitán arroja el martillo maldiciendo y conjurando: “algún día, algún día”.

-*-

  ¿Eh?  ¿Le extraña que, en esta situación hipotética, ese colectivo de ciencias aplicadas haya llegado antes?

  Bueno, si las ciencias no son capaces de vislumbrar el día después, ¿entonces para qué son las ciencias?

  Si “A entonces B” y usted tiene todos los elementos de “A”, es de concluir que se sigue “B”.

  Ergo: como sentencia el nombre del comedor comunitario (donde el colectivo Ciencia Aplicada ha provocado ahora un motín al usar las cucharas para demostrar un principio científico aplicado a las catapultas… con dulce de calabaza -una cosa es la ciencia y otra la puntería-): “No dejes para mañana lo que te puedas zampar hoy”.

  Claro, en su equivalente científico…

  Oh, oh, la Doña Juanita ha salido blandiendo un sartén gigante en una mano, y un cucharón XXXL en la otra, a exhortar a los comensales al diálogo ciencia-arte.  El capitán, protegido detrás de una trinchera de comales y ollas, con un casco protector modelo “Predator”, le hace una señal a los musiqueros para que se arranquen con la rola “Yo no fui”, de Consuelito Velázquez: “si te vienen a contar…”

Continuará…

Desde el taller científico de bicicletas “mi abuelita en ídem”.



 






El Capitán.
Octubre del 2024.

 

 


martes, 15 de octubre de 2024

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Quinta parte. La incógnita


 Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.

Quinta parte. La incógnita.

f). – Usted solía hacerle a la escultura.  En madera, yeso, piedra, hierro, bronce, creaba figuras, imágenes, formas.  No lamenta mucho lo que pasó.  Ya le desesperaba vivir de bustos y estatuas de políticos, y de cortejar gobiernos para que le financiaran sus proyectos.  Lleva varios días desde que llegó a esa comunidad y, como es medianamente inteligente, ha entendido de qué va todo ese asunto: esas personas se plantean el reto de volver a empezar.

  Deambulando, llegó hasta donde un joven labraba, con un machete, madera balsa.  “Es Corcho, así le decimos acá”, le aclaró él.  Con habilidad le fue dando forma hasta que quedó una tabla tan lisa e impecable que sería la envidia de la mejor máquina aserradora, cepilladora, pulidora.  Pero ya no hay máquinas eléctricas.  Y si las hay, falta la electricidad para echarlas a andar.  Toma usted un pedazo de “corcho” y mira al joven.  Él hace un ademán como diciéndole “tómala sin pena”.  El joven le muestra la tabla que labró y le aclara: “es para el comedor”.  Usted va de un lado a otro, sin saber qué hacer con el trozo de corcho.  Entiende lo que se propone esa gente, pero, más que certezas y propuestas, lo que usted tiene son dudas.

  Otro día usted descubre la tabla a la entrada del comedor con un letrero que advierte: “Elige: o lavas tu mano o dolor de tu panza”.  Una mano infantil, se adivina por el trazo de la letra, había agregado “Dolor de panza = clínica = inyección =duele mucho”.  Otra mano infantil había añadido “Cobarde”.  La mano inicial respondía “no soy cobarde”.  Luego una larga secuencia de “Sí eres”, “No soy”, que casi llenaba la tabla.  El debate terminaba con un “si no sos cobarde, entonces ¿por qué no andas en bicicleta en la grava?”  Ya no hubo respuesta.

  Cuando se asomó al comedor el primer día, usted pensó “es como en una cárcel”.  Tomó su plato y se salió, esperando que alguien lo obligara a entrar de nuevo.  Pero no, nadie lo detuvo y afuera, bajo árboles, en el suelo o en bancas rústicas, no eran pocos los que comían en parejas, pequeños grupos o solitarios.  Anduvo por el poblado sin ninguna restricción.  Incluso probó a salir de la comunidad y no sonó ninguna alarma, ni apareció un grupo de personas armadas siguiendo a la jauría que arrancaría en su búsqueda.

  Después de lavar su plato y, claro, sus manos (porque usted no es cobarde, pero tampoco es fan de las inyecciones), se sienta y, sin darse apenas cuenta, empieza a labrar, con su vieja y mellada navaja, el trozo de corcho.  La figura va tomando forma.

  En la asamblea, cuando llega su turno de presentarse, usted saca de su regazo la pequeña figura.  Es una especie de signo de interrogación, sin color, pero con sus formas bien definidas.

  Le preguntan “¿Qué es eso?”.  “No sé”, responde.  Y sin titubear agrega: “No sabemos”.  La asamblea guarda un silencio expectante.  Quienes coordinan se miran entre sí y dicen “Bueno, ya lo averiguaremos”.

  Al otro día, usted sonríe cuando ve la figura sobre la mesa de la coordinación de la asamblea.  No se detiene mucho tiempo, tiene que ir a barrer en el comedor “Las penas con pan son buenas.  Y a falta de pan, tortillas”.

-*-

g). – Usted le hace a la arquitectura.  No sabe cómo llegó hasta ese lugar, pero, por alguna extraña razón, se siente entre pares.  Usted es medianamente inteligente, así que entiende que, después de todo, diseñar un espacio no es muy distante de diseñar un mundo.  Y eso es lo que parecen estar haciendo esas personas, aglomeradas en torno a una vieja cancha de baloncesto.  Están discutiendo el diseño del mundo que les toca rehacer sobre un terreno baldío.  O sea, recomenzar.

  Usted se ha acercado instintivamente a un grupo de hombres y mujeres.  Los recuerda porque, el día anterior, cuando pasaron lista y dijeron “carpinteros, albañiles y mecánicos”, no respondieron.  Quienes coordinaban la asamblea, repitieron el llamado: “carpinteros, mecánicos y albañiles”.  Nada.  Todos miraban en dirección a ese grupo.  Por fin, no sin fastidio, la coordinación dijo. “está bien, pues, “ingenieros e ingenieras”.  Y ahí sí respondieron “presentes”.  Así que, este día, cuando dicen “ingenieros e ingenieras” usted interrumpe y agrega “y arquitectas y arquitectos”.  La asamblea le mira con curiosidad, pero el “cuerpo de ingenieros” le sonríe y más de uno le da palmadas en la espalda.  La coordinación dice, con resignación: “y eso”.  Usted respira aliviado.  Pero, como un solo cuerpo, arquitectura e ingeniería maldicen cuando escuchan: “les toca revisar la manguera que viene del manantial”.

