miércoles, 12 de mayo de 2021

¡Delfines! SupGaleano


¡Delfines!

Mayo del 2021.

  Fueron momentos dramáticos.  Acorralado, entre cabos sueltos y la borda, el bichito amenazaba con su lanza a la tripulación, mientras de reojo observaba al mar embravecido, donde un Kraken, de la especie “kraken escarabujos” –especialista en comer escarabajos-, acechaba.  Entonces, se armó de valor el intrépido polizón, alzó sus múltiples brazos al cielo y su voz rugió, opacando el ruido de las olas al chocar contra el casco de La Montaña:

  Ich bin der Stahlkäfer, der Größte, der Beste!  Beachtung! Hör auf meine Worte¡ (¡yo soy el escarabajo de acero, el más grande, el mejor.  ¡Atención!  ¡Escuchad mis palabras!)

  La tripulación se detuvo en seco.  No porque un insecto esquizofrénico les retara con un mondadientes y una tapita de plástico.  Tampoco porque les hablara en alemán.  Fue porque el escuchar su lengua materna, después de años de escuchar sólo el español tropical costeño, les transportó a su tierra como por un raro encantamiento.

  Gabriela diría después que el alemán del bichito estaba más cerca del alemán de un migrante iraní que del Fausto de Goethe.  El capitán defendió al polizón, alegando que su alemán era perfectamente entendible.  Y, como donde manda capitán no gobierna Gabriela, Ete y Karl aprobaron, y Edwin, aunque sólo entendió la palabra “cumbia”, estuvo de acuerdo.  Así que lo que les narro, es la versión del bicho traducida del alemán:

-*-

  “El titubeo de mis atacantes me dio tiempo para rehacer mi estrategia defensiva, recomponer mi armadura (porque una cosa es morir en un combate desigual y otra muy distinta es hacerlo en fachas), y lanzar mi contraofensiva: un relato…

  Fue hace algunas lunas, en las montañas del Sureste Mexicano.  Quienes ahí viven y luchan, habían lanzado un nuevo desafío para sí mismos.  Pero en esos momentos, vivían en la zozobra y el desaliento porque carecían de un vehículo para su travesía.  Así fue hasta que yo, el grande, el inefable, el etcétera, Don Durito de La Lacandona A.C. de C.V. de (i)R. (i)L. llegué a sus montañas (las siglas, como todos deben saber, significan “Andante Caballero de Cabalgadura Versátil de Irresponsabilidad Ilimitada”).  Tan pronto se corrió la voz de mi arribo, multitud de mozas, infantes de todas las edades, e incluso ancianas, corrieron, raudas y veloces, a aclamarme.  Pero yo me mantuve firme y no sucumbí a la vanagloria.  Me dirigí entonces a los aposentos de quien se encargaba de la malograda expedición.  Por un momento me confundí: la impertinente nariz de quien hacía y rehacía las cuentas imposibles para sufragar los gastos de la expedición punitiva contra Europa, me hizo recordar a aquel capitán, que después sería conocido como el SupMarcos, al que orienté durante años y a quien eduqué con mi sabiduría.  Pero no, aunque parecido, quien se dice llamar SupGaleano tiene todavía mucho que aprender de mí, el más grande de los andantes caballeros.

  En fin, que no tenían embarcación.  Cuando puse a la disposición de esos seres mi navío, el susodicho Sup, con sarcasmo, me respondió: “pero ahí sólo cabe uno, y tiene que ser muy pequeño, y es… ¡una lata de sardinas!”, refiriéndose así a mi fragata, cuyo nombre, “Pon tus barbas a remojar” la nominaba a babor, a la altura de la proa.  Hice caso omiso de tal impertinencia y, caminando por entre la multitud que anhelaba una mirada mía, una palabra al menos, me dirigí hacia la isla “No tiene nombre”, descubierta por quien esto narra en 1999.  Ya en lo alto de su, ahora sí, cofia arbolada, esperé paciente a la madrugada.

  Maldije entonces al averno, convoqué a diosas de todas las latitudes, llamé pues a la más poderosa de ellas: la bruja escarlata.  Ella, la despreciada por los otros dioses, dados como son al machismo fanfarrón y de espectáculo.  Ella, la alejada por las otras diosas, dadas a la belleza falsa de afeites y cosméticos.  Ella, la bruja escarlata, la bruja mayor: Oh, die scharlachrote Hexe!  Oh, die ältere Hexe!