  En la tarde, cuando el sol empieza a arroparse en el horizonte, en el comedor llamado “Comida vemos, digestión no sabemos”, usted contempla el paraje vacío, apenas con unos esqueletos de lo que serán, supone, champas.  Y, sin proponérselo, ya imagina el diseño del auditorio.  Si se resuelve el techo de modo que no requiera muchas columnas intermedias, bien podría servir para reuniones, conciertos, bailes, exposiciones, teatro y cine.

  No hay concreto, ni varillas, ni cemento, ni nada parecido.  Las pocas láminas que todavía servían están ocupadas donde están las herramientas.  Ve las champas con techumbres de zacate, hojas de watapil y oreja de elefante.

  Piensa: “sí se podría, menos peso, aunque menos duración.  Cada tanto se tendría que… recomenzar”.

-*-

h). – Usted hace cine.  Se desempeña en cualquiera de los muchos trabajos que se requieren para llegar al momento sagrado y sublime en que, en un rostro, se refleja la luz de la pantalla y un puño de palomitas llena la boca.  Usted ha buscado en este texto y no encuentra interpelación directa alguna.  Tal vez algo muy indirecto y mediado en las partes del todo.  Siente deseos de protestar, de reclamar.

  “¡Ése maldito capitán! ¿Quién se cree para dejar fuera al séptimo arte, el padre de la televisión, el prisionero del streaming, el imposible lugar donde pueden converger y convivir las otras artes?  ¡Ignorante! ¡Ciego! …” Y otras maldiciones que el pudor me impide reproducir.

  Alguien se acerca y hojea el texto mientras usted sigue maldiciendo.  Lee en silencio y le pregunta a usted “¿De quién es este guion?”.  “¿Cuál guion?” revira usted con molestia.  “Éste”, le dice mientras le muestran el fajo de cuartillas impresas.  La persona a su lado sigue: “Claro, va a costar un dineral producirlo.  Por no hablar de la distribución.  Lo de ahora son los finales con escenarios apocalípticos, donde la catástrofe saca lo peor de cada ser humano.  No creo que interese al público un escenario donde, en medio de la desgracia, florece lo mejor de la humanidad.  La gente, el público, prefiere algo que racionalice sus bajezas y ruindades.  No son tiempos de bondad y fraternidad.  Y luego el problema del reparto.  ¿Quién va a hacer el papel del malo si el malo es un sistema? …”.

  Usted interrumpe con un ademán demandando silencio, toma su celular y marca un número.  “¿Sí?”, responde una voz somnolienta en la bocina.  Usted: “Joaquín, que bueno que te encuentro.  Hay un papel de malo.  Pero lo malo del malo es que no es una persona, ni una banda de pandilleros, o sea de banqueros, ni una estrella de la muerte o palacio de gobierno, ni una creatura más fea que tú.  El malo es el sistema”.  La bocina responde “¿Quién diablos eres y por qué me llamas a las tres de la mañana?”  Luego el pitido de la comunicación cortada.

  A su lado siguen comentando: “Y luego está el problema de la banda sonora.  Es un tutifruti de todos los diablos, porque, en torno a la cumbia, se adivinan miles de géneros musicales.  La escenografía es imposible.  Se necesitarían un montón de cámaras y ni con Inteligencia Artificial podríamos generar algo parecido a este alucine.  No habrá quién se atreva a financiar un proyecto así.  Y luego, los créditos. ¿En serio vamos a poner en el reparto a un escarabajo impertinente que se hace llamar “Don Durito de La Lacandona”?  Y, si es chicle y pega, ¿imaginas a un escarabajo con armadura, montado en una tortuga, desfilando por la alfombra roja del Festival de Venecia, o en San Sebastián, Cannes, Hollywood?  Tal vez se pudiera la parte donde recomienzan y, sobre los mismos cimientos, reconstruyen el mismo edificio.  Lo otro es imposible de imaginar.  ¿Qué es esto?”.

  Usted guarda silencio.  De pronto murmura: “Es una invitación”.  “¿A qué? ¿A hacer una película?”, insiste la otra persona.  Entonces usted, que es medianamente inteligente, entiende y responde dudando: “No sé… ¿A imaginarnos el día después?”

Continuará…

Desde la fila frente al puesto de palomitas.








El Capitán.
Octubre del 2024.

lunes, 14 de octubre de 2024

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Postfacio. Cuarta Parte: Entre la paga y la imaginación.


 Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.

Postfacio.

Cuarta Parte:  Entre la paga y la imaginación.

d). – Usted es parte de un grupo de teatro.  Bueno, era.  Nada queda ya de las brillantes improvisaciones, los tediosos ensayos, las correcciones en postura, dicción y entonación, las broncas por el vestuario, los conflictos “intra- actorales” (“oyes Luis, este parlamento no me gusta, en mi papel de estatua debería ser más elocuente”), las fastuosas escenografías, las peleas por el presupuesto, los locales que hay que adaptar, los anuncios, los boletos.  Tampoco están las expectativas de un papel en esa película, telenovela, serie, espectáculo.

  Por otro lado, otro usted ya intuía el desenlace de la tormenta.  Cuando estuvo en distintos rincones del mundo, tratando de arrancar sonrisas infantiles donde sólo había muecas de dolor y miradas vaciadas por la angustia.  El árbol mutilado de la niñez palestina, la cínica indiferencia de una “civilización” ahíta del culto a la banalidad, las humildes champas de los originarios en el alargado olvido llamado Latinoamérica.  Fue chofer también, con la colega chofera –“es lo mismo”, diría la niña zapatista que no se ocupa de géneros biológicos sino de la esencia de cada ser-, aquella vez cuando una pequeña montaña navegó a contrapelo de la historia, como si se tratara de eso, de llevar la contraria.  Sus pasajeros reiterando la advertencia, avisando de la inminente fecha de caducidad de un sistema enloquecido.  La culminación de la tragedia, el mundo como lo conoció desmoronándose en un quejido sordo porque no hubo red social que lo advirtiera.  Casi puede decir que lo esperaba.

  Ahora eso quedó atrás.  Ya llevan varios días en esa comunidad y usted, que es medianamente inteligente, ha comprendido que esa gente reunida no quiere repetir la historia de “El pequeño Malcom en su lucha contra los Eunucos”.