  Conociendo yo que las probabilidades de que esos seres extraños, autodenominados zapatistas, consiguieran una embarcación digna, eran exiguas, bien sabía que sólo el más poderoso de los poderes mágicos podría sacarlos del apuro y cumplir con su palabra.  Ergo, llamé a la bruja mayor, la de ropaje purpúreo, quien puede alterar la posibilidad de que algo ocurra.  Ella hizo cuentas y cuentos y llegó a la conclusión de que, en efecto, la probabilidad de que consiguieran una embarcación era casi de cero.  Así dijo:

  “Pero nada puedo hacer, si no hay una petición.  Y no cualquier petición.  Debe ser hecha por un Titán, un ser grandioso y magnánimo que a su buen talante cobije a quienes necesitan de un mágico evento”.

  ¿Y quién mejor que yo?, bramé sonoro.  La dama del manto carmesí alzó la mano demandando mi silencio.  “No es todo”, susurró.  “Preciso es que el tal Titán arriesgue su vida, su fortuna y reputación en la odisea que esos seres pretenden.  Esto es, que les acompañe con su aliento y bondad y, junto a ellos, aunque no a su lado, afronte desafíos y penares.  Esto es, estará y no estará”.

  Estuve de acuerdo pues mi única fortuna son mis hazañas, la vida la arriesgo con sólo existir y, bueno, mi reputación está por los sótanos del mundo.

  La bruja hermana hizo pues lo que se hace en estos casos: encendió su ordenador, se conectó a un servidor en Alemania, tecleó no sé qué conjuro, modificó una gráfica de probabilidades y subió, de casi cero a 99,9 % el porcentaje, tecleó de nuevo y un zumbido de su impresora delató el papel que de ella salía.  No sin antes apreciar la modernización que hay en el gremio de brujas escarlatas y similares, tomé la nota.  Una única sentencia la llenaba:

Si el titán de acero es, encuentre su semejante, que de eso depende el faltante

  ¿Qué significaba aquello?  ¿Dónde podría yo encontrar a algo o alguien, ya no digo parecido, sino digamos lejanamente cercano a mi grandeza?  Titanes no hay muchos.  De hecho, según la wikipedia de abajo y a la izquierda, soy el único que prevalece.  Entonces “de acero”.  ¿El hombre de acero?, lo dudo; no creo que la bruja escarlata haya recomendado a un varón.  Entonces una fémina o hembra de acero.

  Largo anduve.  Recorrí desde la Patagonia hasta la lejana Siberia.  Crucé caminos con el digno Mapuche, grité con la Colombia ensangrentada, atravesé la dolida pero persistente Palestina, pasé por los mares teñidos de la pena negra de migrantes, y volví sobre mis pasos, creyendo, erróneamente, que fracasado había en mi misión.

  Pero, al desembarcar en la geografía que llaman “México”, algo llamó mi atención.  Sobre aguas turquesas un navío padecía los arreglos y parches que su tripulación le daba.  “Stahlratte”, se leía en un costado.  Como a la bruja escarlata la encontré en la Alemania de abajo, y esa palabra significa “rata de acero” en su lengua, decidí probar fortuna.  Esperé, con sabia paciencia, a que noche y sombras cobijaran la soledad del barco.  Trepé con habilidad por la proa y, bordeando por estribor, me llegué a donde se ubica el centro de mando o gobierno de la nave.  En ella, un varón maldecía en lengua germana con improperios y blasfemias que apenarían al mismísimo averno.  Algo decía de la pena que da dejar mares y aventuras.  Supe entonces que el navío contaba sus últimos días, y su capitán y tripulación pesadillas tenían de una vida en tierra firme.  Las brujas escarlatas de todo el mundo confabulaban a mi favor y ventura.  Pero todo dependía de mí, del escarabajo de acero inoxidable, del más grande de los andantes caballeros, de etcétera, para encontrar “el faltante”.  Esperé entonces a que el capitán cesara en sus lamentos y maldiciones.  Cuando hubo callado y sólo un sollozo le ahogaba la garganta, me trepé al timón y encarándolo dije: “Yo Don Durito, ¿tú quién?”  El capitán no titubeó al responder “Yo capitán, tú polizón” mientras blandía un periódico o revista y amenazaba con oprimir así mi hermosa y esbelta figura.  Fue entonces que, con voz potente, me presenté.  El capitán dudó y guardó silencio y periódico o revista.