  Ahora está por llegar su turno.  Quienes formaban parte del grupo se han sentado juntos, como se juntan los seres humanos en una desgracia.  ¿Por qué no logra quitarse de la cabeza los diálogos de “La Honesta Persona de Sechuán”?  Tal vez porque todo esto semeja lo mismo: el reto de ser mejor persona y ser buena, vivir mejor sin dejar la honestidad como valor humano.  Ya sólo faltan dos personas para que les toque presentarse.  Usted hace un cálculo rápido: están quienes pueden hacer los personajes: está Shen Te – Shui Ta, y usted confía en que recuerde los diálogos; están los dioses, están Wang, Sun y Shui Fa.  Pero ¿y la escenografía?  ¿Cómo? ¿Con qué? ¿Dónde?  Ya les toca.  Entonces su grupo y usted se dan cuenta de que enfrentan el reto mayor en su profesión: con sus actuaciones deben conseguir que el público se imagine la escenografía.  “Ésta es la historia de una mujer que también era hombre que también era mujer y así”, inicia usted parándose en medio de la cancha de baloncesto.

  Al final nadie aplaudió.  No hubo entrevistas, flashes, solicitudes de autógrafos, reseñas críticas de la prensa especializada.  Tampoco aplausos y risas a la solidaridad de una historia representada.  Porque ahora intuye que esa solidaridad se le otorga a usted, como un murmullo entre la concurrencia en una lengua incompresible.  Y ahora entiende: las víctimas sólo dejan de serlo cuando sobreviven a fuerza de resistencia y rebeldía.  Sólo entonces pueden recomenzar.

  ¿Lo hicieron bien o mal?  No lo saben, pero siguieron los turnos de presentación.  Al otro día, en el comedor comunitario llamado “En Común Come Comida Común”, usted escucha que una mujer le comenta a otra: “El problema es que los teatreros le dieron paga a la chamaca.  Viera que no, pues ya es otra cosa” “O caso, depende”, responde su compañera.  “La Paga”, se queda usted pensando… “Claro”, se dice, “Bertoldo se estaba asomando a lo que sería la Segunda Guerra Mundial y sus horrores, y señalaba así el dilema provocado por el dinero, la paga pues, como dicen en este lugar”.  Va a sentarse con su grupo, que come en silencio porque tampoco sabe si les fue bien o mal, y se sienta.  Coloca su plato, mira a los demás y suelta: “el problema es la paga”.  Todos le quedan viendo.  “Hay que imaginar otro mundo”, sigue.  Terminando de comer, mientras hace la fila para lavar el plato, murmura: “Hay que imaginar el día después”.

  Al otro día, en el pase de lista de la asamblea, escuchan “teatreros” y, simultáneamente, como después de cientos de ensayos, responden “presentes”.  Se sientan mirándose entre sí satisfechos.  Su mirada cambia cuando escuchan: “les toca acarrear la tabla para el auditorio”.

  Mientras cargan las tablas, todos piensan: “auditorio… escenario… escenografía… ¡teatro!”.  Aunque ahora entienden que no necesitan un recinto.  Para el arte siempre basta y sobra con un corazón colectivo.  No lo dicen en voz alta, pero se dicen “el problema ya no es la paga, ya no tenemos que esperar a Godot”.

-*-

e). – Usted solía ser escritora, escritor o escritoroa.  Ya saben: poesía, cuentos, alguna novela.  No era fácil.  ¿Las becas? ¡Bah!, ésas siempre eran para quien sabía relacionarse… y adular con constancia y certeza.  “El problema es la paga”, escuchó decir a los teatreros en el comedor que se llama “Atásquense que hay lodo”.  ¿O es “Ahora o Nunca”?  Usted recuerda aquella conferencia que impartió en una universidad.  “Quien escribe cuenta historias.  No más, pero tampoco menos”, así iniciaba.  Todo eso quedó atrás.  Paradójicamente, el día antes usted escuchaba a Bob Dylan profetizando: “How does it feel / how does it feel? / To be on your own, / with no direction home / A complete unknown, / like a rolling stone”.

  Ahora, con la punta del pie, hace rodar una piedrita.  No más los ratos a solas, la penumbra, su biblioteca, la mesa o escritorio de trabajo, el ordenador, los fantasmas, las decenas de borradores, el disco duro lleno de palabras truncas, la búsqueda de una editorial: “Uy, no joven.  La literatura ya pasó de moda.  Lo de ahora son las historias interactivas, los relatos en un mínimo de caracteres.  Lo ligero pues, que no requiera pensar mucho.  Pero venga otro día.  Usted sabe, el mundo es redondo y da vueltas”.

  Pero el mundo ya no existe, al menos no SU mundo.  Llega su turno.  Usted aspira y se pone de pie.  Inicia: “yo les voy a contar una historia”.  Y sin darse apenas cuenta, va hilvanando una historia de historias que, al tiempo que mira el rostro de los presentes, va arrancando de su imaginación. Decenas de historias bordadas en una sola.  Justo como en el bordado ése de “La Hidra”, que vio en un museo en los madrides, en la España “de espíritu burlón y alma quieta”, la “España de la rabia y de la idea”, cuando, después, acompañó a la banda de Open Arms que, en una tasca de Andalucía (entre tapas, palmas y taconeos flamencos, con el cante jondo y Federico, interpelaron a la tierra con un “¡Despierta!”), decidió usar la paga para una lancha en el rescate de migrantes náufragos.

  Tal vez imaginaban entonces que llegaría el día en que todos serían náufragos, tratando de emigrar de un mundo roto, poblado de escombros y pesadillas, buscando quien abriera los brazos para acogerles y así intentar recomenzar…

  El silencio gobierna y manda, y es sólo su voz lo que se escucha.  Hasta los grillos, siempre maloras, se han quedado callados.

  Al otro día, en el comedor “Corre porque te Alcanzo”, escucha que un anciano declara: “A mí sí me gusto la historia ésa porque ahí soy más joven”.  Una mujer de edad: “Y a mí, porque ahí soy bonita”, y agrega con coquetería “Bueno, más bonita”.  En otra mesa, dos jóvenes: “Lo que no entiendo es qué tenía que ver el chucho ése en la historia”; el otro “Acaso es chucho, claro lo miré que es gato”; “Cómo crees, si hasta ladró”; “No es que ladró, yo lo escuché clarito que hizo como gato”.  Más tarde, en la asamblea dicen “Contador”, todos lo voltean a mirar y usted entiende, se pone de pie y declara “Presente”.

  Para sus adentros, usted piensa “Bien lo decía mi abuela: mija, tú eres buena para la aritmética, de grande vas a ser contadora”.  Su sonrisa desaparece cuando escucha “te toca apoyar a la Doña Juanita en la cocina”.