  Después, bastaron unas cuantas frases para que ambos entendiéramos que éramos gente de mundo, aventureros por vocación y elección, seres dispuestos a enfrentar cualquier desafío por imponente y terrible que fuera.

  Ya en confianza, le referí yo la historia de una odisea en curso, algo que llenaría luego los anales de las historias por venir, el más peligroso e ingrato de los quehaceres: la lucha por la vida.

  Me prodigué en detalles, le hablé de una embarcación construida en medio de las montañas, sin más agua que la de la lluvia para darle vocación y razón de ser.  Le platiqué de quienes habían decidido abrazar tamaña osadía, de leyendas sobre una montaña que se niega a la prisión de sus pies en tierra, de mitos y leyendas mayas en voz de sus originarios.

  El capitán encendió un pitillo, me ofreció uno pero hube de rechazarlo al sacar mi pipa.  Compartimos el fuego y el humo del tabaco.

  El capitán guardó silencio y, después de algunas bocanadas dijo algo como: “a fe mía que gran honor sería sumarse a tan noble y descabellada causa”.  Y agregó: “no tengo tripulación ahora, pues estamos ya al retiro, pero estoy seguro que mujeres y hombres se acercarán con tan solo el encanto de esta historia.  Ve con los tuyos y diles que cuenten con lo que somos, humanos y navío”.

  Terminada mi historia, me dirigí a quienes amenazaban con arrojarme por la borda: “Y así fue como ustedes, simples mortales, se embarcaron en esta aventura.  Así que dejadme en paz y volveos a vuestros trabajos y enseres, que yo he de vigilar que el Kraken deje en paz nuestra casa y camino.  Para eso he llamado a peces amigos que lo mantendrán ausente”.

-*-

záz, que en ese momento alguien en cubierta grita “¡Delfines!” y tod@s subieron a cubierta armados de cámaras, celulares o sólo sus ojos asombrados.

  En la confusión, Durito, el más grande de los Titanes, el único héroe a la altura del arte, el cómplice de magos y brujas, se escabulló y trepó de nuevo a, ahora sí, la Cofa y desde ahí entonó cánticos que, lo juro, eran replicados por los delfines que, entre olas y sargazo, bailaban por la vida.

-*-

  Más tarde, en la cena, el capitán confirmó la historia del bichito.  Y desde ese momento el bichito dejó de ser “el bichito” y es llamado, a partir de ese evento, “Durito Stahlkäfer”, “Durito, el Escarabajo de Acero”.

  “Una raya más al tigre”, debió decir el finado SupMarcos, tres metros bajo cubierta, err, quise decir, bajo tierra.

  Ahora, con camaradería, Gabriela le corrige a Stahlkäfer la pronunciación germana; en el hombro de Ete, Durito sube a lo más alto del palo mayor; acompaña a Carl cuando toma el timón y le divierte con historias terribles y maravillosas; sobre la cabeza de Edwin le dirige en el desplegar y arriar del velamen; y en las madrugadas comparte con el Capitán Ludwig el tabaco y la palabra.

  Y, cuando el mar embravece y el viento aumenta su lujurioso cortejo, el más grande ejemplar de la andante caballería, Stahlkäfer, entretiene al Escuadrón 421 relatando leyendas increíbles.  Como aquella que narra la historia absurda de una montaña que barco se hizo por la vida.

Doy fe.

SupGaleano.
Planeta Tierra.

Nota: El video de los delfines convocados por Stahlkäker fue tomado por la Lupita, porque el equipo de apoyo de la Comisión Sexta, encargado de tal misión, estaba ocupado… gomitando.  Sí, de pena ajena.  Ahora el Escuadrón 421 tiene como misión apoyar al equipo de apoyo.  Y todavía hay que atravesar el Atlántico (suspiro).

 

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miércoles, 5 de mayo de 2021

Sobre el mar. SupGaleano

SOBRE EL MAR.

Mayo del 2021.

  Pensando en sus pasajeros, como debe de ser, el capitán Ludwig recomendó salir el día 2 en la tarde.  El oleaje previsto para el día 3 iba a hacer sufrir a l@s noveles mariner@s más de la cuenta.  Por eso el capitán propuso adelantar la salida para las 1600 horas del segundo día del quinto mes.

  El Subcomandante Insurgente Moisés le escuchó con atención y estuvo de acuerdo.  Así que, ahora que se acostumbra usar la palabra “histórico” para cualquier cosa, es la primera vez que el zapatismo realiza algo programado antes de lo anunciado (por lo regular nos colgamos y empezamos tarde).  Ergo: es algo histórico en el zapatismo.

  Salió entonces el Escuadrón 421 a las 16:11:30 del día 2 de mayo del año 2021.  Aquí les presentamos dos informes distintos sobre el mismo tramo de navegación.

Informe del Escuadrón 421 al Alto Mando Zapatista:
Itinerario del navío La Montaña.  Las horas están dadas en la hora oficial de la Ciudad de México, México (UTC -5).

Día 2 de mayo del 2021.  A las 16:11:30, La Montaña inició su travesía a una velocidad aproximada de 4 nudos (1 nudo = 1.852 km/h).  A las 16:21:30 tomó rumbo sur sureste y, a las 17:23:04, La Montaña inició una suave curva hacia el oriente.  A las 17:24:13 comenzó las maniobras para desplegar todo su velamen.  La tripulación, con el apoyo del Escuadrón 421, fue izando las velas.  A las 17:34 continuó el viraje y enfiló hacia el Este.  Completó la curva a las 17:41, teniendo al norte la punta sur de Isla Mujeres.  A esa hora tomó rumbo Noreste, en dirección al Primer territorio libre de América: Cuba.  Con el viento a su favor, La Montaña mantuvo velocidades entre los 8 y 9 nudos.  A las 23:01, al entrar al llamado “Canal de Yucatán”, su velocidad era de 6 nudos.

3 de mayo.  Madrugada.
A las 01:42 con velocidad de 8 nudos, La Montaña se acerca a las costas de Cuba.  Referencia: el Cabo de San Antonio.  A las 08:18:00, a unas millas al sur del Faro Roncali, pone rumbo al sureste.  Velocidad: 5 nudos.  A las 10:35:30 da un giro al Nor-norEste.  La velocidad sube a 7 y 8 nudos y ráfagas de viento maltratan el velamen.  A unas millas al suroeste de Cabo Corrientes, el Capitán decide entrar a la bahía del mismo nombre.  A las 13:55 bordea, por la izquierda, Punta Caimán.  El 3 de mayo, a las 14:25:15, el Capitán decide fondear frente al poblado cubano llamado “María la Gorda”; latitud 21.8225; longitud: 84.4987; para reparar el velamen afectado y esperar a que el viento amaine.

  El día 4 de mayo del 2021, a las 16:55:30, La Montaña reinicia su navegar, ahora con rumbo Oeste-SurOeste, con velocidad de 6 nudos.  A las 17:45:30, a la altura del Cabo Corrientes, toma rumbo Sur-Sureste.  A las 19:05:30 gira para enrumbar al Este-Noreste.

  A las 00:16:15 del 5 de mayo, La Montaña navega a 7-8 nudos.  A las 04:56:30, teniendo al norte Cayo Real Cayo del Perro, el motovelero enrumba a Sur-Sureste.  Frente a la costa occidental de la Isla de la Juventud, dibuja dos “Z” sucesivas y a las 12:07:00 navega en paralelo a la costa sur de la mencionada isla, con 5 nudos y en dirección Este.  El último reporte recibido es de las 23:16:45 del 5 de mayo: 6-7 nudos con dirección al Este.  Se dirige hacia la ciudad y puerto cubano de Cienfuegos, para llegar ahí en el transcurso del día 6 de mayo.

  En Cienfuegos, La Montaña habrá de repostar y estacionarse algunos días, para luego seguir su viaje.  Se reporta que el Escuadrón 421, en su totalidad, se encuentra bien y adaptándose.  Sin “gómitos” y sólo mareos leves.

Es todo por ahora.