  Se dirige a la cocina, cuando lo topa una niña (unos 5-6 años) que, sin más, le suelta: “oí Contador, cuéntame un cuento de que ya sé andar en la bicicleta.  Porque ya me cae mal que siempre me caigo”.  La niña le muestra la rodilla para que usted aprecie un raspón todavía con sangre y polvo.  Usted pregunta amable: “¿Te duele mucho?”.  Ella se pone en jarras y sentencia: “ni tanto, no creas, duelen más las burlas de los pinches hombres que nomás se presumen pero bien que se caen, los miré el otro día.  El Pedrito bien que se cayó, pero llegó en el lodo su cabeza, así que sólo se lavó el muy maldito y me burla.  Pero es que yo me caí en la grava.  Porque andar en bicicleta en la grava, no cualquiera”.

  En eso pasa un compa y le dice: “Oyes Contadora, si llega el capitán y te dice que prepares una comida que se llama “Marco´s Especial”, no lo hagas caso.  El mundo entero te lo va a agradecer”.

  Usted es medianamente inteligente, así que entiende dos cosas: que el platillo del capitán no es bienvenido en ninguna mesa, y que el mundo es ahora esa pequeña comunidad en busca de un destino propio.  Un grupo de personas sobrevivientes a la tormenta que, como individuos y como colectivo, buscan seguir adelante, recomenzar pues, sin repetir los mismos errores… en el día después.

Continuará…

Desde la víspera.




 





El Capitán.
Octubre del 2024.

Convocatoria a los Encuentros Internacionales de Rebeldías y Resistencias 2024-2025. Tema: La Tormenta y el Día Después

 


domingo, 13 de octubre de 2024

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Postfacio. Tercera Parte: ¿Otras opciones? Cuando las palabras no son necesarias.


 Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.

Postfacio.

Tercera Parte: ¿Otras opciones?  Cuando las palabras no son necesarias.

  Sigamos con la asamblea comunitaria.  La persona que está a su lado ha declarado ya lo que sabe, así que es su turno.  Y entonces:

a). – Usted es medianamente inteligente y entiende que, en esa situación, las palabras son inútiles.  Así que empieza a murmurar una tonada musical, y se para de puntas, y abre los brazos como ramas de un árbol aún por imaginar, y empieza a girar y dar saltos, a… a… a ¿danzar?  Y la bulla.  Y ya le siguen una banda de niñas y niños, con perritos y gatitos incluidos, y empiezan a brincar y a hacer malabares, y, casi sin quererlo, se sincronizan.  Y tras que hay una hoguera (porque no hay electricidad y ya la noche arropa el poblado), y entonces el fuego convoca y no destruye.  Y, sin proponérselo, la coreografía involuntaria gira alrededor de la hoguera.  Y las sombras replican la danza en las personas, en los árboles, la montaña.

  Y entonces, al otro día, descubre usted que los niños y niñas le dicen “la que vuela” o “la que baila muy otro”.  Y alguien, algún aguafiestas de ésos que nunca faltan, les corrige con un: “se dice Bailarina”.

  Y en la siguiente asamblea comunitaria, cuando pasan lista para saber si están todos, usted escucha “la bailarina” y se da cuenta de que todas las miradas convergen en usted y, no sin sonrojarse, pero sonriendo, usted dice “presente”.

  Claro, la sonrisa no dura mucho porque a continuación agregan: “te toca turno en la hortaliza con la comadre Chepina”.

-*-

b). – Usted no dice nada.  Porque, mientras la asamblea ha seguido su curso, usted ha tomado un pedazo de carbón y, sobre una tabla, ha dibujado algo que bien podría ser un retrato de la asamblea. Algo como una panorámica, pero sin celular de última generación, ni sistema operativo capaz, ni IA.

  Así que no dice nada, sólo levanta la tabla, se la da a quien está a su lado, y se la van pasando entre los asistentes, que murmuran en una lengua incomprensible.  Entonces usted apenas se da cuenta de que a su lado hay una niña, de unos 3 o 4 años, que la mira fijamente con curiosidad.  Usted hace lo que todos los adultos hacen en una situación incómoda con un infante, y le pregunta “¿cómo te llamas?”  La niña no responde, la sigue mirando, pero no con miedo.  Usted se desentiende y trata de localizar por dónde anda la tabla con el dibujo panorámico.  Piensa incorporarla a su “carpeta” o “curriculum”, porque, una nunca sabe, puede ser que tenga que topar un paradójico Marx que no le quiera pagar por sus diseños y le otorgue, en cambio, un diploma.  La niña a su lado ya tiene una tablita y un pedacito de carbón y, entregándoselos, le dice: “mi gatito se perdió”.  Usted se desconcierta, pero es medianamente inteligente y supone que la niña quiere que usted le dibuje algo así como un cartel de búsqueda, así que le pregunta “¿Y cómo es tu gatito?”.  La niña sonríe porque se da cuenta de que usted ha entendido lo principal y le detalla: “Mi perrito tiene su ojo amarillo”.

  Lo que sigue es un toma y daca que no lleva a ninguna parte: “pero habías dicho que era un gatito”.  “Es lo mismo”.  “No, no es lo mismo, una cosa son los gatos y otra los perros”.  “Es”.  “No es”.  La niña, sin proponérselo, le da a usted una lección de inclusión y le aclara: “Es que es un gato-perro.  Pero no cualquiera.  Mi gato-perro tiene su ojo amarillo.  Así”, y la niña entrecierra sus ojos para que usted entienda que está poniendo los ojos de color amarillo.

  Como ya perdió de vista su panorámica con “Sistema Operativo La Migaja.  Versión 7 a la N potencia”, empieza a dibujar al animalito siguiendo las instrucciones de la niña, que lo mismo gesticula colores, que corrige las patas, el cuerpo, la cola y la cara.  Cuando ya termina, usted se da cuenta de que, en efecto, su dibujo bien podría ser de un perro… o de un gato… o de un gato-perro.  La niña mira con aprobación el dibujo, pero usted sabe que lo que le falta al cartel de búsqueda son datos, así que pregunta “¿y dónde se perdió?”  La niña ríe mientras le dice “Acaso se perdió.  Ya me encontró.  Es que no te apuras rápido con la foto”.  Se va la niña con un animalito en los brazos que, sí, bien podría ser un perro o un gato… o ambos.

  Al día siguiente, hay una rueda de niñas y niños demandando que les dibujen sus animalitos.  Un niño, con una playera en la que se lee “Comando Palomitas”, describe un cerdito pinto, un cuchito pues, y quiere una “foto” ahorita que está pequeño, porque luego crece y ya no va a querer jugar.  Así que usted está dibujando animalitos, no pocos que han sido soñados, y, entre el cuchicheo, usted escucha que alguien dice “pues dile a la que mira”.  Otro aguafiestas corregirá a su tiempo: “se dice Pintora”.