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Relato enviado por un ser extraordinariamente parecido a un escarabajo -que viaja de polizón en La Montaña-.  Los miembros de la tripulación han probado de todo para capturarlo.  No lo han logrado.  Las veces que han conseguido acorralarlo, el bichito les embruja con cuentos y leyendas de cosas terribles y maravillosas, historias ocurridas y por acontecer.  Cuando la tripulación sale del trance, el escarabajo ha vuelto a la Cofia del navío y, desde ahí, declama poemas en varios idiomas, grita amenazas y maldiciones, y desafía a la Hidra con un mondadientes como lanza y una tapa de plástico de algún frasco como escudo.  Aquí la narración:

  “Más que navegar, La Montaña parece bailar al mar.  Como en un largo y apasionado beso, se despegó del puerto y se dirigió a un destino incierto, pleno de retos, desafíos, amenazas y no poco contratiempos.

   Una cumbia le acompaña, le marca el paso y la distancia.  Un sol asombrado se detiene, para mejor mirar las caderas por el ritmo convocadas.  La luna, pálida de envidia y rabia, pierde el paso con el último y sensual agitar de palmas.

   Un viento lascivo, sátiro de nubes y ráfagas, perseguía a La Montaña, embobado por el vaivén de la popa.  La cumbia nada hacía por atenuar deseos y ansias, y más les alentaba y así les crecía y aumentaba.  Torpe y apresurado, como amante novicio, arriesgó el viento, erizado de lujuria, un manotazo.  Rasgó así las velas, trigueñas a fuerza de sal y agua, con las que la nave guardaba su preciada carga.

   Pudorosa, La Montaña, buscó recaudo y discreción para remendar sus ropas.  Y así reflexionaba: “El viento ha de aprender que el apetito y las ansias, mutuos han de ser, o atraco serán y no amor, que así le llaman”.

   Aliñada ya, La Montaña retomó rumbo y misión, no sin antes reconvenir a un viento que, apenado, con sigilo y cortedad le sigue ahora, pero que, con porfía marina, así le colma de requiebros:

   Que se despoje del pudor, le ruega.  Que el velamen desfallezca y que desnuda se muestre aunque su luz la mirada hiera, suplica.  Que la desnudez no peca si con otra desnudez se cubre, argumenta.

   La Montaña, digna y altiva, no cede.  Firme y tierna le rechaza.  “Ni aunque repose en puerto y en puerto me rehaga”, ha dicho La Montaña.  Y con la proa señala y dice: “Mirad esa otra isla que nuestra esperanza columbra y Cuba le llaman.  A esas montañas saludan, desde esta Montaña, seres anacrónicos cuyo desafío presente, caminos de mar andan”.

   E, irritada, la embarcación al viento impertinente regaña.  Que se deje de hurgar bajo las naguas, que para desanudar el deseo a veces una mirada basta.  El viento guardó recato entonces, pero no escatimó suspiros que el andar del navío mejoraban.

   Y así navega La Montaña, le sigue el viento prometiendo madrugadas.

   Al oriente, la espera crece y, con ella, la esperanza.

Firma: Don Durito de La Lacandona, aka “Black Shield”, aka “Durito”, aka “Nabucodonosor”, aka “Escarabajo Impertinente”, aka “Desfacedor de Entuertos”, aka “el grande, que digo ‘grande’, el gigante, el maravilloso, el superlativo, el hiper-mega-plus, el supercalifragilísticoespialidoso, el único, el inigualable, él. ÉL, ¡Don Durito de La Lacandona!”, aka (siguen varios tomos de la enciclopedia de atributos del “más grande de los andantes caballeros” –la mayoría de ellos, elaborados por el susodicho-).

Y agrega una posdata lejana del lejano y finado SupMarcos: “La esperanza es como una galleta: de nada sirve si uno no la tiene dentro”.

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  Por mi parte, me deslindo de todo lo anterior.  Especialmente del informe del bichito.

Vale.  Salud y que embarcación y vientos a la misión se allanen.

El SupGaleano tallando la cumbia como si la navegara.
Planeta Tierra.
Mayo del 2021.

 

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sábado, 1 de mayo de 2021

El Abordaje. Del cuaderno de apuntes del Gato-Perro, SupGaleano

Del cuaderno de apuntes del Gato-Perro:

El Abordaje.

  La Montaña fue abordada el día 30 de abril del 2021, siendo las tales horas.  El navío se encontraba fondeado a unas 50 brazas del puerto, “alejado del bullicio/ y la falsa sociedad”.  Revoloteaban a su alrededor gaviotas reidoras, cormoranes, fragatas tijeretas, corocoros, y hasta un colibrí cándido, extraviado, buscaba hacer nido en el púlpito de proa.  En la carena, bajo la línea de flotación, delfines botella tamborileaban una cumbia, un tiburón ballena llevaba el ritmo con sus aletas y la manta raya extendía sus alas negras como caderas volando.