  Antes de la asamblea, llega un grupo de jovencitas que pide que les haga un dibujo que identifique a su equipo de futbol, porque se hacen bolas cuando juegan contra otros equipos y siempre pierden.  Usted pide el nombre del equipo y la más jovencita le dice convencida: “Las Perdedoras”.  Usted entiende la lógica: necesitan algo que las identifique como partes del todo, o sea del equipo.  Un logo o imagen corporativa, no se acuerda cómo se dice.  Al rato, cuando pasan lista de asistentes, usted no duda en decir “presente” cuando dicen “la pintora”.

  Aunque luego piensa “maldita sea mi suerte”, cuando le dicen que le toca turno en tapiscar la milpa.

-*-

c). – Usted es parte de un grupo musical.  Bueno, era parte.  De aquellos modernos sintetizadores, mezcladoras, instrumentos electrónicos, efectos especiales y potentes bocinas octafónicas, ya no quedan ni los cables.  Se ha sentado junto a sus compinches y, nerviosos, se miran entre sí cuando se dan cuenta de que, en las presentaciones, ya casi llega su turno.  No saben qué hacer.  Pero, bendito sea dios, usted ya vio que “la crew” (el equipo de apoyo, pues), también naufragó y fue a parar a ese lugar extraño.  No necesita ni una palabra.  El equipo de apoyo ya ha previsto la catástrofe y aparece con una guitarra rota, con algo parecido a cabellos de cola de caballo como cuerdas; un viejo tambo que, en otros tiempos, tal vez sirvió como contenedor de gasolina, petróleo o gasóleo; y un par de latas vacías y abolladas de conocido refresco de cola.

  Usted es medianamente inteligente, así que entiende que no les queda sino improvisar.  Cuando llega su turno, uno agarra la guitarra -aunque está más desafinada que su abuela, que diosito la tenga en su santa gloria-, y sólo; otro se coloca la silla frente al tambo como tambor; uno más saca un peine (¿a quién se le ocurre rescatar un peine en una catástrofe?), y con una envoltura de dulce, empieza a ¿afinar?  Allá alguien metió piedritas en las latas.  Y que se arrancan con “La del moño colorado” (ocasión que el capitán aprovecha para escabullirse, aterrado, de la reunión).  En unos instantes, la asamblea está bailando y pidiendo “otra, otra”.  Ustedes se sonríen entre sí con complicidad, como diciéndose “ya la libramos”.  El encanto se rompe cuando les dicen “les toca ayudar a bajar el motor del 3 toneladas gris”.

  Al otro día escuchan que dicen “los compañeros musicales que se presenten en el taller para adaptar el motor del 3 toneladas rojo al trapiche”.  Caminan resignados y uno de ustedes pregunta “¿pero qué no era gris?”  Instintivamente, empiezan a tararear “Todo Cambia”, de Julio Numhauser Navarro y así saludan a Mercedes Sosa, y llegan hasta el autodenominado “taller mecánico”.  Quedan mudos cuando ven al Monarca con cara de pocos amigos y blandiendo, impaciente, una llave perica del tamaño de un cráneo humano.  En una grabadorita, accionada desde una bicicleta con dinamo, montada sobre una estructura de madera, Mario Benedetti se contesta que “cantamos porque suena el río y cuando suena el río, suena el río”, y viceversa.

  A lo lejos, se alcanza a ver una gigantesca y acuosa serpiente marrón, que latiguea la línea del horizonte.  Y, justo en ese momento, en la grabadorita todos los panteones buscan a Oscar Chávez en Macondo.  Dos niñas pequeñas ensayan sus mejores pasos porque habrá encuentro y, por lo tanto, habrá baile y cumbias.

  Y en la cumbia, sentenció alguna vez el finado SupGaleano, están el todo y las partes.

Continuará…

Desde ídem.



 





El Capitán.
Octubre del 2024.

 


sábado, 12 de octubre de 2024

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Postfacio. Segunda Parte. ¿Cambio con continuidad? ¿De nuevo lo mismo?

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.

Postfacio.

Segunda Parte. ¿Cambio con continuidad?  ¿De nuevo lo mismo?

  La asamblea comunitaria sigue su curso en las presentaciones.  Llega su turno para responder a la pregunta clave “¿Y tú qué?”

  Sí, hay varias posibilidades.  Usted es una persona medianamente inteligente y cree en sí misma y en su capacidad de convencimiento (para eso leyó no pocos manuales de cómo ganar seguidores, y hasta tomó el curso “1000 pasos para ser popular en la era digital”), así que, por ejemplo, puede tratar de convencer al resto de las personas presentes en esa hipotética asamblea de que lo mejor es crear una sociedad donde artistas y científicos tengan un lugar aparte.  Y que para eso se necesita, claro, un Estado, porque es imposible imaginar siquiera una sociedad sin Estado (bueno, sí es posible, pero no es el tema).  Y ese Estado necesita quien gobierne, o sea quien mande.  A quien mandar, no faltará.  Y que se hagan papeles para todo: para las propiedades de cada uno, y para intercambiar, o sea, para comprar y vender.

  Si, antes de la aparición de ese Estado, el robo y el despojo se hicieron por la fuerza, la nueva civilización es eso, civilizada, entonces hay que regular y legislar sobre esos crímenes, hacerlos legales, que la legalidad supla la legitimidad.  Así que no vendría mal crear un cuerpo de personas especializadas en eso de hacer leyes.  Con ellas nacerán también las banderas, los himnos nacionales, las fronteras y las historias a modo.

  Claro, lo que pasará es que, quienes fueron despojados -con o sin leyes-, no tendrán nada más que su capacidad, manual y de conocimientos para producir: y, por otro lado, quienes se beneficiaron de esos crímenes pueden “comprar” esa capacidad de producir.  “Contratar”, puede ser el término, porque “explotar” suena mal.  Entonces también habrá que legislar sobre esa relación.  Contra toda evidencia, como ambos -contratante y contratado-, son miembros de esa comunidad naciente, se trata de un acuerdo entre iguales que libremente contratan y son contratados.

  Para enaltecer esa “libertad”, se acuña un término que elimine la diferencia entre propietarios y no propietarios.  “Ciudadanos”, puede ser una opción atractiva.  Y de ahí deducir sus equivalentes asépticos: “mujeres”, “jóvenes”, “niñez”, “tercera edad”, “blancos”, “afroamericanos”, “asiáticos”, “cafés”, “indígenas”, “mestizos”, “criollos”, etcétera.