  El grupo bucanero iba encabezado por el Subcomandante Insurgente Moisés quien, con una tropa formada por una insurgenta tercia, un insurgente choferólogo y mecánico, un base choferólogo, 5 terci@s, una comandanta y dos comandantes, asistía para despedir a la delegación marítima, el Escuadrón 421, y comprobar, in situ, que la embarcación reunía lo necesario para la epopeya náutica.  Un equipo de apoyo de la Comisión Sexta asistía para redactar las esquelas de los caídos en la acción.

  No hubo resistencia por parte de la tripulación.  De hecho, desde antes el capitán había ordenado izar, a modo de trinquete, una gran manta con la imagen que identifica a la delegación marítima zapatista, sumando así a La Montaña, con toda la tripulación incluida, a la lucha por la vida.  Con la arboladura desnuda, más lucía e impetuoso centelleaba el símbolo del delirio zapatista.

  Así que, digamos, fue un abordaje consensuado.  No hubo ningún intento agresivo por parte de la tropa zapatista, ni de la marinería anfitriona.  Y se podría decir que entre nosotros y l@s mariner@s de La Montaña había una especie de complicidad.  Aunque, en el primer encuentro, ell@s estaban tan sorprendidos como nosotros.

  Y hubiéramos permanecido ahí, mirándonos unos a otros e inmóviles, si no es porque, avanzando desde popa, un insecto extraordinariamente parecido a un escarabajo, gritó: “¡Al Abordaje! ¡Si son muchos, corremos! ¡Si son pocos, nos escondemos! Y si no hay nadie, ¡adelante que para morir nacimos!”.  Eso fue lo que decidió todo.  La tripulación miraba estupefacta al bichito y nosotros… pues no sabíamos si pedir disculpas por la irrupción, o sumarnos al ataque pirata.

  El Subcomandante Insurgente Moisés creyó que era el momento oportuno para las presentaciones, así que dijo: “Buenas Tardes.  Yo me llamo Moisés, Subcomandante Insurgente Moisés, y ellas son…”  Al girarse para presentar a la tropa, el SubMoy se dio cuenta de que no estaba nadie.

  Cada quien estaba recorriendo el barco con mal disimuladas muestras de júbilo y entusiasmo: las compañeras delegadas, cual reinas del Caribe, saludaban desde babor a las embarcaciones llenas de turistas que las miraban con curiosidad y escándalo, tal vez extrañadas de que, con este calor, las compas llevaran naguas largas.  Sobre todo porque las turistas llevaban unos bikinis que, de una vez, bien encueradas, no se puede creer.  Marijose se fue a proa y desde ahí contemplaba la casa de Ixchel, y pensaba para sí que no se pondría sus híper ultra mini shorts, porque no era cosa de humillar a las ciudadanas en el rubro de la sensualité.

  Los comandantes David y Hortensia daban las últimas recomendaciones a una Lupita con una sonrisa que le desbordaba el cubre bocas.  El comandante Zebedeo se repetía a sí mismo: “no me voy a marear, no me voy a marear”, que es el antiemético que le recomendó el SupGaleano.

  L@s tercios (4 varones, una compa y una insurgenta), por su parte, tomaban fotos y videos de todo,  Y cuando digo “de todo”, es de todo.  Así que no se extrañen si en las fotos aparecen sólo claraboyas, cabos, la cadena del ancla, molinete, orinque, lonas, cubetas para achicar el agua, y otras cosas propias de un buque que se dispone a cruzar el Atlántico en la muy noble misión de invadir, quiero decir, conquistar, quiero decir, visitar Europa.

  El Marcelino y el Monarca preguntaron por el cuarto de máquinas y, no sé de dónde, sacaron una caja de herramientas y, con pinzas y desarmadores, se dirigieron a donde ellos consideraban que debería estar el motor porque, le explicaron a un capitán atónito, por el sonido se deducía que necesitaba afinación.  Bernal y Felipe (relevo de Darío –que hubo de quedarse en tierra para el pasaporte de sus crías-, 49 años, originario Tzeltal; habla con fluidez el tzeltal y la castilla; padre de 4 –el mayor de 23 y el menor de 13 años-; ha sido miliciano, sargento, responsable local, concejo autónomo en MAREZ, junta de buen gobierno, maestro de la escuelita y chofer; música que le gusta: románticas, rancheras, banda, cumbias, revolucionarias; colores favoritos: negro, azul y gris; se preparó 6 meses como delegado; voluntario para viajar en barco si algún@ no podía; experiencia marítima: nula), se sumaron al equipo mecánico zapatista (no fuera a ser que, en altamar, se necesitaran reparaciones).