  Todos estos términos permiten dejar de lado, u ocultar, las diferencias contrastantes entre poseedores y desposeídos, y deberá de haber leyes que garanticen ese ocultamiento.

  Y para que se obedezcan esas leyes (ya sabe usted: suele suceder que hay personas así, que no obedecen), se necesita otro grupo de personas que se dediquen a “implantar el orden”.  Una policía, pues.  Y, para apropiarse de recursos que estén en otra comunidad, un ejército.

  Y que asigne a un color de piel y a un género, el lugar en esa sociedad.

  Por ejemplo, las personas de piel oscura soportan mejor las inclemencias del clima (o eso le enseñaron), y las de piel clara son más sensibles, más delicadas (o eso le enseñaron).  Las de sexo femenino se desempeñan bien en el hogar.  Los varones en los puestos ejecutivos.  ¿Loas otroas?… ¡puaj!, es un fenómeno aberrante que hay que eliminar o ignorar su existencia.  Para eso se ocuparán los closets, las redadas, las cárceles y los ataúdes.

  Usted rescató de la catástrofe lo más importante, es decir, su esquema de valores.  Así que es natural que las mujeres, puesto que son quienes pueden tener crías, se encarguen del hogar donde esas crías crecerán e irán tomando el lugar que les corresponde.  Trajo consigo también su canon de belleza, así que instintivamente determinará qué mujer es más… más… más “apetecible” (iba a poner “está más buena”, pero la seriedad artística y científica de este texto lo desaconseja), de modo que se seleccionen las mejores “pies de cría” para ir “mejorando la raza”.  El “buen gusto” será importante no sólo en la mesa y el vestir, también en la cacería humana.

  Claro, las mujeres siempre darán problemas -está en su esencia-, así que deberá implementarse un feminismo moderado, siempre tutelado por el varón.  A los “excesos”, los masculinos ofrecerán portarse bien y conceder, por ejemplo, tomar cursos de género.  Y que las féminas accedan a espacios de poder.  Claro, previa masculinización.

  Por ejemplo, la llegada de una mujer a un puesto gerencial será presentada como un “logro” de las mujeres en general, aunque aquella niña-jovencita-adulta-anciana que va a la escuela o al trabajo o al mercado, como alumna o empleada o ama de casa, siga siendo un “blanco de oportunidad” en la mira del depredador oculto detrás de “las nuevas masculinidades”.

  Con los oscuros sucederá lo mismo.  Continuamente se rebelarán y se resistirán a tomar su lugar en el nuevo mundo.  Así que son precisas al menos dos cosas: una es repartir limosnas (tampoco mucho, porque se mal acostumbran); la otra es adoptar a algunos de piel oscura para que se vea que hay inclusión y que siempre estará la opción de escalar en la sociedad.  Si persisten en su necedad, bueno, para eso están las policías y los ejércitos.

  Si es que, dios no lo quiera, loas otroas siguen el mal ejemplo, no hay problema.  Bastará con aplicar el principio de “suplantación”.  Esto es, que heteros se finjan otroas, se porten bien, asuman su lugar en los gobiernos y ya está.  Ojo: no abandonar nunca la política de clóset-redada-cárcel-ataúd.  Bueno, quienes alcancen ataúd.  Porque la desaparición forzada será una opción.

  La sociedad, digamos, de “piel oscura”, deberá aportar para que el Estado creado pueda apoyar las artes y las ciencias.  Porque eso le enseñaron a usted en la escuela: los grandes dineros financiaron los grandes descubrimientos científicos y las maravillosas obras de arte que colman museos inaccesibles y modernos laboratorios y salas de pruebas.

  Bueno, colmaban.  Porque en este supositorio que le planteo, todo eso desapareció, fue destruido, saqueado, o permanece aislado entre escombros, sangre, huesos, lodo y mierda en alguna parte.

  Pero, en su idea sobre el futuro de esa comunidad aislada, en poco tiempo (digamos que en unos siglos), el “progreso” descubrirá nuevos territorios y tecnologías para conquistarlos.

  Al inicio con armas “blancas” y armaduras, luego con más armas, de fuego ahora, y tanques y aviones, la conquista avanzará y, con ella, la prosperidad y el desarrollo florecerán.  Y, claro, el despojo, el sometimiento (“moderno”, eso sí), la destrucción y la muerte, pero eso no importa ahora.

  Pronto, serán los bancos quienes comanden mineras, agroindustrias, corredores industriales, centros turísticos, modernos trenes y aeropuertos que se adentrarán en llanos y montañas, contaminarán ríos, lagunas y manantiales, usarán como empleados (ojo: evite usar la palabra “esclavizar”) a los locales de piel oscura, sacarán lo que puedan y se irán a otro lado, dejando tras de sí un páramo… como en una guerra.  En todo momento encontrarán en el Estado el capataz dócil, servil y cruel que se necesitará para el nacimiento de esa nueva civilización.

  Y así usted se da cuenta de que es posible tener un lugar seguro si, como quien dice, “sabe con quién relacionarse”.  Para eso será necesario un sistema educativo que “enseñe” a las crías, desde pequeñas, cuál es su lugar.  Así que sí, que haya escuelas para los oscuros y escuelas para los claros.  Su ascenso como artista y científico irá detrás del avance arrollador del nuevo mundo.

  Como la libertad de creación, de investigación y de contratación es lo más importante, habrá que evitar la llegada de quienes pugnan por un Estado Totalitario, aunque para eso sea necesario… otro Estado Totalitario.

  No importa si este Estado es una democracia representativa, monárquica, parlamentaria, dictatorial, etcétera, sino que sea capaz de homogenizar la sociedad imponiendo la hegemonía de una idea: “progreso” quiere decir progreso de la persona individual, a costa de lo que sea y pasando por encima de quien sea.  Ahí, el esfuerzo de los otros debe encaminarse a ser de los unos.  Cambiar de bando, pues, sin importar el color, el género (o no género), el tamaño, la religión, la raza, la lengua, la cultura, el modo, la historia.  En los unos reinará la felicidad, en los otros la infelicidad de tener que luchar por la felicidad.  Los unos son los poseedores, los otros son los desposeídos anhelando ser poseedores.

  En esta disyuntiva usted esperará convencer a las otras personas de esta gran idea.  Es su turno.  Ánimo, aplique lo aprendido.

  Claro, es muy probable que alguien le interrumpa y recuerde que todos, incluso usted, están en esa situación precisamente por un sistema con esas características.