  La tripulación de La Montaña, una vez que se recuperó del desconcierto de un abordaje tan otro, se distribuyó estratégicamente en cubierta, previendo que la exaltación zapatista diera con uno de nosotros en el mar.

  Si así hubiera sucedido, íbamos preparados, no se crean.  Debido a la composición de la delegación, la noche anterior se discutió cómo se debería gritar si es que eso sucediera: “hombre al agua” o “mujer al agua” u “otroa al agua” o “tercio al agua” o “choferólogo al agua” o “escarabajo al agua”, y así.  El problema era que, para saber qué gritar, el SubMoy debía primero pasar lista y ver quién faltaba, y, entonces sí, dar la orden de “pánico a sotavento” (que la delegación había practicado hasta la perfección en el Centro de Adiestramiento, área de Naufragios y Hundimientos) para que tod@s gritaran.  Como los segundos que se perderían (en realidad, en las prácticas eran largos minutos) podrían ser decisivos, se decidió que se gritara “¡Zapatista al agua!”.  No paso tal, lo que libró al grupo corsario maya (permiso en regla en las Juntas de Buen Gobierno zapatistas), de burlas y escarnios a su costa, en el Bar de la Mota Negra, en Copenhague, Dinamarca.

  La tripulación no tardó en contagiarse del entusiasmo zapatista y, no obstante ser mariner@s ya con años en las aguas del océano, veían de nuevo, ahora a través de la mirada zapatista, un mar que, calmo, celebraba tan inesperada visita, resignado como estaba antes a la impertinencia de turistas de todo el mundo.  El capitán de la embarcación llevó al SubMoy a la zona de gobierno y lo puso al timón, mientras l@s terci@s tomaban fotos… del agua (así que habrá muchas fotos de un mar vacío de interrupciones).

  La delegación marítima zapatista, el escuadrón 421 propiamente dicho, por su parte, pasaba del entusiasmo a la precaución y atiborraba a la tripulación con preguntas sensatas: “Y si cae un rayo y se rompe el barco, ¿qué hacemos?”  “Y si se abre un hoyo y se va toda el agua de una vez, ¿vamos a tener qué caminar?”  “¿Y ustedes cómo le hacen para comer si no tienen dónde hacer milpa?”  “¿Y cómo lo sabe el viento que vamos para allá?”  “¿Y dónde duerme el mar si tiene sueño?” “Y si se pone triste su corazón del mar, ¿cómo hace para llorar?”  “¿De qué tamaño es el corazón para quererlo y cariñarlo al mar que es muy grande?” “Y así como nosotros defendemos la tierra, ¿hay quien lo defiende al mar?”

  Quienes forman la tripulación de La Montaña: el capitán Ludwig (Alemania), Edwin (Colombia), Gabriela (Alemania), Ete (Alemania) y Carl (Alemania), se miraban desconcertad@s y se decían a sí mismos: “In welche Schwierigkeiten bin ich geraten?” (menos Edwin, que pensaba en español: “Caramba, en qué lío me he metido”).

-*-

  ¿Y el bichito?  Bueno, previendo que intentaran arrojarlo por la borda (no obstante “haber encabezado el abordaje con valentía, donaire y guapura sin igual” –así dijo él-), trepó hasta la cofia y, desde ahí, declamaba, con un gallego impecable:

Volverei, volverei á vida
cando rompa a luz nos cons
porque nós arrancamos todo o orgullo do mar,
non nos afundiremos nunca máis
que na túa memoria xa non hai volta atrás:
non nos humillaredes NUNCA MÁIS.

  Al oriente, muy lejos, las olas en las costas de Galicia repetían; “nunca máis

Doy fe.

El Gato-Perro.
Aún México, Mayo del 2021.

 

CON FOTOS Y VIDEOS à https://bit.ly/3xHBo44