-*-

  Por supuesto, usted piensa ahora que esta hipótesis es demasiado extrema, que ninguna persona racional, culta, con altos estudios, hetero, masculina o masculinizada, civilizada y “moderna”, querría eso.

  Pero no he hecho sino sintetizarle las bases de una sociedad capitalista: explotación, represión, robo y desprecio.  Un sistema patriarcal, racista, explotador, guerrerista, criminal, inhumano, cruel y despiadado que, destruyendo, crece.  Y creció hasta que destruyó al mundo como usted lo conocía.  Una sociedad como en la que usted y nosotros “vivimos”.

  Oh, no se enoje.  Es sólo una situación como quien dice “hipotética”; un supositorio, pues.  Los avances científicos y tecnológicos, así como el florecimiento de las artes “viejas” y “nuevas”, son m-a-r-a-v-i-l-l-o-s-o-s.  Lo del calentamiento global es una patraña inventada por ecologistas ociosos (¿ya dije que, además, son feos?) -meros hippies modernos con estudios-; el cambio climático es una moda, no hay huracanes, terremotos, sequías, inundaciones fuera de las habituales; ¿los feminicidios?, no existen, son castigos que el destino otorga a las mujeres que reniegan de su lugar… o que están en el sitio y el momento equivocados; no hay crimen organizado porque para eso el Estado no admite competencia (en lo de crimen, claro; en lo de organizado está superado con creces); y los diferendos entre países se resuelven por la vía del diálogo, así que no hay guerras, ni genocidios que usen la historia a conveniencia (“tenemos derecho a eliminar al otro porque antes nosotros éramos los otros y quisieron eliminarnos”).  En fin, todo bien, ¿no es cierto?

  Pero ésta, la de replicar el modelo de organización previo, es sólo una posibilidad, debe haber otras.  Porque, en el hipotético “día después”, una opción es recomenzar reconstruyendo el sistema que provocó, azuzó y condujo a su destino la tormenta.  Claro, “limando las aristas” de ese sistema.

  Le planteo esta posibilidad porque es sabido que, a falta de imaginación y audacia, hay quien tiende a recomenzar a partir de lo conocido.  Así como un movimiento que se organiza para enfrentar a un partido de Estado, se convierte en… un partido de Estado.  Se nutre de él y se “apropia” de los usos y costumbres de quien fue su enemigo.  Así, todo se vale, todo es permitido, para evitar dejar de ser… un partido de Estado.

  Y, así como es evidente que “algo” está mal en el sistema, también suele introyectarse la evidencia de que no es posible otra cosa, de que no es posible “un mundo donde quepan muchos mundos”.

Continuará…

Desde etcétera.




 




El Capitán.
Octubre del 2024.

Convocatoria a los Encuentros Internacionales de Rebeldías y Resistencias 2024-2025. Tema: La Tormenta y el Día Después

 


viernes, 11 de octubre de 2024

Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después. Postfacio. Primera Parte. La Hipótesis (¿o era la hipotenusa?)


 Sobre el tema: La Tormenta y el Día Después.

Postfacio.

Primera Parte.  La Hipótesis (¿o era la hipotenusa?).

  Me van a disculpar que no me dirija en específico, aunque sí en lo general, a las personas, grupos, colectivos, organizaciones, movimientos y pueblos originarios de la Declaración por la Vida.  Una gran parte de estas personas no sólo ya conocen, y padecen, la Tormenta de primera mano.  También y desde hace tiempo, resisten, trabajan y luchan para crear los cimientos para otros mundos.  Tienen su propio análisis de la tormenta y su alternativa para el Día Después.  De estas personas esperamos que compartan su mirada, su diagnóstico y, sobre todo, su práctica.  A muchas las conocemos.  A la mayoría no.  Y creemos que su historia y su actuar presente, enriquecería mucho a otros esfuerzos, si no parecidos ni semejantes, sí en el mismo empeño: la lucha por la vida.  De hecho, hay fechas especiales para esa compartición.  Aclarado lo anterior, veamos las ciencias y las artes.

-*-

  ¿Las artes y las ciencias dependen de las tecnologías de la modernidad?  Es decir, si no hay internet, aplicaciones, celulares, tabletas y computadoras, Inteligencia Artificial, energía de combustibles fósiles, etcétera. ¿Es posible el arte dramático?  ¿La pintura?  ¿La música?  ¿La danza?  ¿La escultura? ¿La literatura?  ¿El cine?  ¿Las ciencias?

  Oh, lo sé.  Las artes no nacieron con el sistema que ahora ahorca a la humanidad entera.  Pero tal vez ya se trata de un “cambio de paradigma” (coartada por excelencia para las claudicaciones), y el sistema ha convencido a las “mayorías” que, sin él, sin el capitalismo, la humanidad es imposible.

  Y las ciencias, ¿pueden demostrar que la tierra es esférica sin internet, fotos aéreas, etcétera?  ¿Explicar los movimientos planetarios? ¿La física y la química sin laboratorios ni tutoriales?  ¿Las Matemáticas más allá de peras y manzanas? (claro, con lo caro que está todo hoy, incluso sin peras ni manzanas).

  Porque pudiera ser, es un supositorio, que en una situación de catástrofe aparezca quien sostenga que la tierra es plana y cuadrada, que el cambio climático y el calentamiento global no existen, y que son sólo un invento de ambientalistas corruptos y feos (lo de corruptos vaya y pase, pero lo de “feos” es imperdonable, oiga -sobre todo con la infinidad de productos cosméticos y aplicaciones digitales que pueden remediarlo, oiga-), que todo está bien, que no pasa nada, que son hechos aislados, que así era antes pero ahora todo ha cambiado, que no somos iguales, que todos están felices, felices, felices.  ¡Ups!  Se trataba de no hablar de política, tema que suele incomodar a científicos y artistas (o en algunas ocasiones les impele a decir tonterías).

  Pero suponga usted que, en esos momentos de desesperación y caos, cuando los distintos gobiernos consultan encuestas e índices de popularidad para decidir si asisten o no a un lugar en apuros, y si mandan o no ayuda, alguien se aparece como “profeta” de la salvación y “explica” que todo es castigo divino, culpa de los conservadores, de los liberales, de los radicales, de los derechistas, de los izquierdistas, y etcétera, etcétera.

  No hablo de la situación actual en cualquiera de los estados mexicanos; ni tampoco en los estados surorientales de la Unión Americana, o de la destrucción -con coartadas geopolíticas de derechas o progresistas-, en Europa Oriental, Medio Oriente, Haití, el Wallmapu diez, cien, mil veces insumiso.  Hablo de todo eso, pero a lo bestia, mundial pues, en las partes y el todo.

  A usted, como artista o científico (o ambas cosas), ¿se le acabaría el mundo?  Quiero decir SU mundo.  Sí, lo sé, desde los tiempos más antiguos aparecen las artes y algunas ciencias; y las aplicaciones de diseño gráfico algo deben a, por ejemplo, las pinturas en las cuevas de Altamira; las matemáticas y la astronomía a los antiguos mayas; el arte dramático a las descripciones, con ademanes y sonidos, de quien, hace milenios, describía cómo había logrado escapar de un tigre dientes de sable; la arquitectura a Stonehegen en la rubia Albión; la escultura a las Moáis del pueblo Rapanui.

  Pero… ¿en qué medida o hasta dónde las tecnologías de la modernidad controlan ya, o no, la creación artística y las investigaciones científicas?

  No, no se trata de redirigir, con la explosión de un dispositivo nuclear, un asteroide para que choque y destruya el Telescopio Hubble: o de incendiar o saquear los centros de investigación científica (de eso ya se están encargando el crimen organizado hecho gobiernos y quienes brincan de la ciencia a la política).  Y, en dado caso, estoy seguro de que toda la comunidad científica se uniría si alguien siquiera intentara acabar con la estructura de investigación; amenazar a sus integrantes; levantarles denuncias penales; o enganchar la investigación científica a un proyecto político partidario, ¿no es así? (¡ah!, ¿no es sutil mi sarcasmo?)

  Me refiero, en cambio, a una situación límite, donde esos recursos sean imposibles de obtener, o existan muchas dificultades para acceder a ellos.  ¿Qué pasará con las ciencias y las artes, así como con las personas que en ellas se empeñan?

  Ahora bien, usted puede pensar que ese escenario no es posible siquiera, y que no es más que un mal guion de una película mala de mala ciencia ficción –“ciencia ficción”: un oxímoron, como el de “político honesto”-.  Ok, de acuerdo, siga en su escenario, caballete, pantalla 8k, plataforma digital, laboratorio, academia.

  Estoy seguro de que usted tiene datos duros -estudios comprobados, modelos de simulación, conteo de recursos no renovables, tendencias de consumo y reposición-, de que ese escenario es “muy poco probable” -junto con el calentamiento global, el cambio climático, las guerras de reconquista, la contaminación ambiental, los genocidios como el actual en Palestina-; y que tiene acceso a encuestas del todo confiables que muestran que la gente está satisfecha con su actual nivel de vida (por lo que también es remoto el posible surgimiento de alzamientos, motines, insurrecciones, protestas, saqueos, revueltas).

  Ok, no le contradigo.  Usted tiene renombre y posición en las Artes y las Ciencias, y yo sólo soy un pobre capitán de infantería, adscrito ahora al área de “Invitaciones de Bodas, Bautizos, Primera Comunión, Divorcios, Arrejuntamientos, XV años y… Encuentros”.

-*-

  Pero entonces, suponga que le presentan un reto: que imagine que usted va a estar en una comunidad.  Más en concreto, en la asamblea de esa comunidad… y en el día después.  Sin electricidad, sin celulares prepago o plan de renta, sin “internet para todos”, sin Elon Musk y sus pequeños equivalentes locales de abonos chiquitos, sin vehículos particulares diseñados para soportar motines y alzamientos de la plebe (el blindaje extra en la cybertruck se cobra aparte), sin combustibles fósiles para arrancar el otro vehículo e ir a buscar señal (mientras maldice a los gobiernos y compañías en turno), y ya sin posibilidad de comprar un boleto en un moderno cohete interestelar que lo coloque en otro planeta “all included” (o sea que incluye la fuerza de trabajo que viva, se reproduzca y muera mientras le sirve -aprecie usted cómo evité, con elegancia, cualquier referencia a “explotación”-).

  Nada de eso es ya posible.  Claro, siempre en este escenario hipotético en el que usted está en una asamblea de una comunidad aislada de todo, porque el todo ya no existe más.

  Son varias personas que están con usted y, para arrancar ese germen de sociedad, en una asamblea de esa comunidad, cada una de esas personas dirá lo que es, sabe y puede hacer, y van a proponer, discutir y acordar cómo es que se van a organizar.  Bueno, en realidad le describo lo que ocurre actualmente en una asamblea comunitaria de pueblos originarios.

  Y, así como en una asamblea comunitaria de pueblos originarios, la reunión se plantea un objetivo y propone, discute y acuerda qué hay que hacer, cómo, quién va a hacerlo, en dónde, cuándo; en esta hipotética asamblea, en la que usted se ve obligado a estar por las circunstancias, el objetivo es… recomenzar.

  Así que sigamos con el reto de que usted imagine y se ubique en esta situación y, por las razones que fuere, el mundo como usted lo conocía ha colapsado.

  Así que volvamos a la asamblea:

  Hay quien dice que sabe trabajar la tierra y sólo necesita sus manos y puede fabricar algo que, esa persona dice, se llama “coa”.  Todos parecen saber qué cosa es eso, así que usted no pregunta por temor a quedar en ridículo.  Hay quien dice que conoce de plantas y puede elaborar medicamentos.  Hay quien dice que puede identificar frutas, hongos y verduras (¡puaj!), cultivarlas y conservarlas.  Hay quien dice que sabe algo de carpintería y puede hacer mesas, sillas y, claro, camas.  Hay quien dice que le sabe a la albañilería y puede ayudar a construir casas.  Hay quien dice que sabe mecánica y puede probar a echar a andar ese viejo motor de aquel viejo vehículo abandonado, o transformarlo en un motor movido por aire, agua, calor.  Y así, cada quien va exponiendo sus habilidades, resaltando, en esa situación, las llamadas “habilidades manuales”.

  Y entonces llega su turno, ¿qué dice?

  ¿Dice que es artista como si confesara un pecado de juventud?

  ¿Dice que sabe de ciencias como si se arrepintiera de haber pertenecido a una secta fanática o a un partido político -es lo mismo-?

  Mientras llega su turno de hablar, usted es una persona medianamente inteligente y se ha dado cuenta de que los más valiosos para ese germen de sociedad son quienes, gracias a sus habilidades y conocimientos, pueden conseguir -con su trabajo-: comida, movilidad, salud, educación y habitación para quienes conviven en esa comunidad.

  Así las cosas, usted tal vez tenga que enfrentar más de una disyuntiva.

Continuará…

Desde las montañas del Sureste Mexicano.



 




El Capitán.
Octubre del 2024.